
Educación
Un faro cultural que sigue brillando 40 años después
La Universidad Popular de Palencia celebra cuatro décadas de educación inclusiva, creatividad y compromiso social, guiada por la visión de Cándido Abril

La Universidad Popular de Palencia (UPP) cumple 40 años, un hito que marca no solo la longevidad de un proyecto educativo singular, sino también su impacto profundo y transformador en la vida de miles de palentinos. Bajo el liderazgo de su presidente, Cándido Abril, la UPP se ha consolidado como un faro de aprendizaje, inclusión y creatividad, llevando la educación no formal a los rincones más diversos de la provincia. Una institución que, desde su fundación en 1985, ha sabido adaptarse a los tiempos, mantener su esencia y responder a las necesidades de una sociedad en constante cambio.
La historia de la UPP comienza en un contexto de efervescencia democrática, cuando España, recién salida de la dictadura, buscaba nuevas formas de participación ciudadana. En 1985, Palencia vio nacer este proyecto inspirado en los ideales de las universidades populares, que apostaban por una educación accesible para todos, sin distinciones de edad, formación o condición social. Cándido Abril, un vallisoletano de Tierra de Campos, llegó a Palencia movido por lo que él mismo describe como “envidia” de iniciativas similares en el País Vasco, donde la participación ciudadana en proyectos educativos era vibrante y estructurada.
“Me preguntaba si esto sería posible en nuestra tierra”, recuerda Abril con una mezcla de nostalgia y pasión. “Quería un proyecto dinamizador, estructurado, que fuera más allá de lo que ya existía”. Dejar su puesto en un instituto de Valladolid no fue una decisión fácil, pero la oportunidad de construir algo nuevo, algo que empoderara a las personas a través del aprendizaje, lo llevó a embarcarse en esta aventura. Así comenzó un camino que, según sus propias palabras, ha tenido momentos “duros y blandos”, pero que lo ha dejado “encantadísimo” de formar parte de un proyecto que ha cambiado vidas.
La UPP se distingue en el panorama de las aproximadamente 300 universidades populares de España por su modelo de gestión y su espíritu independiente. A diferencia de otras, que suelen depender de ayuntamientos, diputaciones o gobiernos autonómicos, la UPP ha forjado su camino con una autonomía relativa, lo que le ha permitido mantener su esencia y flexibilidad. “Hemos sufrido un poco la orfandad, pero también el cariño”, explica Abril. Este cariño ha venido de compañeros, alumnos y colaboradores que, desde el compromiso y la amistad, han sostenido el proyecto en los momentos más difíciles.
La independencia de la UPP no implica aislamiento. Al contrario, su fortaleza radica en su capacidad para tejer redes con la comunidad, las instituciones y otros colectivos. “La pobreza, si no te hunde, te hace fuerte”, afirma Abril, resumiendo la resiliencia de una institución que ha sabido convertir las limitaciones en oportunidades. Hoy, la UPP financia el 70 por ciento de sus actividades con las matrículas de sus alumnos, lo que le otorga una libertad creativa y operativa que otras universidades populares, más atadas a estructuras institucionales, no siempre tienen.
Desde sus inicios, la UPP ha tenido claro su propósito: atender a los más necesitados, no solo en términos de pobreza material, sino también de pobreza cultural. En 1985, la educación de adultos en España estaba limitada, a menudo centrada en la obtención de títulos académicos o formación profesional. La UPP rompió con ese esquema al apostar por un modelo de aprendizaje a lo largo de la vida, que abarca desde la alfabetización hasta el desarrollo personal, la creatividad y el bienestar físico y emocional.
“Empezamos en un momento en que la educación de adultos apenas existía como tal”, explica Abril. “Queríamos que las personas, especialmente aquellas que no habían tenido acceso a la cultura por razones históricas o sociales, pudieran aprender, crecer y participar”. Este enfoque inclusivo ha sido el pilar de la UPP, que ha ofrecido desde cursos de alfabetización para quienes apenas sabían leer hasta talleres de yoga, tai chi, pintura, cerámica, teatro y música, entre muchos otros.
Pero la UPP no se ha limitado solo a un enfoque academicista. “No somos una academia donde pagas, aprendes y te vas”, subraya Abril. “Somos un centro educativo con un propósito más amplio: ayudar a las personas a analizar su mundo, a desarrollar un espíritu crítico”. Este espíritu crítico se refleja en la diversidad de sus programas, que no solo enseñan habilidades, sino que fomentan el debate, la reflexión y la participación activa en la sociedad. Desde talleres de análisis de la realidad hasta cursos que exploran la evolución del arte, la UPP invita a sus alumnos a cuestionar, aprender y crear.
