Iglesia Católica
Valladolid despide a Benedicto XVI
Monseñor Argüello oficia una misa exequial por el Papa Emérito de quien destaca su llama de atención sobre la situación espiritual de nuestro mundo
La Santa Catedral de Valladolid se ha quedado pequeña este sábado 7 de enero, para la celebración de una Misa Exequial por el Papa Benedicto XVI fallecido esta semana a los 95 años.
Una ceremonia oficiada por el obispo de Valladolid, Luis Argüello, y en la que ha participado su antecesor y cardenal Ricardo Blázquez, además de otras autoridades civiles y religiosas.
Durante su homilía, Monseñor Argüello ponía en valor el pontificado de Joseph Ratzinger, del que decía que “ha sostenido la marcha de la Iglesia, siendo ya papa emérito, con su vida de oración”
El prelado apuntaba que Ratzinger ha vivido esta experiencia de abandono en los diversos pasos de su vida de respuesta a la llamada del Señor y, sobre todo, en esta última década, desde su renuncia a la sede de Pedro. Además, reivindicaba su llamada de atención sobre la situación espiritual de nuestro mundo que, como el barro se atreve a decir al alfarero: “no me ha hecho”, y añadir, ya como vasija, “este, el alfarero, no entiende nada”.
Argüello aseguraba que el sumo pontífice, Benedicto XVI, vicario en la tierra del Buen Pastor, realizó puentes entre la fe y la razón, la verdad y la caridad, la liturgia y la existencia, la fidelidad y la ternura, la tradición y la reforma.
En su exposición, señalaba que el amor de Dios es el fundamento de nuestra vida. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
Igualmente, apelaba a la urgencia de recuperar el carácter luminoso propio de la fe, “pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo”. En este sentido, aseguraba que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre.
Monseñor Argüello tenía palabras también de aliento a la Iglesia, que considera la familia de Dios en el mundo., y en la que no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario.
El religioso palentino reivindicaba también el Evangelio, para quien no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida y alertaba del hombre que no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es. “El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano”, advertía.
Y ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, “que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento”, reivindicaba una vez más la palabra de Jesucristo, “que siempre viene en nuestro auxilio”.
Finalmente, Argüello llamaba a caminar suplicando la misericordia del Señor para todos, pastores y pueblo, así como agradecidos de haber sido confirmados en la fe, alentados en la esperanza y presididos en la caridad por Benedicto XVI y ahora por Francisco. Salgamos, movidos como en éxtasis, por el Dios Amor ofreciendo lo esencial, la luz del amor que la Iglesia recibe gratuitamente de su Señor”, finalizaba.
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