Historia

Ciencia

El incendio que extinguió a los canguros carnívoros

Hace decenas de miles de años, los aborígenes australianos quemaban bosques para cazar, contribuyendo a la extinción de canguros de 270 kilos, leones marsupiales y un pariente del uombat de casi tres toneladas.

Australia es una tierra de fuego y el calentamiento global está haciendo que lo sufra más que nunca. Desde que empezaron, los últimos incendios han quemado 10 millones de hectáreas, una superficie más grande que Holanda. Veintisiete personas fallecidas, más de 2000 hogares se han visto reducidos a cenizas y se calcula que dos tercios de los koalas de las zonas afectadas han muerto ealn los incendios.

Se trata de una verdadera catástrofre y más nos vale resolverla antes de que empeore, porque Australia tiene una larga historia con el fuego y se cree que, una vez, este fue el causante de una de las peores extinciones masivas de la historia reciente.

Tiempo del sueño

La mitología australiana cuenta historias sobre el tiempo del sueño, un espacio de fantasía poblado por enormes y maravillosas bestias. La serpiente arcoíris, creadora de todo, puede parecer la fabulación de una mente embriagada por algún tipo de sustancia, pero no hace tanto que una serpiente de cinco metros se arrastraba por Oceanía.

Se piensa que muchos de los monstruos que describen los aborígenes australianos en sus canciones son recuerdos de animales extintos que, en otro tiempo, caminaron por su continente. Desde un género de canguros carnívoros hasta leones marsupiales, pasando por una tortuga del tamaño de un coche pequeño, un canguro de 270 kilos y el entrañable diprotodón: una bestia de casi 3 toneladas, pariente de los actuales uómbats.

Marsupiales de cientos de kilos y variadísimas formas de los que, misteriosamente, no queda ninguno. Hemos invadido Australia con ganado y mascotas, pero de su fauna autóctona, el mamífero más pesado es el canguro rojo que apenas llega a los 85 kilos. África y Asia tienen elefantes; América y Europa, alces de media tonelada, ¿qué ocurrió con los grandes mamíferos australianos? ¿Dónde está su megafauna?

Una historia de polen y cenizas

Hay muchas cosas que desconocemos sobre esta historia, pero algo está claro. Hace entre 100.000 y 50.000 años Oceanía era muy distinta. Lejos de ser el continente más seco del planeta, estaba cubierto de praderas y bosques.

Lo sabemos porque el polen rara vez miente y se conserva perfectamente durante miles de años. Gracias a los restos de polen encontrados en excavaciones arqueológicas, conocemos más o menos la flora de aquella época y sabemos que algo hizo que cambiara, porque al final de este periodo, el polen de muchísimas plantas empezó a escasear. De hecho, hay un lugar menos ortodoxo donde también quedó plasmado el cambio en la flora: las heces de los herbívoros. A medida que nos acercamos a nuestro tiempo podemos ver cómo los restos de excrementos tienen cada vez menos esporas del hongo Sporormiella. Algo estaba acabando con la vegetación y es muy probable que el mismo motivo arrasara a la megafauna en cuestión de pocos miles de años.

El motivo podría ser cualquiera, si no fuera que existe un segundo testigo que ha llegado íntegro a nuestros días. Analizando las capas de sedimentos formadas en aquellas épocas se revela la causa: el fuego. La disminución del polen se acompaña de un aumento importante de cenizas que nos hablan de una Australia quemada. Lo más probable es que el fuego hiciera una especie de criba, eliminando a las plantas más sensibles y dando una ventaja a especies resistentes, como los eucaliptos o las acacias. Los fuegos cambiaron para siempre el paisaje de Australia transformándolo de bosque a garriga y extinguiendo al 85% de las especies mayores de 45 kilos, pero ¿por qué se produjeron?

De marsupiales y hombres

Es difícil estar seguros de qué pudo producir un incendio así, pero hace décadas que los expertos barajan una hipótesis nada descabellada. Es posible que la culpa sea nuestra.