Uno de los rasgos más distintivos de la UPP es su alcance más allá de su sede central. En sus 40 años, ha llevado su oferta educativa a centros cívicos, barrios, pueblos y hasta el centro penitenciario de Dueñas. “No teníamos casa propia, así que tuvimos que vivir en las que nos prestaban”, bromea Abril. Pero esta itinerancia no fue solo una necesidad, sino una elección consciente para acercarse a los colectivos más vulnerables y a las zonas más desatendidas.
La UPP ha trabajado con asociaciones de vecinos, colectivos de personas mayores, mujeres, personas con discapacidad y presos, entre otros. “Vamos a la cárcel porque hay una necesidad educativa, no por ocupar un espacio”, explica Abril. Este compromiso se extiende a los pueblos de la provincia, donde la despoblación y la falta de recursos culturales son un desafío constante. A través de convenios con la Diputación y otras entidades, la UPP ha llevado talleres y actividades a estas comunidades, fortaleciendo el tejido social y cultural de la región.
En Palencia capital, la UPP gestiona centros sociales municipales y aulas para personas mayores en barrios como La Puebla y San Juanillo. Con un equipo de 80 profesores y profesoras, atiende anualmente a unas 8.000 personas, una cifra que refleja su impacto masivo. “No se trata de dar una charla o un concierto, sino de un compromiso anual con la comunidad”, destaca Abril.
La UPP no solo educa, sino que también impulsa la cultura como herramienta de transformación social. Un ejemplo emblemático es la Muestra Internacional de Cine, que lleva más de 34 años acercando el séptimo arte a públicos que, de otro modo, no tendrían acceso a películas menos comerciales. “Empezó como un cine club para llevar el cine a quienes no solían ir”, recuerda Abril. Hoy, esta iniciativa, junto con colaboraciones como Palencia Sonora, posiciona a la UPP como un actor clave en la escena cultural de la provincia.
El teatro, la música, la literatura y las artes plásticas también ocupan un lugar central en la oferta de la UPP. Talleres para personas mayores, como los de teatro, no solo fomentan la creatividad, sino que combaten la soledad no deseada, un problema creciente en la sociedad actual. “Los médicos recomiendan participar en actividades como las nuestras porque mejoran la salud mental y emocional”, señala Abril. La UPP colabora con asociaciones como la de Fibromialgia, la Asociación Contra el Cáncer y Aspanis, aportando su granito de arena sin pretender ser especialistas, sino aliados en la construcción de una comunidad más inclusiva.
La radio, otro pilar de la UPP, es un ejemplo de cómo la institución fomenta la participación ciudadana. Con programas gestionados por colectivos y alumnos, la emisora de la UPP, Radio Colores, es un espacio de aprendizaje y creatividad. “No competimos con las radios comerciales, fortalecemos el mundo de las ondas”, afirma Abril. Desde guiones hasta la producción técnica, los participantes se involucran activamente, creando contenidos que reflejan las inquietudes y talentos de la comunidad.
Mirando al futuro con la misma pasión
A lo largo de sus 40 años, la UPP ha sabido evolucionar sin perder su esencia. Ha pasado de ser una institución “familiar” a una más profesionalizada, pero siempre manteniendo un ambiente cálido y colaborativo. “Es casi un milagro”, admite Abril, reflexionando sobre cómo han equilibrado la profesionalización con la cercanía humana. “Trabajamos con personas, no solo con tecnología o títulos. La energía nos la dan las personas, su entusiasmo, su implicación”.
Cada año, la UPP renueva su oferta, eliminando propuestas obsoletas e incorporando nuevas ideas que responden a las necesidades cambiantes de la sociedad. Desde talleres de fotografía digital hasta proyectos como Amparo, que utiliza las nuevas tecnologías para combatir la soledad no deseada, la UPP sigue siendo un proyecto “vivo y constante”. La participación del alumnado en la generación de ideas, como los talleres solidarios para la Asociación Contra el Cáncer, es una muestra de su dinamismo.
La relación con las instituciones públicas, aunque no siempre fácil, ha sido clave para la supervivencia de la UPP. “Hemos sido leales, sin trampas ni colores partidistas”, asegura Abril. Esta lealtad, combinada con una gestión eficiente, ha permitido a la UPP maximizar los recursos públicos y privados, ofreciendo un servicio que, en sus palabras, “da el ciento por uno”.
Al celebrar sus 40 años, la Universidad Popular de Palencia no solo mira hacia atrás con orgullo, sino también hacia adelante con esperanza. Ha sido un faro de educación, cultura y solidaridad, un espacio donde las personas han encontrado no solo conocimientos, sino también comunidad, propósito y creatividad. Como dice Cándido Abril, “la pobreza cultural es tan importante como la material, y nuestro trabajo es abrir puertas a quienes no las tuvieron”.
En un mundo cada vez más individualista, la UPP sigue apostando por la participación, el espíritu crítico y la construcción colectiva. Su legado es un testimonio de lo que es posible cuando la educación se pone al servicio de las personas y las comunidades. Que cumpla muchos más años, porque Palencia, sin la UPP, no sería la misma.
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