Opinión

La verdadera actitud positiva

Una lluvia de cenizas cae sobre Santa Cruz de La Palma
Una lluvia de cenizas cae sobre Santa Cruz de La PalmaKike RincónEuropa Press

Mira que está de moda eso de la «actitud positiva». «Tenemos que vivir con ilusión, con alegría, con entusiasmo… ¡ir contentos por la vida!», nos dicen. A veces, hasta parece que tengamos que ir por la calle dando saltos de felicidad, sonriendo a todo el mundo y regalando flores.

La semana pasada, cuando veía a cualquier hora el monográfico televisivo sobre la erupción volcánica en la isla de La Palma, me quedaba anonadado ante el horror: familias enteras que se habían quedado sin casa de la noche a la mañana; que su vivienda había, literalmente, desaparecido para siempre bajo la lava o que estaban esperando a que lo hiciera en las próximas horas, con absoluta impotencia. Lo mismo con negocios, con cultivos, con escuelas…

Me imaginaba entonces a alguien explicándole a esta pobre gente que tenían que vivir con ilusión, con alegría, con entusiasmo y todo eso. Me imaginaba las caras que pondrían los afectados a quien les viniera con ese cuento.

Yo estoy de acuerdo en que debemos procurar tener una actitud positiva ante la vida, pero no tanto en el contenido que, a menudo, se le tiende a dar a dicha actitud de un modo superficial. La actitud positiva no significa ir cantando de alegría todo el día , porque la gente, muchas veces, desafina y con razón. Yo la identifico más con el valor, con la aceptación de que, en ocasiones, todos nos vamos a tener que enfrentar con algún problema, y algunos, también con alguna desgracia; y con que, cuando eso ocurra, tengamos la fuerza suficiente para sobreponernos a esa situación adversa; para no dejar que nos venza, por mucho que, de entrada, se ponga por delante en el marcador y por más de un gol de diferencia. La actitud positiva es la que nos ha de permitir remontar ese partido que vamos perdiendo, pero sin sonrisas obligadas, sin ir saltando por la calle. Una buena actitud muchas veces consiste simplemente en no caer en la contraria, en la negativa, la que te invita a rendirte y te conduce a la depresión. Y eso, es tener valor. No temer al problema, sino mirarle a los ojos, aceptarlo cuando viene como uno más de los que se te van a aparecer en tu vida y convivir con él hasta que desaparezca, porque lo has vencido, porque, simplemente, se ha desvanecido o porque se ha cansado de ti y, derrotado, te ha abandonado.

Los afectados de La Palma no pueden cantar ni casi sonreír. Pero sí armarse de valor, sobreponerse e intentar rehacer sus vidas como sea. Como puedan. Mostrando así la mejor de las actitudes.