Ciudadanos

La ambigüedad genética de C’s

La ambigüedad genética de C’s
La ambigüedad genética de C’slarazon

La transformación social que se vive en el mundo merced al aceleramiento del uso de las nuevas tecnologías evidencia que todo va más rápido y basta atender a datos como que el número de usuarios de internet es de 4.021 millones de personas (el 53% de la población mundial) para darse cuenta de que esa realidad ha llegado para quedarse. Los dispositivos móviles suponen el 68% de esa revolución que permite realizar transacciones, compras y recibir información desde cualquier lugar, a cualquier hora y sin ninguna barrera. El consumo rápido gana terreno y todo ha de ser ya. ¿O no?

Quizás esta reflexión previa permita situarnos en una parte creciente de nuestra sociedad porque España no es ajena a este fenómeno y está en el puesto 18 a nivel mundial en cuanto a tasa de uso de internet. ¿Hay que ceder en todos los órdenes de la vida al cambio de usos que emana de esta revolución digital? Creo que la respuesta es que no. Los beneficios de este desarrollo tecnológico son innumerables y hay que aplicarlos a conciencia pero el pensamiento y todo lo que tiene que ver con la gestión de la vida de las personas desde las instituciones públicas merece reposo, impulso y certidumbre.

Imbuidos de esta visión cortoplacista de muchos segmentos sociales hay partidos que ceden a esa tentación, versátil a veces, pero oportunista en la mayoría de los casos y en el que fácilmente identificamos a Ciudadanos. Es difícil quedar bien con todo el mundo y se presentan encrucijadas en las que uno debe definirse porque si no lo hace es percibido como alguien sin principios sólidos.

España necesita valores reconocibles porque con ellos se puede hacer frente a los desafíos que vivimos como país. No es casualidad que los españoles hayan encargado al PP que encabeza Mariano Rajoy llevar las riendas de la nación en el momento de mayor dificultad económica (que se empieza a superar con éxito por los esfuerzos de los ciudadanos y la seriedad de las políticas), y también ahora que el caldo de cultivo independentista en Cataluña está fraccionando la convivencia.

Los pactos de estabilidad del bloque constitucionalista no deben estar sometidos al escrutinio coyuntural de unas encuestas o al fragor de una disputa puntual, es mucho más serio. Lo hicieron el PP y el PSOE durante años con el Pacto Antiterrorismo que fue clave para la derrota de ETA y hoy en día debe seguir vigente ese espíritu para plantar cara a los golpistas en Cataluña y a sus sucesores, que por lo visto esta semana van a seguir una senda muy similar. El PSOE ha mostrado seriedad en este asunto pero Albert Rivera ha sucumbido a la tentación de ganar unos titulares que, aunque no lo reflexione, también son efímeros.

Nos ocupan otras cuestiones muy importantes para el país como es establecer un Pacto Nacional del Agua, básico para muchas regiones como la valenciana, que sufren por los efectos del cambio climático. Y no lo es menos la mejora del modelo de financiación que heredamos de José Luis Rodríguez Zapatero y que, de nuevo, un Gobierno sustentado por el Partido Popular intenta reformar para adecuarlo a las circunstancias de cada Autonomía. Todo ello es clave para que podamos impulsar un crecimiento económico basado en la estabilidad y la altura de miras es importante para abordar estos retos.

Y Ciudadanos no sabemos a día de hoy, y miren que ya han pasado años desde su surgimiento, en qué terreno se mueve. Lo más nuclear para una formación política son sus posicionamientos ideológicos y hasta eso lo han cambiado. De la social democracia que los ha definido durante una década, de repente hace unos meses se levantaron una mañana y se dieron cuenta que eran liberal-progresistas. Bueno fue Rivera quien decidió el cambio, modificaron los estatutos y listo, a otra cosa. No es serio.

Esa ambigüedad genética que les acompaña es una seña de identidad y así como el voto al PP tiene un destino claro, en el caso de Ciudadanos no lo está en absoluto. Aseguran que luchan contra la corrupción y son muy exigentes con el PP pero ignoran las barbaridades que se van conociendo del caso de los ERE's en Andalucía y no es de recibo. Apoyan ese gobierno que, según la policía y los jueces, está claramente penetrado por actuaciones corruptas.

En la Comunidad Valenciana los votos de Ciudadanos han servido para abrir una sucursal de TV3 como es À Punt y también han apoyado los presupuestos del tripartito. ¿No están contra el independentismo? Pues bien, la realidad es que han sido el balón de oxígeno y muleta de Compromís en cuestiones como éstas que tienen una gran importancia.

La última insensatez ha sido colaborar con su abstención a que salga adelante la petición de Compromís (apoyada por PSOE y Podemos) de pedir al Ejército que abandone su sede principal en Valencia, el Convento de Santo Domingo, bajo el pretexto de "recuperar"la protección del patrimonio cultural, aunque solo esconde la lucha declarada de los independentistas contra cualquier pilar del proyecto nacional. El PP votó en contra. Y es que la ambigüedad no es una opción si se quiere servir bien a los españoles.