Cataluña
ERC está dispuesto a gobernar sin JxCat ante el órdago de Puigdemont
Los republicanos no forzarían la salida de los posconvergentes, pero sí la aceptarían
Durante las negociaciones para la investidura de Pere Aragonès, Esquerra ya amagó con gobernar en solitario si JxCat no se avenía a un acuerdo de legislatura. Finalmente, hubo pacto y tras 100 días de Govern más o menos cohesionado y sin grandes fisuras, parecía despejado del horizonte ese escenario. Sin embargo, en el último mes ha regresado y ha sobrevolado en el Palau de la Generalitat a raíz de las crisis que han ido estallando entre ambos socios. «Si se quieren ir del Govern, que se marchen», aseguran algunas voces de Esquerra, partido que está predispuesto a gobernar en solitario si JxCat sale del ejecutivo catalán de forma voluntaria, aunque tampoco hará nada por forzar una ruptura.
De hecho, la detención de Carles Puigdemont ha dado muestras de que Aragonès tiene intención de tratar de consolidar la coalición con JxCat y congraciarse con el expresidente de la Generalitat, con quien la relación personal hasta ahora era mala. En este sentido, desde el arresto del jueves, Aragonès ha paralizado toda su agenda para volcarse con el líder de los posconvergentes y se ha desplazado hasta Cerdeña para arroparle. Un gesto que ha sido muy bien recibido en las filas de JxCat y así lo han destacado de forma pública: desde el propio Puigdemont, durante la rueda de prensa celebrada el sábado en Alguer tras ser excarcelado, hasta diputados habitualmente críticos y hostiles con ERC.
Lo cierto es que una salida de JxCat del Govern sería un alivio para los republicanos porque ganarían estabilidad y se ahorrarían muchas broncas. Si bien, es un escenario impensable porque hay muchos cargos y poder en juego y, como explicó este diario ayer, el vicepresident Jordi Puigneró tampoco ha dado ninguna señal en este sentido. Con la detención de Puigdemont, los posconvergentes han obtenido munición para disparar contra la mesa de diálogo y las relaciones entre Esquerra y el Gobierno. De entrada, han aprovechado para elevar la presión y pedir más confrontación con el Estado. Según la lectura que hacen algunos destacados dirigentes (como Joan Canadell), la operación judicial genera un marco propicio para intentar otro golpe contra España porque ha devuelto los focos internacionales hacia Cataluña tras haber ido ido perdiendo mucho peso en el exterior.
Aragonès tendrá, por tanto, que manejar ahora un nuevo escenario que cabe ver cuánto perdura porque, como mínimo, estará en la agenda política durante una semana: el juez italiano decidirá sobre la extradición el 4 de octubre. El president ha mimado a Puigdemont (volcando a todo el Govern con él) y ha alimentado las dudas sobre el rumbo a seguir, ya que en las últimas 72 horas parece haberse «olvidado» de la mesa de diálogo. No ha hecho ninguna mención, se ha limitado a reclamar con mayor ahínco la autodeterminación y la amnistía, exigencias que el Gobierno no piensa ceder. De hecho, ayer, en la Fiesta de la Rosa, Miquel Iceta, Salvador Illa o Raquel Sánchez enviaron un mensaje claro a Puigdemont: «Nadie puede saltarse la Ley». Sí es cierto que Aragonès ha evitado hacer referencia a la mesa de diálogo, pero Oriol Junqueras se ha encargado de defenderla con firmeza desde el primer minuto.
Entre tanto, JxCat aprieta también de cara a los Presupuestos del Estado y llama a ERC, socio determinante del Gobierno, a votar conjuntamente. Lo que sí está claro es que rechazar estas cuentas no va a ser sencillo para ninguna formación independentista porque hay mucho dinero en juego y, de ello, dependerán buena parte de las finanzas de la Generalitat. Un parlamentario ironizaba recientemente sobre el cabreo que tendría el conseller de Economía (JxCat), Jaume Giró, si no propespran los números.
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