Curiosidades

La remota aldea sacada de un cuento que está situada a mayor altitud en España

Este pequeño pueblo donde nace el río Sil cuenta con algo menos de medio centenar de habitantes que pueden presumir de vivir en uno de los entornos naturales más bellos y espectaculares de la Península Ibérica

Panorámica de La Cueta a vista de dron tras una nevada
Panorámica de La Cueta a vista de dron tras una nevadaCaptura de videoLa Razón

A 80 kilómetros de León y 405 de Madrid, junto al lugar donde nace el popular río Sil que discurre por las provincias de León, Orense y Lugo y que los romanos llamaban el río de las arenas de oro, y en pleno Parque Natural de Babia y Luna, se encuentra uno de los pueblos más recónditos y remotos de toda España, pero a la vez con más encanto, que el viajero que ama la naturaleza ha de visitar alguna vez en su vida: La Cueta.

Una pequeña aldea oculta entre las montañas, que pertenece al municipio de Cabrillanes al igual que otros de su alrededor como es el caso de Huergas de Babia, Lago de Babia, Mena de Babia, Meroy, Las Murias, Peñalba de Cilleros, Piedrafita de Babia, Quintanilla de Babia, La Riera de Babia, San Félix de Arce, Torre de Babia y La Vega de los Viejos.

Un pueblo que parece sacado de un cuento, que está situado a casi 1.500 metros de altitud, por lo que es uno de los municipios más altos de la Península Ibérica, que invita a la reflexión y a desconectar del mundanal ruido, y que, sobre todo, llama a disfrutar del entorno que le rodea. Desde sus montañas, hasta el sonido del agua del río, de las aves o del viento e incluso de la abundante nieve que cada año cae por estas fechas o del esplendor de la primavera cuando rompe.

En La Cueta viven apenas medio centenar de personas que se dedican al turismo, pero también a la trashumancia y la ganadería, que son las principales fuentes de riqueza del pueblo. Una aldea que consta de tres barrios claramente separados: Quejo, Cacabillo y La Cueta situados a lo largo del estrechón de Bocarrío, un desfiladero natural formado por el Sil al poco de nacer en los puertos de Cuetalbo.

Una zona repleta de bosques en los que predominan las hayas aunque abundan los robles, fresnos, arces, tilos, acebos, tejos, abedules, castaños, encina carrasca y el quejigo o roble carrasqueño, y donde ha encontrado su hábitat el oso pardo, pero también se han visto lobos. Como buen pueblo ganadero y trashumante que es con la oveja merina como protagonista, existen bastantes zonas de pastos y de matorral donde sobresalen los brezales, arándanos y enebros.

En La Cueta, además de contemplar el paisaje y hacer senderismo -se recomienda una ruta que va desde el centro del pueblo hasta Fuentes del Sil y Peña Orniz, a 2.291 metros de altura-, se puede pescar bien y de forma legal.

 

Pasear por sus calles y disfrutar de arquitectura popular basada en casas de piedra y madera con techo de pizarra es una delicia mientras. Una aldea que ofrece también un rico y variado patrimonio que va desde la parroquia de San Mateo de las Cueta, en un altozano de la parte alta de la aldea, hasta la ermita Hijuela de Nuestra Señora de las Nieves de Cacabillo, pasando por el famoso puente de piedra en el que perduran aún algunos vestigios del cenobio medieval de Santibáñez, del que apenas se reconoce la planta de la iglesia.

También se conserva muy bien un antiguo molino harinero y las fábricas de luz local en cada barrio. En Quejo, también se conserva la ermita y, junto al río, dos fábricas de luz, una en el centro del pueblo y la otra, aguas abajo del puente de piedra.

La Cueta de Babia es, en definitiva, un pueblo tranquilo pero, sobre todo, una muestra viva de arquitectura tradicional que aporta un entorno cálido a un lugar más bien frío en lo climatológico, por cuanto es una zona donde suele nevar bastante y se recomienda incluir cadenas en el equipaje del coche para visitarlo.

Puente de piedra de La Cueta
Puente de piedra de La CuetaAyto. CabrillanesLa Razón

Una aldea que, además, está muy cerca de la frontera con Asturias, y a un paso del Parque Natural de Somiedo, ya en el principado. Una zona repleta de cañones y gargantas en la que el turista tiene para escoger a la hora de hacerse un selfie.

En los últimos años, el pueblo ha mejorado su aspecto para el turismo, sobre todo el pavimento y la iluminación, además de su patrimonio religioso.