El explorador Ludwig Leichardt descubrió en 1847 que los aborígenes australianos empleaban el fuego para cazar animales. La estrategia consistía en quemar el terreno de forma irregular, generando pequeñas islas de vegetación rodeadas de negros mares de cenizas. De este modo, las presas terminaban por reunirse en un mismo lugar, haciendo más sencilla su caza. Incendios provocados que, hasta hace poco, se seguían realizando, y no solo para la caza, sino para la agricultura. Se tiene constancia de la quema de pantanos, concretamente de los juncos que en ellos crecen, fertilizaba la Tierra con sus cenizas, haciéndolos mucho más cultivables.

Si a esto le sumamos su uso ritual, como iluminación, para cocinar, como calefacción, o incluso para asfixiar murciélagos en una cueva, la constante presencia de fuego en torno a los asentamientos humanos nos hace especialmente sospechosos de los incendios de hace decenas de miles de años. De este modo, alterando la vegetación, pudimos haber comprometido el alimento de herbívoros y por lo tanto carnívoros.

Y hay más, porque a todo esto debe sumarse la propia caza. Gifford Miller habla de una “exterminación imperceptible”, ya que la lenta gestación de los marsupiales y su bajo número de crías por camada hacen difícil su repoblación, volviéndolos muy sensibles a la caza, por controlada que sea. En concreto, los cálculos de Miller indican que, con que cada persona matara a un juvenil por década, la especie podría extinguirse en cuestión de pocos cientos de años.

Sin embargo, por lógico que parezca, no podemos estar seguros de que este fuera el motivo, porque tampoco podemos concretar mucho más la fecha. Lo cierto es que no sabemos cuándo llegaron exactamente los primeros seres humanos a Australia. Aunque la mayoría de los estudios afirman que llegamos en torno a los 60.000 o 40.000 años, otros apuntan a que pudo ser mucho más reciente, posterior al cambio en la vegetación. Es más, otros estudios plantean que la quema realizada por los aborígenes mantenía el monte limpio de hojas secas, evitando que se produjeran incendios espontáneos. Pero entonces, si no fuimos nosotros ¿qué pudo provocar una catástrofe así?

El cambio climático

¿Y si fue al revés? ¿Y si primero cambió la vegetación, secándose en grandes cantidades que fueron provocando enormes fuegos por todo el continente? Esta es la segunda opción más barajada entre los expertos. Los registros geológicos señalan que Australia, en esa época, experimentó un cambio en las condiciones climáticas. Esto pudo cambiar las reglas de juego para muchas plantas y animales, incapaces de sobrevivir en ambientes más yermos. Al morir los grandes herbívoros, ya no quedaba nadie que limpiara los rastrojos, y las plantas secas empezaron a acumularse. Esto, el clima seco y la natural inflamabilidad de Australia hicieron el resto.

Sin embargo, lo más probable es que la realidad fuera mixta, una mezcla de las dos hipótesis que nos trae de vuelta a la actualidad, donde los protagonistas son los mismos: el ser humano y el calentamiento global.

El calentamiento global es un hecho, los expertos no tienen duda. No obstante, muchos dirán que el cambio climático es algo natural, que existen ciclos con glaciaciones y deshielos, y lo cierto es que tendrán razón. El cambio no es nuestra culpa ni el verdadero problema, lo es la velocidad a la que cambia. Cada año hay más pruebas científicas de ello: la acción humana está acelerando el cambio climático.

El clima de Australia se está volviendo cada vez más extremo y arde como pocas veces lo había hecho. Ahora conocemos su historia y sabemos lo que esa tierra del fuego es capaz de hacer. En nuestras manos está ponerle freno.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • No sabemos con total seguridad si la extinción de la megafauna australiana fue debida a la acción del hombre. Lo más probable es que fuera el efecto combinado de los incendios cinegéticos y el cambio climático.
  • El calentamiento global es una realidad de la que tenemos pruebas científicas objetivas que van más allá de cualquier interés político, económico o ideológico.
  • Los cambios cíclicos en el clima son naturales y, de hecho, todavía estamos saliendo de una “edad de hielo”. Sin embargo, se están acelerando por la acción humana, siendo demasiado rápidos para que muchas especies puedan adaptarse a ellos.

REFERENCIAS (MLA):