Cine

Ciencia y cine

¿Existe realmente el trastorno de identidad disociativo?: Múltiple

El cine se ha nutrido de la psicología y la psiquiatría, y entre sus musas hay una especialmente conflictiva: el antiguo desorden de personalidad múltiple.

Imagen promocional de la película Múltiple, con alguna de las 24 personalidades de Kevin Wendell Crumb
Imagen promocional de la película Múltiple, con alguna de las 24 personalidades de Kevin Wendell CrumbM. Night ShyamalanCreative Commons

Pocos artículos de ciencia y cine podrían despertar tanta polémica como el que encabezan estas líneas. A ningún cinéfilo le cogerá por sorpresa, sabiendo que el director de Múltipleno es otro que el mismismo M. Night Shyamalan. Su obra es tan amada por unos como vituperada por otros. En su haber, Shyamalan cuenta con largometrajes de gran calado, como El sexto sentido o El bosque. Sin embargo, su ingenio ha parido otros vástagos no tan agraciados, como Señales o After Earth. Entre lo brillante y lo infame, en una incómoda zona de penumbra difícil de clasificar, podemos encontrar títulos algo más conflictivos, como la trilogía que forman: El protegido, Múltiple y Glass. Y aquí es donde empieza nuestra historia.

La trilogía cuenta una historia de superhéroes y supervillanos como nunca había sido presentada. Especula acerca del origen de estas figuras sobrenaturales, su relación con los dioses mitológicos y la trascendencia del mundo del cómic. Los filmes que componen la trilogía pueden ser acusados de lentos e incluso de inconsistentes, pero no de faltos de originalidad, desde luego. El verdadero problema, sin embargo, va mucho más allá de su calidad cinematográfica, y viene encarnado, precisamente, en la sublime interpretación de McAvoy. Porque el desorden de personalidad múltiple, sencillamente, no existe.

Más que una cuestión de nombres

Prácticamente todos los expertos coinciden en que el desorden de personalidad múltiple no es real, aunque el consenso se debe a que hace tiempo que dejó de usarse ese nombre y el DSM-V (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) lo sustituyó por el actual trastorno de identidad disociativo. Junto con el cambio de nombre, también hubo un ligero cambio en el contenido en cuanto a los criterios diagnósticos, que se volvieron algo más ambiguos. Aquello de las “personalidades múltiples” pasó a ser historia y cine, como las 24 personalidades de Kevin Wendell Crumb, el protagonista de Múltiple. Lo cierto es que el cine siempre se ha nutrido de la psicología y la psiquiatría más puntera (o jugosa) de la época. Así es como el valor del psicoanálisis, que carece de toda base científica, ha quedado relegado de obras que fueron diseñadas utilizando deliberadamente la simbología de esta pseudociencia, algo harto frecuente en el cine de hace medio siglo.

En este caso, la relación entre el antiguo desorden de personalidad múltiple y el mundo audiovisual es incluso más estrecho, ya que fue la pequeña pantalla quien dio a conocer el “desorden”. La serie estaba inspirada en “Sybil”, el bestseller de la periodista Flora Rheta Schreiber. Ambos cuentan una historia real protagonizada por Shirley Ardell Mason, una paciente tratada por el psicoanalista freudiano: Cornelia B. Wilbur. Durante la terapia, Shirley fue revelando poco a poco una complejísima red de hasta 16 personalidades, aspecto que bien habría merecido la atención mediática si no hubiera sido todo un montaje. Tiempo después la misma Shirley reveló la farsa, reconoció no tener más identidades que la suya propia y añadió que “su doctora quería que exhibiera otras personalidades”.

Similar lobo con distinta piel

No obstante, las polémicas de Shirley del desorden de personalidad múltiple están superadas. Ahora las dudas recaen en su sucesor, el trastorno de identidad disociativo. No hay gran duda acerca de la existencia de trastornos disociativos en los que un sujeto puede perder temporalmente consciencia de sus actos o tras el cual no se acuerde de nada. Todos hemos experimentado situaciones similares mientras realizamos tareas mecánicas, por ejemplo. No obstante, el trastorno de identidad disociativo es otro cantar.

Este trastorno se presenta en el DSM-V como: “trastorno caracterizado por la presencia de dos o más identidades […] que recurrentemente toman el control del comportamiento del individuo acompañado de una incapacidad para recordar información personal importante […] es un trastorno caracterizado por la fragmentación de la identidad más que por la proliferación de personalidades separadas”. El consenso acerca de su existencia es mucho mayor que cuando se hablaba de personalidades múltiples, pero ello no excluye toda polémica.

Hay que reconocer que el origen de este sigue poco claro. Las hipótesis que hay al respecto no solo son absolutamente especulativas, sino que algunas están todavía teñidas de conceptos psicoanalíticos acerca de la identidad (el yo), los recuerdos traumáticos reprimidos como mecanismo de autoprotección. Su prevalencia también es un fuerte motivo de disputa. La laxitud o subjetividad de algunos de sus criterios diagnósticos han dado pie a un aparente sobrediagnósticopor parte de algunos profesionales, los cuales han llegado a afirmar que el porcentaje de personas con trastorno de identidad disociativo es notablemente alto.

Buena parte de los expertos ponen en duda que, con unos fundamentos tan cuestionables y poco definidos, podamos considerar al trastorno de personalidad múltiple como algo real, al menos tal y como lo describen ahora mismo los manuales diagnósticos. Sea como fuere, podemos estar seguros de que Kevin, por bien interpretado que esté en Múltiple, es un caso absolutamente ficticio. Una incorrección que nos une a todos, nos guste más o menos tanto Shyamalan como el trastorno de identidad disociativo.

LA CLAVE:

  • La psicología y la psiquiatría son ciencias complicadas que trabajan con sistemas endiabladamente complejos en los que la biología y el entorno interactúan entre sí de forma poco clara. Por ese motivo es tan complicado establecer clasificaciones y diagnósticos, sin embargo, durante el último siglo, el rigor metodológico y la búsqueda de criterios objetivos han ido refinando estas disciplinas, haciéndolas cada vez más fiables.

REFERENCIAS (MLA):