
Arte
Pere Pruna, el pintor amigo de Picasso que se pasó a la extrema derecha
Dos obras del controvertido artista catalán salen a subasta en Barcelona

En unos pocos días, Setdart pone a la venta dos obras de Pere Pruna, probablemente un artista no muy popular para el gran público, pero que sigue fascinando a museos por ser uno de los más destacados miembros de la colonia de artistas catalanes que estuvo en París siguiendo la estela de Picasso. En concreto, Setdart deja en manos del mejor postor el próximo día 15 dos óleos tardíos, muy de acorde con los temas con los que se decoraban las casas burguesas con pocas aspiraciones a la modernidad en aquel momento. Por un lado tenemos una escena protagonizada por dos esquiadoras y una pintora que dibuja el retrato de un arlequín. Se espera que la primera pieza pueda alcanzar los 17.000 euros mientras que la segunda podría llegar a los 7.000 euros.
Pero ¿quién era Pruna? Nacido en Barcelona, en 1904, su formación como artista se remonta a las clases de la Escola Municipal d'Art del Districte V, así como en la Llotja como alumno nocturno. Igualmente, mientras trataba de adentrarse en el mundo de la pintura, también trabajó en un taller de joyería, concretamente el de Manuel Valentí, además de probar suerte como restaurador en el negocio de un anticuario.
Vayamos a su producción pictórica que se presenta en sociedad por primera vez en una exposición organizada en 1917 en las Galeries Laietanes de Barcelona. Pero la capital catalana no era suficientemente, así que como hicieron otros autores con ganas de triunfar Pruna no dudó en instalarse en París donde contó con el apoyo de Picasso. Pero el malagueño no fue solamente un tutor sino una influencia porque Pruna se acogió a muchos de los temas de la época rosa picassiana, especialmente las escenas circenses, además del periodo calificado como neoclásico. El catalán pasó a ser una suerte de esponja que absorbió cuanto encontró en el taller de su protector. Picasso fue su amigo e, incluso, su padrino de boda, pero las cosas no acabaron bien.
No nos adelantemos tanto y volvamos a París donde Pruna se codeaba con Jean Cocteau y MaxJacob, pero también con autores en lengua inglesa como James Joyce o Gertrude Stein. Gracias a su amistad con Picasso y Cocteau consiguió trabajar para los míticos Ballets Rusos de Diaghilev, además de seguir exponiendo con regularidad en la capital francesa. Era un hombre de éxito que en 1930 se instaló en Vaison-la-Romaine.
Pese a la distancia, en los años 30, colaboró con algunas iniciativas en Cataluña, como en la adaptación cinematográfica que su hermano Domènec rodó de “El cafè de la Marina” de Josep Maria de Sagarra o ilustrando “La mort de l'ós” del intelectual y político Ventura Gassol, además de exponer en la Llibreria Catalònia una serie de composiciones basadas en la “Yerma” de García Lorca.
Con la Guerra Civil se escapó a Francia para volver, fusil en mano, para luchar al lado de las tropas de Franco. Alguien que lo conoció bien, el escritor Ignacio Agustí recordó en sus memorias “Ganas de hablar” como Pruna, tras la Segunda Guerra Mundial, simpatizó con la extrema derecha francesa, aplaudiendo las teorías de Action Française. En la contienda española estuvo en el Tercio de Nuestra Señora de Montserrat y combinó las armas con las letras, colaborando con revistas como “Vértice”, además de diseñar la mancheta de “Destino”. Tras el conflicto bélico se instaló en Sitges donde siguió pintando, además de volver a veces a Barcelona al estudio que tenía en la Plaza Reial. Allí acogió a discípulos, como el artista de Mollet del Vallès Joan Abelló.
El mundo avanzaba y él seguía pintando sus temas de siempre, además de adentrarse en la pintura religiosa como una manera de quitarse de encima los pecados del pasado. Todo ello siendo fiel a unos principios políticos que contradecían los de su juventud.
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