Arte

Cuando Picasso plantó cara a la guerra dibujando

Una exposición reúne algunos de los mejores trabajos del artista en los inicios de la década de los cuarenta

Dora Maar retratada por Picasso
Dora Maar retratada por PicassoGothsland

Gracias a la iniciativa de Gabriel Pinós, en Gothsland Galeria d’Art, en Barcelona, hemos visto en el pasado buenos ejemplos de lo mejor del arte gráfico, con piezas excepcionales de Ramon Casas o Suzanne Valadon. Ahora, en la muestra monográfica que realiza a esta técnica, los protagonistas son Jaume Plensa, Joan Miró y Pablo Picasso. De este último destaca un conjunto que nos lleva a uno de los periodos más controvertidos en la vida y la obra del artista, justo el momento en el que trata de plantar cara al caos de la guerra, al terror de la ocupación nazi refugiándose en un pequeño pueblo francés llamado Royan.

La exposición en Barcelona es una buena oportunidad para conocer a ese otro Picasso que decidió buscar la paz en tiempos bélicos como solamente él sabía: creando. Sí, es probable que alguien salga diciendo que podía haberse mojado más, que debió plantar cara a los enemigos de la paz, pero eso es una historia mucho más compleja. Centrémonos ahora en lo que hizo en Royan, una localidad que conocía de tiempo atrás cuando la había visitado por primera vez en 1923, en aquel tiempo acompañado de su esposa Olga Khokhlova y su hijo Paulo. En septiembre de 1939, momento en el que volvió a Royan, las cosas habían cambiado mucho y en la vida de aquel Picasso había otra mujer, la artista Dora Maar, mientras que la vida en París, a 500 kilómetros de distancia, se hacía imposible.

Una vez instalado en el Hôtel du Tigre con Dora, su secretario Jaume Sabartés y su perro Kazbek, al día siguiente de su llegada creó un estudio en el comedor de la planta baja de la villa Gerbier de Jonc, donde ya estaban alojadas otra de sus amantes, Marie-Thérèse Walter, y Maya, la hija que tenían en común. Todavía, también en Royan, en enero de 1940, Picasso alquiló un nuevo taller en Les Voiliers, un edificio de apartamentos.

La exposición en Gothsland Galeria d’Art nos permite echar un vistazo a una parte de lo que Picasso realizó en Royan, donde el pintor permaneció hasta agosto de 1940. Son los llamados «Cuadernos de Royan» donde constatamos como el dibujo fue una salvación en una época desesperante y en la que resultaba imposible vislumbrar algún atisbo de esperanza. En la muestra se presenta, por ejemplo, algún retrato de Dora Maar, como el titulado «Mélancolie d’un visage féminin» donde demuestra una gran delicadeza, casi insólita, cuando plasma sobre el papel el rostro de ella. Ella es también la figura femenina desnuda que aparece posando en un rincón del estudio, junto al caballete del pintor, en otra composición llamada «Muse attendant d’être dépeinte». Pero también podemos contemplar que esa imagen idealizada se va desdibujando, casi convertida en un monstruo porque los horrores de la guerra no andaban muy lejos de esas tierras. Es la misma Dora Maar que vemos en otras composiciones de Royan sentada o desnuda en la cama posando para Picasso.

En otras obras tenemos a otra mujer, esta de cabellos rubios, a la que el lápiz del pintor también dedica cierta atención. Es Marie-Thérèse, probablemente una de las mujeres de Picasso que ha quedado más desdibujada por el paso del tiempo, pese a la gran importancia que tuvo. En 1939-1940 ya no era aquella jovencita menor de edad a la que el pintor había seducido en las calles de París. En ese momento era una madre que trataba de encontrar refugio mientras los nazis intentaban adueñarse de toda Europa. Ella se cuela en esos cuadernos picassianos, pero no parece que el malagueño sea muy benévolo con ella. Tal vez no eran tiempos para idealizar sino para plasmar en el papel el sufrimiento ante la guerra.