Opinión
Tribulaciones de un votante
El votante es un amigo, y las tribulaciones, las que va desgranando mientras inspecciona los bancos de la plaza, a ver si queda libre el que a él más le gusta y puede sentarse un rato a tomar el sol y ver pasar la gente.
La primera, la salud, que a ver si no podían haber esperado a que las cosas se arreglaran un poco. Pero nada, los que mandan solo miran lo suyo, sus intereses. Madrugar y estar allí antes de que abran, eso es lo que tiene pensado, lo mismo que hace cuando le toca ir al supermercado. A esa hora no habrá aerosoles flotantes todavía en el colegio electoral, dice, aunque antes se asegurará bien de que la mesa en que le toque votar esté constituida, no sea que por llegar el primero le reenganchen como vocal.
Luego está lo del voto. La propaganda electoral, si no se la podían haber ahorrado esta vez. ¿Alguien cree que los mítines y todo el tinglado sirven para algo? ¿Que alguien va a cambiar el voto por uno de esos carteles? Si ya todo el mundo lo tiene decidido de antemano, a quién va a votar, si a los de los sobres blancos o a los de los amarillos. Y lo mismo los programas de los partidos. ¿Los lee alguien? Es más, ¿alguien cree que esos programas se van a cumplir? Solo un par de veces votó con ilusión, confiesa, antes de perder la inocencia política.
Y para colmo ahora, cuando parecía que podía haber algún arreglo, salen con lo del veto por escrito a pactar con un partido, ya sabes cuál. Con lo que otra vez a las andadas, el enfrentamiento y no la negociación, la confrontación en lugar del pacto, el cordón sanitario como le llaman ahora en vez del diálogo y el entendimiento. En resumen, que vuelven los nubarrones más negros a oscurecer el horizonte.
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