Opinión

La puerta del año

Así llama san Isidoro en sus “Etimologías” al mes de enero, nombre que viene del dios Jano, a quien fue consagrado este mes por los romanos, pese a que no era para ellos el primero del año sino el penúltimo, pues su calendario empezaba en marzo. Jano era el dios de las puertas, de los comienzos y los finales, y por eso se le representaba con dos caras, que le permitían mirar simultáneamente hacia adelante y hacia atrás y ver así el pasado y el futuro.

Es lo que se esperaba de él cuando el mes al que da nombre pasó a ser el primero del calendario, que con una cara estuviera mirando hacia la entrada del nuevo año y con la otra a la salida del que quedaba atrás.

Y esto último es lo que ha debido de hacer últimamente, mirar para atrás y no estar atento a lo que se le venía encima, el año pasado la borrasca Gloria, que arrasó el litoral mediterráneo, y este Filomena y Hortense, que vaya trío para llevar esos nombres tan apacibles y poéticos.

Filomena, que en el lenguaje poético designa al ruiseñor, vistió de blanco media península y Hortense ha barrido casi todo el país –y ojalá también el coronavirus– con vientos y tormentas. Entre estas dos pasó casi desapercibida Gaetan, y ya se anuncian las que están preparándose allá en las profundidades del océano.

No se sabe quién las bautiza, pero llevan todas unos nombres muy eufónicos y familiares que nadie asociaría con las consecuencias que luego acarrean, de calamidades y desgracias, y sí, por el contrario, con algo parecido a la armonía y el sosiego, el bienestar y la bonanza. Apunten, para que vean si no lleva uno razón, sus nombres, y por el orden en que según la AEMET van a llegar: Ignacio, Justin, Karim, Lola, Mathieu, Nadia, Octave, Paula, Rodrigo, Sofía, Tristán, Viviane y Walter.