Ganadería

El burro zamorano-leonés, un aliado de la ganadería extensiva y frente al lobo

El criador Luis Cantera lucha por salvar una raza en peligro de extinción ofreciendo paseos, naturaleza y una lección de amor por los animales

Luis Cantera, un criador palentino apasionado lucha por salvar una raza en peligro de extinción, ofreciendo paseos, naturaleza y una lección de amor por los animales
Luis Cantera, un criador palentino apasionado lucha por salvar una raza en peligro de extinción, ofreciendo paseos, naturaleza y una lección de amor por los animalesBrágimoIcal

En el pequeño pueblo de Antigüedad, en pleno Cerrato palentino, y entre sus onduladas tierras se alza un refugio de esperanza para una raza olvidada: el burro zamorano-leonés.

Ahí, en el Centro de Ocio ‘Los Caños’, Luis Cantera, de 61 años, ha dedicado los últimos quince a conservar esta especie en peligro de extinción, transformando su pasión por estos animales en un proyecto que combina tradición, naturaleza y compromiso ambiental.

Con 15 burros bajo su cuidado, Luis no solo preserva un legado cultural, sino que invita a visitantes a redescubrir la nobleza de estos compañeros históricos del campo castellano y leonés.

La historia de Luis con los burros comenzó mucho antes de que fundara su centro de ocio. “En Antigüedad, el burro era parte de la vida”, recuerda con nostalgia.

Hace décadas, en un pueblo que abarca más de 6.000 hectáreas, estos animales eran imprescindibles. Antes de los tractores, los burros eran los aliados de las familias campesinas, transportando herramientas, comida caliente e incluso a los propios agricultores a los campos.

“A mediodía, los burros emprendían el camino hacia donde estaban sus dueños. Era algo cotidiano, casi mágico”, cuenta Luis.

Aunque el burro de su infancia no era de la raza zamorano-leonesa, la conexión con estos animales se grabó en su corazón.

“Siempre me fascinaron. Son tercos, sí, pero si los crías con cariño desde pequeños, son dóciles y leales como pocos”, asegura. Cuando, hace quince años, supo que la raza zamorano-leonesa estaba al borde de la extinción, no lo dudó, viajó a Zamora y adquirió cuatro burras y un burro. Hoy, su rebaño ha crecido hasta los 15 ejemplares, cada uno con su propio carácter y un microchip que registra su genealogía, gestionado por la Asociación Nacional de Criadores de la Raza Asnal (ASZAL).

El Centro de Ocio ‘Los Caños’ es mucho más que un lugar donde viven burros; es un espacio donde la tradición y la naturaleza se entrelazan. Situado en un terreno de más de una hectárea, alejado del núcleo del pueblo para evitar molestias a los vecinos, el centro ofrece a los animales un entorno idílico.

“Están en un paraje extraordinario, rodeados de laderas y montes. Nunca les falta comida, y son robustos, bien cuidados”, explica Luis con orgullo. Los burros pastan libremente, conviviendo con la flora y fauna local, en un paisaje que evoca la Castilla rural de antaño.

Para los visitantes, el centro es una oportunidad de desconectar del bullicio y reconectar con la naturaleza. Por 15 euros, Luis ofrece paseos de más de una hora a lomos de sus burros, recorriendo senderos que serpentean entre colinas y bosques.

“La gente sale entusiasmada. Muchos niños nunca han visto un burro de cerca, y los adultos se sorprenden de lo tranquilos que son”, dice. A diferencia de los caballos, que pueden ser impredecibles, los burros zamorano-leoneses caminan con calma, incluso cuando llevan a pequeños jinetes por primera vez. “He llevado a los burros a ferias y romerías, y nunca han dado un problema. Son pura nobleza”, añade.

Aunque la afluencia de visitantes no es masiva, Luis no se desanima. “He hecho publicidad en muchos sitios, pero no me importa si no viene mucha gente. Esto es mi pasión”, confiesa. Su compromiso trasciende el negocio. Cada paseo, cada evento, es una oportunidad para concienciar sobre la importancia de salvar al burro zamorano-leonés.

En los últimos años, ha participado en la Cabalgata de Reyes de Palencia, donde sus burros han desfilado ante la mirada emocionada de niños y mayores, y planea acudir a la próxima fiesta de San Gregorio en Baltanás con cinco o seis animales. “Los niños se lanzan a montarlos en cuanto los ven. Es una forma de enseñarles que este animal existe y que está en peligro”, explica.

El proyecto de Luis no solo busca preservar una raza, también resalta el papel crucial de los burros en el ecosistema. Los zamorano-leoneses, conocidos por su robustez, son aliados inesperados en la ganadería extensiva.

Según ASZAL, estos animales están siendo reintroducidos en explotaciones ganaderas para proteger al ganado del lobo. “Defienden tan bien como un mastín”, asegura Luis. Cuando un lobo se acerca, el burro no duda en enfrentarlo, utilizando su fuerza y su instinto protector. Esta cualidad los convierte en un recurso valioso para los pastores, que históricamente usaban burros para transportar corderos recién nacidos en alforjas durante la trashumancia.

Además, el pastoreo de los burros contribuye a la conservación del paisaje. Al alimentarse de matorrales, previenen la acumulación de vegetación seca que alimenta los incendios forestales. “Son limpiadores naturales del monte”, dice Luis, subrayando su importancia en un contexto de cambio climático. Sin embargo, la supervivencia de la raza sigue siendo frágil. “Hacen falta más proyectos como este para poner en valor al zamorano-leonés. Si no, desaparecerá”, advierte.

A sus 61 años, Luis admite que su labor no está exenta de retos. “A veces pienso que soy más terco que los burros”, bromea. La edad y las exigencias físicas de cuidar a 15 animales comienzan a pesar, pero su determinación es inquebrantable. “Aunque me jubile y no pueda con el carro, seguiré con ellos. Son mi vida”, asegura. Su dedicación es un testimonio de amor incondicional, no solo por los burros, sino por las tradiciones rurales que han dado forma a la identidad de Antigüedad.

Este compromiso con el bienestar animal lo lleva a condenar con firmeza cualquier forma de maltrato. Hace un mes, la noticia de un caso de abandono de un burro en Castrejón de la Peña lo indignó profundamente. “Me fastidió mucho. Tener un animal desatendido es una vergüenza. Hay que ser responsables, cuidarlos como se merecen”, sentencia. En ‘Los Caños’, los burros reciben atención constante, desde una alimentación abundante hasta revisiones veterinarias, asegurando que vivan con dignidad.

El Centro de Ocio ‘Los Caños’ es más que un proyecto personal, es un puente entre el pasado y el futuro. A través de los paseos, las ferias y las historias que comparte con cada visitante, Luis Cantera está sembrando una semilla de conciencia. Quiere que las nuevas generaciones valoren al burro zamorano-leonés no solo como un animal de trabajo, sino como un símbolo de resistencia, humildad y conexión con la tierra.Mientras los burros pastan en su terreno, bajo el cielo abierto de Antigüedad, Luis sigue soñando con un mundo donde esta raza no solo sobreviva, sino que prospere. En un rincón de Palencia, este hombre apasionado está escribiendo una historia de amor por los animales, la naturaleza y las raíces de su tierra, invitando a todos a fomar parte de ella.