Patrimonio

La vergonzosa venta de una joya artística vallisoletana que hoy se expone en el MET de Nueva York

Una obra maestra que ha sido víctima del expolio, la especulación y el desprecio al arte en tiempos pasados

Reja de la catedral de Valladolid expuesta en el Museo de Arte Metropolitano (MET) de Nueva York
Reja de la catedral de Valladolid expuesta en el Museo de Arte Metropolitano (MET) de Nueva YorkLa RazónLa Razón

Castilla y León es una región con un legado patrimonial inmenso e imponente forjado a lo largo de siglos y siglos de historia del que puede disfrutarse en pueblos y ciudades de la comunidad, pero también en el mundo, fruto del expolio, la especulación o el desprecio al arte en tiempos pasados.

Es el caso que ocupa estas líneas de LA RAZÓN de este domingo, que tiene que ver con uno de los capítulos más negros e incluso turbios de la historia de Valladolid, y más en concreto de su inacabada pero espectacular Catedral.

Se trata de la antigua reja del coro de la Seo vallisoletana, una obra maestra del siglo XVIII realizada por el artesano Rafael Amezúa de Elorrio y encargada por el obispo Isidro Cosío y Bustamante, que sobresale por tamaño, enorme e imponente, así como por sus precisos y cuidados acabados en color dorado.

Esta joya se instaló en la Catedral allá por el año 1763 con eun claro objetivo: dividir el altar mayor del coro. Una misión que cumplió a la perfección hasta que una drástica e incomprensible decisión acabó con ella provocando su retirada y su marcha a un curioso y lejano destino. En concreto, a uno de los espacios expositivos más prestigiosos de Estados Unidos, el Museo Metropolitano de Arte (MET) de Nueva York, donde esta reja es admirada y una de las obras de arte más emblemáticas.

Las reformas emprendidas a comienzos del siglo XX por el obispo Remigio Gandásegui en la Catedral de Valladolid está detrás de este desaguisado, puesto que conmotivo de los trabajos que se llevaron a cabo hubo que desmontar la reja, que se dejó increíblemente abandonada en un huerto que había cerca de la Seo, donde quedó a la intemperie varios años.

En concreto, hasta1927, cuando el arquitecto estadounidense Arthur Byne conoció su existencia y propuso venderla a un empresario dedicado a la prensa de la época además de coleccionista como era William Randolph Hearst, que se había marcado como reto en su vida reunir en su casa una especie de museo privado con piezas procedentes de todo el mundo. Byne, seguramente informado por alguna alta jerarquía eclesiástica, se presentó en Valladolid un año después ofreciendo sumas de dinero por distintas obras que al Cabildo parecieron suculentas y no supo rechazar.

Tal es así que la operación se inició y fructificó en 1928 sin que nadie ni ninguna autoridad encargada de velar por la conservación del patrimonio pusiera pega alguna para evitarlo. El magnate compró la reja por un precio simbólico de 500 pesetas, unos 1.600 euros de hoy. Una auténtica ganga y un expolio con similitudes a lo que ocurrió con la venta seis años antes, en 1922, a un anticuario estadounidense de otras obras de arte, como los frescos de la ermita soriana de San Baudelio de Casillas de Berlanga.

Pero no solo se quedó en la reja, ya que el estaounidense compró también dos órganos y una biblioteca entera de cantorales.

Una vez realizada la adquisición de la reja, lo complicado era cruzar el charco con ella y trasladarla hasta Nueva York. Para ello, la reja se desmontó y se empaquetó en cajas que se enviaron primero al puerto de Valencia desde donde un buque puso rumbo a Nueva York.

El crack bursátil de 1929 alteró los planes del comprador que no pudo cumplir su sueño de instalar la reja en su mansión y decidió guardar esta joya en un almacén hasta que 1956, la Fundación con el nombre del magnate, Hearst, la donó al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MET), donde se expone desde entonces en la sala 305, dentro de un espacio dedicado al arte medieval y renacentista de Europa.

Leyendas y curiosidades de hoy

Cuenta la leyenda que varios espíritus con no buenas intenciones deambulan por esa sala 305 del MET, y que cuando esta se queda en silencio, entre sus barrotes se escuchan tristes cantos gregorianos que ensalzan al Diós del dólar.

Otra curiosidad, según cuenta la profesora de la Universidad de Valladolid, María José Martínez Ruiz, en la monografía "La destrucción del patrimonio artístico español", la reja pudo regresar a su lugar de origen hasta en dos ocasiones, porque el Museo Metroplitano de Nueva York no tenía intención de exponerla, ya que su objetivo era intercambiarla por otras obras de arte, entre ellas el ábside de la Iglesia de San Martín de Fuentidueña, en Segovia, y para ello estuvo negociando con el Gobierno de Franco aunque sin éxito. La operación final afectó a otras obras de arte españolas y la reja se quedó en suelo neoyorkino.

Y, para má sinri, la reja se ha convertido en una de las imágenes más representativas del Museo Metropolitan de Nueva York para felicitar cada año sin falta la Navidad.

Imagen de la felicitación navideña del Metropolitan de Nueva York con la reja "expoliada" de la catedral de Valladolid
Imagen de la felicitación navideña del Metropolitan de Nueva York con la reja "expoliada" de la catedral de ValladolidMetropolitan

Estética rococó

La reja tiene su origen cuando el obispo Isidro Cosío y Bustamante decide costear una reja en el siglo XVIII para cerrar el coro de la catedral vallisoletana, construído en 1667 y que ocupaba desde los pies el segundo tramo de la nave central albergando hasta tres sillerías distintas.

La reja en cuestión era tremenda de grande, lo que supuso todo un desafío para la época. En 1763 se terminó la obra y se trasladó desde Vitoria a Valladolid en carretas y por piezas, y no fue hasta el 7 de diciembre de aquel mismo año cuando ya lució en su eslendor en la Catedral de Valladolid.

La reja, de estética rococó, está compuesta por tres cuerpos de diferente altura recorridos por columnillas torneadas. La parte inferior se apoya en un basamento de piedra y cuenta con una puerta practicable en el centro, un friso sobre cada uno de los cuerpos y un remate en la parte de arriba compuesto de un círculo central coronado por una gran cruz calada y óvalos a cada lado, todos enmarcados por roleos vegetales y acompañados de floreros y pebeteros, con dos jarrones con lirios sobre adornos calados en los extremos.