
cultura
Los carnavales de dos pueblos de Toledo, declarados como Bien de Interés Cultural

El carnaval de Ánimas o Soldadesca de Valdeverdeja y el de Ánimas o Soldadesca de Torrico, en Toledo, han sido declarados como Bien de Interés Cultural, con la categoría de Bien Inmaterial.
Esto ha sido posible gracias al acuerdo del Gobierno regional, que ha publicado este lunes el Diario Oficial de Castilla-La Mancha (DOCM), con el que se valora la perseverancia de esta festividad cultural por parte de los vecinos de ambas localidades.
Los carnavales de sendos municipios forman parte de la memoria colectiva de la población castellanomanchega y refuerzan los lazos identitarios, con sus significados y símbolos compartidos, infundiendo un sentimiento de pertenencia a la cultura tradicional y formando parte del acervo cultural.
Celebración festivo-religiosa
Su celebración se remonta a mediados del siglo XVII. Desde entonces y hasta día de hoy se han desarrollado casi sin interrupción. Se trata de una celebración festivo-religiosa y una expresión cultural de la España contrarreformista que surge a raíz del Concilio de Trento para asegurar sufragios por los difuntos estantes en el Purgatorio.
En ambos municipios se acompañó de un rico ceremonial público en el que la Escuadra de Ánimas, heredera de las viejas milicias concejiles, adquiriría el mayor protagonismo.
Organizada con una estructura de corte militarista y formada por adultos e infantes, con sus danzas, sones de tambor, baile de la bandera, canciones populares además de emblemáticos actos y ajuares sacros, asociados a una señera indumentaria y gustosa gastronomía, se convertiría en un verdadero relicario de la tradición.
Trajes de arte, belleza y cultura
La capacidad del traje en Valdeverdeja y Torrico para la resignificación religiosa e identitaria, dentro de la celebración del Carnaval de Ánimas, ha alcanzado un grado paradigmático de integración de arte, belleza y cultura dentro de un marco ancestral de ritos, costumbres y folklore.
Los elementos que conforman esta celebración ritualizada nos remiten a los siglos XV al XVII en el uso de alabardas por los animeros, a la ampulosidad dieciochesca del Barroco en el brocado de los tejidos o al romántico siglo XIX en el aderezo de los peinados y cintas de las animeras.
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