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De la ignorancia

De la ignorancia
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Una gran parte de nuestros errores se debe a que, con frecuencia, ignoramos datos o hechos acontecidos. Un error cuyo origen sea ese, la ignorancia, parece que es más disculpable que uno cometido a sabiendas, es decir, con el firme propósito de equivocarnos, de hacer el mal, de perjudicar a alguien...y, en principio, podía ser así. Sin embrago, tanto en el terreno moral como en el meramente humano, tenemos la obligación de formar nuestra conciencia, de conocer la verdad o al menos intentarlo.

Viene todo este razonamiento a cuenta de un de mis últimos artículos en el que comentaba un escrito de Joaquín Leguina sobre “La Memoria Histórica” donde termina diciendo textualmente, tras narrar un buen número de atrocidades cometidas por los socialistas: “El PSOE, como persona jurídica, haría bien en echar al olvido todas las atrocidades de la guerra, las de uno y otro bando”.

En la retaguardia republicana fueron asesinadas unas 40.000 personas, entre ellas 7.000 sacerdotes, monjas, seminaristas, incluyendo doce obispos dice Leguina en otro de sus párrafos.

Pues bien, estos hechos, menos el asesinato del jefe de la oposición José Calvo Sotelo el 12 de julio de 1936, que es sobradamente conocido, digo que todos estos horrores que narra el ex dirigente socialista, parece que son ignorados por personas de esa ideología que por edad no los vivieron pero que, como decía Aldous Huxley:”En la mayoría de los casos la ignorancia es algo superable. No sabemos porque no queremos saber.” Así es, no sabemos porque no queremos saber, quizás sea más cómodo seguir en la ignorancia que conocer unos hechos que podrían perturbar nuestras conciencias, a pesar de lo que dice Leguina: “La gente de mi generación, y menos la de generaciones posteriores, no tenemos responsabilidad alguna en hechos como los aquí narrados”. La ignorancia es la felicidad

Es más frecuente de lo deseable, pero es un mal que nos aqueja a casi todos: vamos a los mítines de nuestro partido o aquel que propone lo que nos interesa, escuchamos y vemos la televisión o la radio que defiende nuestros principios y leemos lo que refuerza nuestras posturas, no le damos opción al debate sereno, argumentado, en busca de la verdad. Nos creemos lo que nos queremos creer, lo demás es complicarnos la vida.

Aunque mi profesión no es el periodismo, llevo ya casi diez años escribiendo ininterrumpidamente en periódicos, participando en tertulias de radio y televisión, tengo dos blogs muy leídos e incluso he publicado un libro, una recopilación clasificada de más de trescientos artículos. He recibido incontables comentarios laudatorios, lo que me reconforta y anima, pero también algunos, no muchos, que expresan opiniones contrarias a las mías de forma razonada, los que agradezco muy sinceramente. Estos últimos especialmente valiosos porque hacen pensar y reflexionar, porque hasta es posible cambiar una opinión preconcebida.

Sin embargo, la ignorancia, que es tan atrevida, se manifiesta en toda su crudeza a través del insulto, el argumento de quien no tiene argumentos. Es lo que decía más arriba, son esas personas “ignorantes voluntarios” que no hacen nada por salir de la ignorancia, que se acomodan en esa postura y no quieren saber nada más. Si, por casualidad, o puro masoquismo, se tropiezan con una opinión contraria a sus ideas, si las tienen, su contrariedad no tiene más salida que el insulto o la amenaza, que también se da.

El artículo de Joaquin Leguina sobre “La Memoria Histórica” ha levantado de sus asientos a muchas de estas personas que ignoraban, o querían ignorar, la verdad de lo sucedido en la II República y tras las filas de los republicanos, los asesinatos sin juicio, los “paseos”, las checas y tantas atrocidades como se cometieron en ambos bandos.

Lo terrible de una guerra civil es el enfrentamiento entre hermanos. Muchas veces simplemente por la situación geográfica que tuvieron en el momento de estallar el conflicto armado, ni siquiera por ideología. La movilización era inmediata, no les preguntaban su ideología, en el bando nacional simplemente, en muchos casos, mi padre entre ellos, se les ponía una estrella de “alférez provisional” (“cadáver seguro”, se decía) y al frente a pegar tiros y a recibirlos (mi padre por dos veces).

Terminada la guerra civil (¿saben cuántas guerras civiles hemos tenido en España? Solo en el Siglo XIX tres), que ahora parece, o nos quieren hacer ver, que ha sido la única en nuestra convulsa historia. Terminada la guerra algunos republicanos, especialmente por la zona de levante, venidos de Francia, seguían luchando, asaltando a caminantes para robarles (supongo que como único medio de subsistencia. Mi familia sufrió uno de esos asaltos) y atentando contra la Guardia Civil.

Con el término (maquis) se hace referencia a los guerrilleros que desde 1944 cruzaron la frontera para luchar contra la dictadura franquista. Así es como se llamaba en Francia a los hombres y mujeres que contribuyeron a liberar ese país de la invasión nazi. Miles de exiliados republicanos españoles se integraron en el maquis o en el Ejército de Liberación. El régimen franquista utilizó el término como sinónimo de bandolero, tal y como lo recogía el teniente coronel Francisco Aguado en su libro 'Maquis en España' “Es decir, a la guerra convencional siguió una guerra de guerrillas por unos años cuyo resultado fue la derrota de los guerrilleros abatidos por la Guardia Civil o fusilados tras consejo de guerra. Yo viví en la zona del levante español en esos años del maquis español, cuando mi padre era en muchas ocasiones su abogado defensor.

Sea como fuere, una Guerra Civil más en un país donde, desgraciadamente, han abundado. Pero la historia de la humanidad está plagada de “golpes de estado” y “guerras civiles” o ¿no lo fueron la loada “Revolución Francesa” o la sanguinaria “Revolución de Octubre rusa de 1917”, o, sin ir más lejos, el intento de golpe de estado contra la II República, la “revolución de Asturias” de 1934 que causó más de mil muertos?Por ello es más incomprensible, como dice Leguina, que tras una generosísima amnistía en 1977 donde hasta los etarras salieron en libertad, y sobre todo la consensuada Constitución de 1978, consensuada por absolutamente todos los partidos políticos, incluidos comunistas y separatistas, y votada por el noventa por ciento de los votantes, se quiera ahora con esta nefasta Ley de Memoria Histórica, “mejorada” por Sánchez con sus propuestas de desenterrar cadáveres, revivir lo peor de nuestra historia del siglo XX.

Solo quien pretenda volver a dividirnos a los españoles, quienes siembran el odio, ochenta años más tarde, hacia la mitad de sus compatriotas, fomentan la desunión, el acoso y el insulto a quienes piensan diferente y se valen, una vez más, de la ignorancia de tantos, sabrán que es lo que buscan con estas movilizaciones, pero desde luego no es el bien de España.

En el pasado mes de Mayo, la, Asociación Católica de Propagandistas de Cádiz, organizamos unas Jornadas para dar a conocer la inmensa e importante labor social de la Iglesia Católica con el objetivo de explicar qué se hace con el dinero que los españoles dan a estas instituciones y para que, quienes sistemáticamente y desde la ignorancia atacan a las organizaciones de la Iglesia tuvieran ocasión de informarse. Ni uno solo de estos críticos asistió, siquiera por curiosidad, solo quienes ya conocen y son partícipes de este trabajo.

Ante un artículo de prensa que no nos gusta hay reacciones tan poco democráticas como no leerlo, no terminarlo de leer, o no rebatirlo con argumentos sino con insultos.

No hay más ignorante que quien no quiere saber.