
Geología
11 millones de años después, seguimos buscando el cráter que dejo un asteroide gigante
El impacto fue tan violento que esparció fragmentos de vidrio fundido a lo largo de casi 900 kilómetros, pero no hay otra huella que indique dónde cayó.

Según estimaciones de la NASA, en nuestro planeta puede impactar un asteroide de más de 1 km de diámetro cada 500.000 años. Cuando esto ocurre, la huella que dejan es enorme. Por ejemplo, el de Vredefort (Sudáfrica), esparció restos alrededor de unos 300 km alrededor del cráter. El de Sudbury (Canadá), alcanzó los 250 km. Pero hay un problema ¿dónde está el cráter de un impacto más de 3 veces mayor que el de Sudáfrica?
A required part of this site couldn’t load. This may be due to a browser
extension, network issues, or browser settings. Please check your
connection, disable any ad blockers, or try using a different browser.
Recientemente, un equipo internacional de científicos acaba de presentar un hallazgo sorprendente: en el sur de Australia se han identificado tektitas (básicamente “vidrios cósmicos” generados tras el impacto de un objeto espacial) que no corresponden a ningún cráter conocido.
Esa anomalía abre un enigma: ¿cómo pudo un asteroide tan violento dejar un rastro que abarca centenares de kilómetros en forma de vidrio sin que hasta ahora halláramos su boca de impacto?
Lo curioso, por si esto fuera poco, es que estas tektitas tienen una edad estimada de unos 11 millones de años y abarcan un campo estimado de dispersión de alrededor de 900 kilómetros de extensión. Este ancho es enorme para una lluvia de fragmentos de impacto. La noticia destaca que estas tektitas se encuentran solo en Australia, lo que apunta a un impacto local gigantesco que aún no ha sido identificado.
Lo más sorprendente es que, a pesar de la magnitud del campo de dispersión, los geólogos aún no han detectado el cráter fuente. Sería como hallar cenizas de una explosión sin poder dar con el volcán que las produjo.
El hallazgo, publicado en Earth and Science Planetary Letters, sugiere que ese impacto debió haber sido considerable: lo suficiente para fundir rocas y lanzar fragmentos a cientos de kilómetros. Si un evento de esa magnitud dejó un campo tan extenso, esperaríamos encontrar una depresión geológica reconocible, pero hasta ahora no aparece. Puede que el cráter esté oculto por erosión, cubierto por sedimentos, o simplemente no explorado lo suficiente en zonas remotas de Australia.
¿Qué tamaño tendría el asteroide? Esa es una de las preguntas del millón. Aunque el estudio no señala el tamaño del objeto, el simple hecho de desplegar un campo de dispersión de unos 900 km sugiere que el cráter debió tener decenas de kilómetros de diámetro.
Aplicando relaciones empíricas entre tamaño de cráter y tamaño del objeto, podríamos estimar que el asteroide tenía al menos unos pocos kilómetros de diámetro, posiblemente entre 1 y hasta 10 km, dependiendo de su velocidad, densidad y ángulo de impacto.
Comparado con cráteres bien estudiados como Chicxulub (el responsable de la extinción de los dinosaurios, 180 km de cráter, 10 km de asteroide), este nuevo evento australiano aparece como una escala intermedia fuerte: lo bastante potente para generar vidrio a gran distancia, pero lo suficientemente grande como para desafiar nuestra capacidad de hallarlo ahora.
Este descubrimiento amplía nuestra comprensión de los impactos terrestres: no todos dejan cráteres fáciles de detectar. Puede modificar las estimaciones de frecuencia de grandes impactos antiguos en zonas consideradas “seguras”.
✕
Accede a tu cuenta para comentar