Curiosidades
Especulación, corrupción, abuso de poder... así se fraguó hace 400 años el mayor pelotazo inmobiliario de España
Es la leyenda de un grande de España, considerado por muchos como el mayor ladrón de la historia de nuestro, país que murió exiliado en Valladolid en 1625
Compra bien, vende mejor, es una de esas frases hechas que han pasado de boca e boca a lo largo de la historia de España, que sigue muy vigente en nuestros días, ya que es una de las máximas del mundo empresarial y especialmente en una sociedad como la actual tan competitiva.
Pero si lo trasladamos al gremio del ladrillo, entran en juego otros factores y no solo el buen ojo del empresario de turno o del comprador que adquiere un inmueble para después obtener con él una ganancia.
Hablar de pelotazos urbanísticos en España, de burbujas inmobiliarias o de especuladores que se han enriquecido a costa de ¿su buen ojo? es algo que está a la orden del día y que no sorprende a nadie.
De hecho, no hace muchos años este país vivió una importante crisis en el sector de ladrillo que hizo temblar sus cimientos, y de la que aún no se ha recuperado del todo ya que, entre otras muchas otras cosas generó mucha desconfianza.
Pero la historia dice, o al menos así se desprende de numerosos libros y referencias que uno se puede encontrar en internet, que esto de enriquecerse desde la especulación o el tráfico de influencias e incluso desde el abuso de poder no es de ahora, y que viene de hace siglos incluso.
Porque hace más de cuatrocientos años, en España vivió un tal Francisco Gómez de Sandoval-Rojas y Borja, un aristócrata nacido en 1553 en Tordesillas, la Villa del Tratado, que al morir su padre heredó el marquesado de Denia y el condado de Lerma, pero con pocas rentas con las que poder ganarse la vida y que tuvo que laborar lo suyo para salvarse de la ruina que se le venía encima.
Algo que consiguió mediante favores reales y aprovechando sus dotes en las relaciones personales.
Primero casándose con Catalina de Cerda, hija del Duque de Medinaceli, lo que le sirvió para escalar posiciones y lograr el título de Grande de España por parte de Felipe II, y, posteriormente, y a la muerte de este monarca, siendo el valido y la mano derecha del heredero, Felipe III, de quién obtuvo su máxima confianza, lo que le valió para hacer y deshacer a su antojo.
Pues Francisco de Sandoval, Duque de Lerma, que acabó muriendo exiliado en Valladolid en 1625, a los 72 años, ha pasado a la historia, además de por su poder junto al Rey, por ser el mayor especulador y ladrón de España, ya que no se conformaba con levantar chalés y adosados como ahora, sino que iba más mucho más allá: se dedicó a trasladar la capital del Reino de un sitio a otro a su antojo. En este caso de Madrid a Valladolid, en el año 1606, y de Valladolid a Madrid, seis años más tarde, en 1612.
Plusvalías
Un tiempo en el que el Duque de Lerma engordó cuantiosamente sus ingresos y rentas -se estima que el valido de Felipe III logró en Madrid y Valladolid propiedades por valor de más de 80.000 maravedíes, una moneda de la época, con las que obtuvo más de 50 millones en plusvalías. De hecho, según cuenta Alfredo Alvar Ezquerra en su libro "El Duque de Lerma. Corrupción y desmoralización en la España del sigli XVII", Francisco de Sandoval se hizo con inmuebles, solo en la capital de España, que van desde la Plaza de Neptuno hasta Atocha.
Se cuenta que el Duque de Lerma logró persuadir a Felipe III de la importancia que para el Reino y su futuro tendría trasladar la capital de España fuera de Madrid, algo que su padre Felipe II ya propuso., y más en concreto a Valladolid, a apenas 160 kilómetros.
Algo que no fue una casualidad, por cuanto en la capital del Pisuerga el valido ya había puesto sus ojos años antes cuando decidió comprar allí importantes propiedades que, una vez instalada la capital allí, se revalorizaron y crecieron como la espuma.
Así, por ejemplo, seis meses antes del traslado compró el entonces palacio de De los Cobos, luego Palacio Real y hoy propiedad del Ejército, donde se ubica la IV Subinspección General del Ejército, y al año lo enajena en favor de Felipe III ya siendo Valladolid capital del reino.
Una operación en la que, además, el monarca le nombró alcaide del palacio, por lo que el Duque de Lerma, podía vivir en él.
También en la capital del Pisuerga se hizo con la Casa de la Ribera, que vendió como finca de recreo.
El traslado de la Corte de Madrid a Valladolid lo aprovecharon también varios familiares del Duque de Lerma para ocupar puestos de relevancia en el Palacio, lo que muchos han considerado también como un ejemplo de nepotismo hace más de 400 años, equiparable a lo que haría una alcalde de un pueblo, por ejemplo, que coloca a dedo a un familiar en un empleo público.
Pero si el traslado de la Corte a Valladolid le trajo beneficios, el regreso de esta a Madrid apenas seis años más tarde, también fue fructífera para el valido del Rey, gracias a su información privilegiada, puesto que pudo repetir la operación pero a la inversa tras convencer a Felipe III de la idoneidad de regresar a tierras madrileñas por el bien del Reino.
De hecho, para recuperar su capitalidad, Madrid llegó a ofrecer una donación de 250.000 ducados, de los que buena parte, se dice que acabaron en los bolsillos del bueno de Don Francisco de Sandoval.
Sin embargo, a vista de los ojos de la época, el siglo XVII, también se cuenta que el Duque de Lerma lo único que buscaba con estos movimientos es, por un lado, dar un impulso al norte de Castilla, pero también y sobre todo recuperar las maltrechas finanzas del Reino.
Además, esta visión que se tiene del Duque de Lerma como un corrupto, está completamente discutida por algunos historiadores como Hermida Balado, Germán Vázquez o Mónica Martínez García, que sitúan al duque como víctima de una conspiración, orquestada por Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares, por Luis de Aliaga, un dominico aragonés nombrado confesor del rey por influencia del de Lerma, y por su propio hijo, el duque de Uceda, deseoso de sustituir a su padre en la privanza y, al mismo tiempo, de impedir que Galicia consiguiera el voto en Cortes, lucha encabezada por Pedro Fernández de Castro y Andrade, presidente del Consejo de Italia al momento de la caída del de Lerma y principal protegido de este; el Castro presentó su renuncia a la caída del de Lerma, en la creencia de estar bajo una conspiración cortesana.
Si bien, el final de esta historia deja quizás la solución al descubierto, a través de una frase que el pueblo recitaba con sorna e ironía en la época para, al menos, consolarse de sus males y desahogarse: "Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colarado", y que hace referencia al capelo cardenalicio que el Duque de Lerma, quizás viendo lo que se le venía encima y para lograr la inmunidad ante la Justicia, logró de manos del papa Pablo V.
Además, un año antes de su muerte, el Duque de Lerma fue condenado a devolver al Reino más de un millón de ducados.
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