Vinos

Bodegas La Horra: tradición y vanguardia en la Ribera de Duero burgalesa

El grupo reafirma su apuesta por la innovación con su nueva bodega que combina un diseño arquitectónico en armonía con el paisaje con la eficiencia energética y la gravedad

La arquitecta Carmen Pinós y Mario Rotllant, presidente del Grupo RODA
La arquitecta Carmen Pinós y Mario Rotllant, presidente del Grupo RODA, en la bodegaLa HorraLa razón

Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, el proyecto de Bodegas La Horra en la Ribera del Duero burgalesa sigue abriéndose paso de la mano de la calidad de sus vinos, pero también a partir de ahora empujada por la nueva y vanguardista bodega proyectada Carme Pinós, Premio Nacional de Arquitectura, que se inspira en la arquitectura tradicional de la zona.

En una primera fase, que arrancó en 2009, la empresa inició su historia junto a Bodegas Roda y los hermanos Pedro y Pablo Balbás, en la que se construyó la nave de elaboración para vinificar las

primeras añadas de sus prestigioso vinos Corimbo y Corimbo I.

En una segunda fase, finalizada seis años más tarde, se construyó la zona de crianza y el botellero. Y en 2023 se dio elpistoletazo de salida a la tercera y última fase: la construcción de la nueva bodega que hoy se ha inagurado oficialmente en un abonito acto con numerosos asistentes, entre los que se encontraban

Mario Rotllant y Agustín Santolaya, presidente y director general de Grupo Roda, respectivamente; Pedro y Pablo Balbás, socios y viticultores de La Horra y Roa de Duero; Carme Pinós, arquitecta; y Eduardo Orozco, socio de Vértice21 y Sergio Rello, director general de la constructora Inexo, que han colaborado en el desarrollo del proyecto.

"Hoy es un día importante porque damos un gran paso al inaugurar la bodega definitiva, sostenible y de alta eficiencia energética, llamada a reforzar nuestra presencia en Ribera del Duero", destacaba Mario Rotllant, convencid de que contribuirán al desarrollo económico en esta zona ribereña.

Agustín Santolaya, por su parte, hacía hincapié en los vinos de la bodega, tintos de raíz ecológica,expresivos, frescos y profundamente ligados a su entorno que, según decía, "recogen a la perfección el magnífico entorno" de la ribera del Duero burgalesa.

"Un paisaje formado por lomas de suelos pobres y calizos, coronadas por pinares y llenas de plantas aromáticas en la que la elegancia y la frescura toman el papel protagonista”, señalaba, satisfecho porque la arquitecta ha sabido extraer cada matiz de este territorio con delicadeza para dejar una impronta "imposible de olvidar”.

Por su parte, Carme Pinós aseguraba que su idea de la arquitectura es que esta forme parte del entorno "pero sin imponerse, casi en simbiosis con la tierra".

Al respecto, explicaba que para el diseño de Bodegas La Horra se ha inspirado en la historia de la construcción de las bodegas subterráneas en esa zona para intentar conseguir un edificio que se identifique con la imagen del lugar.

Bodegas La Horra plasma así toda su filosofía de preservación y respeto absoluto de la tierra. Una bodega que apuesta por la biodiversidad y el mínimo intervencionismo, hasta un proyecto

arquitectónico en armonía con el paisaje de su bodega.

La finca, ocupa 25 hectáreas entre viñedos y bosque de pinos, se ubica en la Ribera del Duero burgalesa, en el término municipal de La Horra, en el paraje de La Horca, al norte del camino de Anguix.

La bodega se organiza en tres niveles conectados por rampas y escaleras, ocupando una superficie de 4.700 metros cuadrados destinados a la elaboración, crianza y embotellado, así como a una zona de exposición y venta directa.

Las naves existentes anteriormente sirven ahora como centro logístico y área de expedición. La inversión total en la obra, instalaciones y equipamiento ha sido de 9,5 millones de euros.

Su funcionamiento responde a un sistema por gravedad y a una ventilación pasiva mediante zarceras, sin maquinaria ni vibraciones, lo que garantiza condiciones óptimas para el vino y refuerza el

compromiso ecológico del proyecto.

El edificio se cubre con una gigantesca teja de hormigón visto, inspirada, según la propia Pinós, en la imagen de una cuchara monumental con la que vaciar la tierra –que ha sido necesaria

retirar– para poder asentar la bodega. La superficie de esta gran losa invertida, que sigue las curvas de nivel, se convertirá en un jardín espontáneo de flora autóctona que, junto con los muros exteriores de gaviones, simboliza uno de los elementos clave del proyecto: su integración en el paisaje.

Entre las estancias destaca la sala de barricas, de doble altura y cuidada acústica, que evoca la solemnidad de una nave catedralicia.

En la parte superior se extiende una galería principal, abierta y acristalada. Está delimitada por una fachada de adobes macizos y paneles Viroc en tono tinto. Se trata de un espacio polivalente que actúa como antesala a los espacios soterrados, que acoge una zona de exposición y venta directa.