Salud

¿Cómo es vivir sin gusto ni olfato?

Uno de los síntomas del coronavirus es una afectación mucho más incómoda y problemática de lo que pudiese parecer

Marta Tafalla nació sin olfato, pero asegura que para ella no representa ningún trauma
Marta Tafalla nació sin olfato, pero asegura que para ella no representa ningún traumalarazon

Si tenemos en cuenta que el ser humano tiene cinco sentidos, ¿nos hemos de creer que perder dos no tiene consecuencias relevantes? Uno de los últimos síntomas que se confirmó que provocaba el coronavirus era la pérdida de gusto y olfato, una afectación cuyo impacto emocional si se alarga en el tiempo puede ser importante. Y no es un problema nuevo, existen diversas causas que provocan esta incapacidad. Y aprender a vivir con ella no es nada sencillo.

En medicina se denomina anosmia a la pérdida crónica o temporal del olfato y suele acarrear también la pérdida total o parcial del gusto. Sandra, una joven barcelonesa de 24 años, sufrió una conmoción una noche de fiesta. Se resbaló en la calle y lo único que recuerda es despertar en el hospital. El dolor pasó, los mareos acabaron, pero al volver a casa vio que no tenía ni sentido del olfato ni el gusto. Lo que supo al instante es que hay cosas que sólo echas de menos cuando no las tienes. Y la vida sin olores empezó a afectarla de forma profunda, como si no encontrase su arraigo, su sentido de pertenencia. “Comer empezó a parecerme una pérdida de tiempo porque no podía disfrutarlo”, asegura.

El 15 por ciento de los que sufren anosmia es a causa de un fuerte golpe o trauma en la cabeza, mientras que el 20 por ciento es por una infección respiratoria, como en este caso el coronavirus. Otro 25 por ciento sufre esta condición en algún momento de su vida sin que se sepan exactamente las causas y sólo un 1 por ciento nace sin olfato. Los que nacen sin olfato pueden pasar años hasta que sepan que tienen un déficit en su percepción de la realidad.

La relación del olfato con la memoria es más que directa, como demostró Proust con sus célebres magdalenas en el inicio y el final de “En busca del tiempo perdido”. Los que sufren anosmia pueden recordar cosas, pero nunca tendrán la sensación de afecto y calor emocional asociada al recuerdo. Es decir, si habla con sus amigos de un día en la playa de hace cinco años, ella podrá recordar lo que pasó a grandes rasgos, pero sus amigos tendrán los detalles, las emociones, el aspecto más vívido y alegre del recuerdo. Por tanto, los anosmáticos tendrán que apoyarse sobre todo en fotografías y diarios para intentar capturar mejor estos recuerdos.

Otro de los defectos de vivir sin olfato es la propia supervivencia. Los sentidos también son detectores de peligros. El caso más típico de los que sufren esta dolencia es no detectar rápido, por ejemplo, si el gas de la cocina está abierto. A esto hay que añadir comida en mal estado, humos, etc. Esto obliga a que sean más dependientes de las personas que tienen alrededor.

Los últimos estudios aseguran que a partir de los 50 años empezamos a perder capacidad olfativa, aunque la investigación alrededor del problema es escasa y todavía hay mucho desconocimiento sobre por qué ocurre y, sobre todo, cómo tratarlo. Los primeros problemas asociados son una nutrición inadecuada, la reducción del placer social y búsqueda de aislamiento y una disminución general del bienestar. El 80 por ciento de los desordenes del gusto en realidad son desórdenes del olfato y es imposible disasociar a los dos.

En un estudio reciente, 71 pacientes de 31 a 80 años con deficiencias en los sentidos del olfato y el gusto demostró un impacto muy negativo en la calidad de vida. Muchos aseguraron desarrollar una sensación de aislamiento asociado al no encontrar quien comprendiera realmente su problema. Sus relaciones eran vistas como un desequilibrio a nivel sensacional. Muchos perdieron la satisfacción de comer, lo que derivó en pérdida de apetito y bajada de peso. Algunos, en cambio, en su búsqueda desesperada por encontrar un sabor, empezaron a comer comidas grasas sobre saturadas de azúcar o con grandes dosis de sal, con los problemas derivados que esto conlleva-

Otro problema era la ansiedad causada por su incapacidad de olerse a sí mismos. Al no tener la capacidad de saber si desprendían mal olor, empezaban a obsesionarse con sobre perfumarse, pero al no saber si se habían puesto suficiente aroma, ni siquiera si en realidad aquello que tenía que remediar su posible mal olor olía bien, caían en el estrés y la angustia.

En los que eran padres, muchos sentían frustración y fracaso al no saber si sus bebés acababan de hacer sus necesidades en el pañal. Incluso una madre aseguró que le era difícil conectar con su hijo ya que no podía olerlo. Todas estas emociones provocaban rabia, ansiedad, frustración, depresión, aislamiento, pérdida de confianza y tristeza.

Además, al no ser un problema de vida o muerte, muchos aseguraban que la asistencia primaria minusvaloraba sus problemas, con lo que no encontraban el acompañamiento adecuado para el problema que estaban sufriendo. “Es importante que estas personas encuentran el tratamiento, o al menos el conocimiento y comprensión que necesitan, porque una mala relación con sus médicos puede crearles todavía mayor sensación de inseguridad e aislamiento”, asegura Carl Philpott, médico especialista responsable del estudio.