Cien años de una visita
Cuando Einstein llegó a Barcelona y no lo recibió nadie
La Fundació Catalana per a la Recerca i la Innovació publica documentos e imágenes de la estancia del científico en Cataluña
Hace ahora cien años, Albert Einstein ya estaba considerado como uno de los hombres de ciencia más importantes de todos los tiempos. No era extraño que recibiera invitaciones para dictar conferencia por todo el planeta. En estos días se conmemora el centenario de la estancia de Einstein en tierras catalanas. Por ese motivo la Fundació Catalana per a la Recerca i la Innovació acaba de publicar una página web en la que se dan a conocer documentos de todo tipo sobre el padre de la teoría de la relatividad y sus días en Cataluña.
Fue el científico Esteve Terrades, a instancias de la Mancomunitat, el encargado de enviar la invitación a su homólogo alemán. Einstein aceptó el ofrecimiento de la comunidad científica barcelonesa, pasando una semana en Cataluña, fusionando los actos académicos y oficiales con algunas escapadas culturales de carácter privado. Todo ello causó una profunda huella en sus contemporáneos, expectantes ante una visita que fue seguida por expertos y profanos en la materia.
En febrero de 1923, Albert Einstein se encontraba descansando en Tolón (Francia) tras concluir la gira que lo había llevado a Japón , además de una breve estancia en Palestina. Desde la ciudad francesa tomó un tren que lo llevaría hasta Barcelona, aunque antes de subirse al vagón tuvo la prudencia de enviar un telegrama donde anunciaba a las autoridades catalanas la inminencia de su llegada, aunque sin dar detalles sobre la fecha y la hora. Eso hizo que cuando el tren concluyó su trayecto en la Estación de Francia nadie, absolutamente nadie salió a recibirlo. Tal vez por eso, porque nadie sabía guiarle los pasos, Einstein y sus acompañantes se instalaron en una pensión llamada Las Cuatro Estaciones, aunque no tardó en trasladarse al Hotel Colón, a la suite que le había reservado la Mancomunitat.
Pese a este inicio accidental, esos siete días fueron todo un éxito. En todo esto tuvo un papel importante la serie de conferencias que ofreció en el Institut d'Estudis Catalans, entidad que en aquel momento tenía su sede en el Palau de la Generalitat. Un centenar de personas pagaron por poder escuchar a Einstein disertar en el Saló Sant Jordi, siempre con la relatividad como tema principal, algo que pasó los días 24, 26 y 28. El 27, el Premio Nobel habló en la Reial Acadèmia de Ciències i Arts sobre las implicaciones filosóficas de la teoría de la relatividad.
Curiosamente ese día, a Einstein se le pudo ver tomando un café con leche en el restaurante Refectorium. También visitó la sede en la capital catalana del sindicato anarquista CNT donde conversó con su líder, Ángel Pestaña, aunque el científico tuvo que matizar sus declaraciones cuando vio en la prensa que se había puesto en sus labios que "yo también soy un revolucionario pero en el orden científico". La noche del día 27 acudió al domicilio del ingeniero industrial Rafael Campalans donde ofrecieron una cena en su honor en la que los platos, cocinados por la madre de Campalans, se inspiraban en conceptos de la teoría de la relatividad.
Pero Albert Einstein tuvo tiempo de salir fuera de Barcelona. El 24 de febrero lo dedicó al monasterio de Sant Cugat del Vallès y a las iglesias de Sant Pere de Terrassa, teniendo como guía a Josep Puig i Cadafalch, por entonces presidente de la Mancomunitat. Un día más tarde, de la mano de Campalans, estuvo en L'Espluga de Francolí y en el monasterio de Poblet donde firmó en el libro de honor, dejándose para él una página que no fue llenada con otras rúbricas de personalidades.
El 1 de marzo, Einstein abandonó Cataluña. Esta vez. a diferencia de lo ocurrido a su llegada, varias autoridades fueron hasta la Estación de Francia para despedirlo. Nunca más volvió a Cataluña, pese a que Lluís Companys lo volvió a invitar durante los años republicanos. Eso sí, aquella semana quedó en la memoria del científico como una experiencia feliz. Buena prueba de ello es que siguió escuchando las canciones populares catalanes que en dos discos le obsequiaron en la Escola Industrial de Barcelona. En sus diarios personales, Einstein calificó a los catalanes como "gente amable".
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