Cultura

Pedrero, el maestro del dibujo burgalés que plasmó mejor que nadie con sus lápices y pinceles la convulsa España de los siglos XIX y XX

Ilustrador, cartelista y cronista gráfico dejó un amplio legado repleto de escenas históricas y costumbristas de un país que estaba cambiando

Fotografía de Mariano Pedrero realizada en 1926
Fotografía de Mariano Pedrero realizada en 1926Familia Mariano PedreroLa Razón

El Museo del Prado, en Madrid, acoge hasta el próximo 22 de septiembre una interesante y divulgativa exposición pictórica, con temática social, sobre los artistas españoles de finales del siglo XIX y principios del XX.

Una muestra, compuesta por más de trescientas obras, que acerca desde el arte los cambios y transformaciones sociales que vivía el país en aquella época, un periodo convulso de la historia de España en el que se sucedieron acontecimientos importantes.

Y entre los artistas que forman parte de la exposición se encuentra el el maestro del dibujo y la ilustración burgalés Mariano Pedrero López (Burgos, 1865 - Madrid, 1927), un artista no muy conocido para el gran público sino más bien en ámbitos muy reducidos, pero que está considerado como uno de los más grandes ilustradores españoles de su tiempo, cuando la imagen recreada pugnaba con fuerza con la fotografía como fuente documental a la hora de ilustrar cualquier noticia.

Pedrero convivió con los escritores y poetas de las generaciones del 98 y del 27, un momento cultural importante en la historia del país, y fue testigo directo de grandes acontecimientos que se vivieron en aquellos años de finales del siglo XIX y principios del XX en España, como la guerra de Cuba. con la que Pedrero debutó en la revista Nuevo Mundo elaborando dos portadas sobre esta fatídica contienda para los intereses de España.

Imagen de la obra de Mariano Pedrero sobre el descarrilamiento de un tren en un puente en Jiloca que puede verse en el Museo del Prado
Imagen de la obra de Mariano Pedrero sobre el descarrilamiento de un tren en un puente en Jiloca que puede verse en el Museo del PradoAndrés PedreroLa Razón

Las obras de este ilustrador burgalés son una buena muestra de lo que se vivía en esos tiempos de finales del siglo XIX y principios del XX. Momentos históricos que Pedrero resumía a su manera, en forma de editoriales gráficos como buen cronista que era, cuyo eco aún sigue resonando.

El cartelista burgalés está presente en esta sugerente exposición del Museo del Prado a través de una sus obras más relevantes en la que narra un caso real y trágico que se produjo en la España de principios del siglo pasado.

Concretamente en el verano del año 1904 en la provincia de Teruel: el descarrilamiento en un puente de un ferrocarril de la compañía Central de Aragón que se dirigía a Calatayud desde Valencia, la conocida como catástrofe de Jiloca, por cuanto se produjo en las cercanías de la localidad turolense de Luco de Jiloca, a la altura del puente sobre el río Pancrudo, en el paraje denominado Entrambasaguas. Un accidente que dejó cinco muertos y una veintena de heridos.

Esta excelente obra de Mariano Pedrero, de 420x600 mm, es una de las veinte originales de este maestro cartelista pertenecientes a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, según explica a este periódico su bisnieto, Andrés Pedrero.

Está realizada en cartulina y bajo la técnica conocida como aguada, que es un método húmedo y monocromático, en el que se pinta el dibujo con distintos tonos de gris, creando manchas o zonas tonales y efectos de claroscuro.

Óleo de un tejado de una casa de Burgos, obra de Mariano Pedrero
Óleo de un tejado de una casa de Burgos, obra de Mariano PedreroFamilia de Mariano PedreroLa Razón

Paisajes costumbristas

A través de sus pinceles y lápices, Pedrero no solo mostraba la época que le tocó que vivir con todo lujo de detalles, sino que también gustaba de representar las cosas sencillas y cotidianas de la vida, las escenas costumbristas y los paisajes que le rodeaban.

En la Biblioteca Nacional de España se conserva el mayor número de publicaciones ilustradas suyas, aunque también el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el diario ABC custodian una treintena de originales suyos.

Un campesino comiendo tizas, obra de Mariano Pedrero
Un campesino comiendo tizas, obra de Mariano PedreroFamilia Mariano PedreroLa Razón

Estampas a lápiz sobre Segovia, Zaragoza y Santander; figuras humanas como la Virgen de Olaz, un bandolero, un campesino comiendo tizas, varios pescadores de caña en Biarritz; un óleo sobre un tejado de Burgos; imágenes sobre la Iglesia de Santa Clara de Castro Urdiales; el molino de Ravía, en Comillas; la iglesia de Nuestra Señora de la Virgen de la Caridad, en Udías; la fiesta de la aerostación; o el baile en el Palacio de Ajuda, en Lisboa, son algunos de estos bellos dibujos de Pedrero, enmarcados entre el costumbrismo y el historicismo, en los que mostraba la España de la época, nexo entre dos siglos.

E incluso dibujó dejando testimonio de su existencia para la eternidad algunas obras arquitectónicas hoy desaparecidas, como el quiosco del parque del Oeste, en Madrid, así como el hospital asilo de Torrelavega, la preciosa estación de ferrocarril de Solares o el puente colgante de Carandia sobre el río Pas, en el municipio cántabro de Piélagos.

Dibujo a lápiz de Segovia, obra de Mariano Pedrero
Dibujo a lápiz de Segovia, obra de Mariano PedreroFamilia de Mariano PedreroLa Razón

Ilustrador de libros y en prensa además de cartelista, la obra de Pedrero es amplia y variada e incluya hasta guías para el veraneante en pequeño formato para Santander y Gijón, y diseñó portadas de los programas de festejos y grandes fiestas de ciudades como La Coruña o Burgos.

Ahí está su programa de Ferias y Fiestas de San Pedro y San Pablo de 1926 o cinco años antes el programa que hizo acerca del VII Centenario de la Catedral de Burgos.

En definitiva, una obra insigne de un dibujante, pero sobre todo un cronista gráfico no menos insigne, que nació en Burgos pero que mostró como nadie la España costumbrista pero también modernista que asomaba en esos años de finales del siglo XIX y principios del XX.