Salud

Un tercio de los agresores de personas atendidas en Vall d’Hebron por violencia sexual infantil son menores

El perfil del paciente de la Unidad de Atención a las Violencias hacia la Infancia y la Adolescencia (Equipo EMMA) es una niña de 13 años y en el 83% de los casos el agresor es un familiar o conocido

Giuliana Ríos, Mireia Forner y Anna Fàbregas, del Equipo EMMA de Vall d'Hebron
Giuliana Ríos, Mireia Forner y Anna Fàbregas, del Equipo EMMA de Vall d'HebronVall d'Hebron

Las niñas o adolescentes de 13 años son las principales víctimas de la violencia sexual infantil y habitualmente el agresor forma parte de su entorno familiar o es alguien conocido y destaca especialmente que en un 32% de los casos se trata de un agresor menor de edad, tal y como ponen de manifiesto los datos recogidos por la Unidad de Atención a las Violencias hacia la Infancia y la Adolescencia (Equipo EMMA) de Vall d’Hebron entre noviembre de 2021 y noviembre de 2022, durante su segundo año de funcionamiento.

Durante esos 12 meses, la unidad atendió a 341 pacientes, 34 más que en el mismo periodo del año anterior, un 79% de los cuales había sido víctima de violencia sexual, un 15,5% había sufrido violencia física y un 3%, negligencias en los cuidados. En este sentido, cabe recordar que el Equipo EMMA es el dispositivo referente para niños y adolescentes víctimas de violencia sexual en Barcelona, de ahí la alta representatividad de las víctimas de violencia sexual que, en un 87% de los casos fueron niñas, mientras que, en lo relativo a la edad, el 42% superaban los 13 años, el 34% tenía edades comprendidas entre los 8 y los 12 años, mientras que un 23,5% de las víctimas eran menores de siete años.

Respecto al hecho de que el perfil de quien padece violencia sexual infantil sea una niña de 13 años, Giuliana Ríos, trabajadora social sanitaria del Equipo EMMA, explicó durante la presentación del balance de la actividad de la unidad durante el último año que “en algunos casos, son menores que han sufrido recientemente la agresión, pero en otros lo que ocurre es que no es hasta esa edad que son capaces de explicar la experiencia vivida con anterioridad, que pueden verbalizar los hechos que pasaron hace años”. Y en la figura en la que suelen confiar las víctimas para revelar el episodio de violencia sexual sufrido son, principalmente, las madres (45,4%) y la escuela (17%).

En cuanto a lo que se refiere al perfil del agresor, en la mayor parte de los casos (83%) es un familiar o conocido de la víctima. Y es que la violencia sexual infantil suele ser intrafamiliar (50%), entorno en el que el padre (34%) o el primo (17%) son las principales figuras agresoras, pero cuando ésta es extrafamiliar, sorprende que en un 42% de las ocasiones el agresor es un igual, de una edad similar a la de la víctima, habitualmente, un conocido del ámbito educativo.

De hecho, pese a que los agresores son mayoritariamente personas adultas, se ha observado que un tercio (32%) son menores de edad, un dato que resulta preocupante y que coincide con lo que ya se ha visto en estudios recientes, así como con la percepción en otras unidades de estas características. Sobre los posibles factores que podrían explicar esa creciente representatividad de los agresores menores de 18 años, Mireia Forner, psicóloga clínica del Equipo EMMA, hizo alusión durante la presentación del balance de la unidad a “las características propias del individuo, como su impulsividad, su escasa empatía o dificultad para regular las emociones..., la situación familiar, una falta de educación afectivo-sexual, un acceso temprano a la pornografía o la exposición prematura a conductas sexuales inapropiadas”.

Prevención para salvar

Además, Forner recordó que “se ha visto que, frecuentemente, los agresores adultos se iniciaron en la violencia sexual antes de alcanzar los 16 años de edad”, lo cual apunta a que éstos” tiene una trayectoria creciente y eso nos indica que estamos fallando, ya que hay precursores sobre los que no estamos actuando a tiempo”. Todo ello, pone de relieve, pues, la importancia de trabajar en la prevención de la violencia sexual infantil mediante la educación de los niños a edad muy temprana.

En este sentido, la doctora Anna Fàbregas, adjunta del Servicio de Pediatría y coordinadora del Equipo EMMA, señaló que “la escuela juega un papel muy importante en la educación afectivo-sexual de los niños y ésta debería comenzar antes de los 11 o 12 años, como se está haciendo ahora”. “Hay que empoderar a los niños desde bien pequeños y quizá así el agresor no lo tendría tan fácil”, indicaba la doctora para a continuación comentar que “lo ideal sería comenzar esa educación afectivo-sexual a los 3 años”.

En la misma línea, Ríos aseguraba que “vamos tarde”. “La educación afectivo-sexual en las escuelas debería ser una asignatura tan importante como las matemáticas”, mientras que Forner ponía de relieve la importancia también de trabajar con los niños “acerca de lo que es el buen trato, en contraposición con el mal trato, así como educarles sobre sus derechos y que sepan que a un adulto también le pueden decir que no, y hablar con ellos de los mitos, prejuicios y estereotipos a nivel de género”.

El trabajo emocional también es una pieza clave en la prevención, como también lo es el control y educación en lo relativo al uso de las nuevas tecnologías, entre otras cosas porque un 9% de los casos de violencia sexual infantil tienen lugar en entornos digitales, y todo ello también es necesario trabajarlo no solo en el entorno escolar, sino familiar. Al respecto, Fàbrega recordaba que “es importante que los niños sepan que se puede hablar del tema”, especialmente en casa ya que la madre es la principal figura en la quien confían a la hora de revelar un episodio de violencia sexual, y que “éste no sea algo tabú, ya que cuanto más tarde se detecte, las secuelas de la víctima serán más importantes”.

Curar para sanar

Y es que la violencia sexual tiene consecuencias sobre la salud, tanto física como mental, de las víctimas, y sobre la sintomatología más habitual, Forner destacó “el estrés postraumático, recuerdos intrusivos, dificultades en la conciliación del sueño, un empeoramiento de los resultados académicos, ansiedad, un cambio de conducta o de estado de ánimo, conductas autolesivas e, incluso, ideación suicida” y todo ello puede tener un impacto también en la edad adulta, razón por la cual es tan importante ofrecer tratamiento psicológico y una atención integral a las víctimas lo antes posible.

En este contexto, también adquiere gran relevancia la visibilización de la violencia sexual infantil y la sensibilización al respecto, ya que si bien cada vez se detectan más casos, aún sigue existiendo un importante infradiagnóstico, como también son escasas las denuncias que los progenitores interponen tras ser conscientes del episodio de violencia sexual del que ha sido víctima su hijo o hija. De hecho, durante el años pasado, solo el 53% de los casos atendidos por el Equipo EMMA fueron denunciados, una cifra que, en cualquier caso, es elevada si tenemos en cuenta que, según Save the Children, solo se denuncia el 17% de los casos.