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El extraño animal que se alimenta con luz solar

Mitad babosa mitad alga, la Elysia chlorotica parece volverse más fértil al hacer la fotosíntesis

Vista dorsal de una Elysia crispata sobre un alga (Penicillus capitatus) La barra negra representa 5 mm.
Vista dorsal de una Elysia crispata sobre un alga (Penicillus capitatus) La barra negra representa 5 mm.AnonimoCreative Commons

Animal, vegetal o mineral. Esa división tripartita era suficiente para jugar a las adivinanzas, pero no da cuenta de la enorme complejidad del mundo. Huelga decir que los minerales no están vivos y que, ya puestos a incluir tipos de materia inerte podríamos hablar de fluídos, de plásticos y de muchos otros. El problema es que, incluso si nos quedamos solo con los seres vivos, estamos dejando de lado una infinidad de formas de vida. Por un lado, tenemos bacterias y arqueobacterias, que pertenecen directamente a dos dominios diferentes de los organismos eucariotas (entre los que nos encontramos nosotros).

Dentro del dominio eucariota es donde, al fin, hallamos el reino animal y el vegetal, pero junto a ellos hay más que, según algunas fuentes, podemos enumerar como hongos, protozoos y algas. Efectivamente, ni los hongos ni las algas son vegetales. Es posible que pienses que todo esto era evidente, que la complejidad del mundo y, en concreto de la vida, no puede ser agotada por un juego de niños que te haga elegir entre “animal, vegetal o mineral”, pero aguarda, porque queda una vuelta de tuerca más. Imagina un ser que fuera animal y alga al mismo tiempo. Pues no solo es posible, sino que existe y es una babosa que, tras alimentarse de algas toda la vida, integra parte de ellas en su cuerpo para, así, nutrirse de la luz solar. Su nombre es Elysia chlorotica.

Híbridos naturales

Hemos interiorizado que un caballo y un burro pueden cruzarse dando lugar a una mula, que de un tigre y una leona puede nacer un tigón y que muchos otros animales pueden cruzarse entre sí dando lugar a descendientes difíciles de clasificar. No obstante, la naturaleza es un campo abonado para que tengan lugar situaciones incluso más llamativas. Por ejemplo, esos líquenes que vemos crecer en la base de algunos árboles no son de ninguno de los reinos de la vida que hemos dicho hasta ahora, porque en realidad son tan del dominio “bacterias” (cianobacterias) como del reino “algas”. Desde esta perspectiva, que exista una babosa en parte animal y en parte alga parece menos extraño. De hecho, Elysia chlorotica es, tan solo, el caso más extremo dentro de todo un suborden de babosas conocidas como Sacoglossa que también incorporan parte de las algas que comen en su propio cuerpo.

Por desgracia, todavía sabemos poco sobre estos seres, pero algunas piezas del puzle han empezado a definirse. Por ejemplo, sabemos que las crías de Elysia chlorotica se alimentan indistintamente de varias especies de algas, hasta que, con la edad, se vuelven más selectivas y centran su dieta en un alga microscópica llamada Vaucheria litorea. La cantidad de esta que necesitan para sobrevivir es tan alta que criarlas en condiciones de laboratorio es todo un reto y, salvo con instalaciones bastante generosas, es complicado producir estas algas con más velocidad de la que las babosas las consumen

Cleptomanía

Al ingerirlas, de todas estas algas solo sobreviven unas pequeñas estructuras llamadas cloroplastos que se encargan de aprovechar la luz del sol para transformar materia inorgánica en sustancias nutritivas. Este proceso, llamado fotosíntesis, no es propio de los animales, pero la Elysia chlorotica integra estos cloroplastos en las células de distintos órganos de su propio cuerpo. Estos cloroplastos robados pasan a llamarse cleptoclastos. Durante el proceso, conocido como cleptoplastia, la babosa adquiere una coloración verdosa muy característica, pero ¿cómo podemos estar seguros de que aprovecha la fotosíntesis de estos orgánulos? ¿No podría ser que tan solo los acumulara?

Esto ha despertado un gran debate entre los científicos que, al parecer, no terminaban de ponerse de acuerdo. Sin embargo, un nuevo estudio parece arrojar luz sobre el problema. Según indican en el artículo publicado en Proceedings of the Royal Society B, han encontrado en sus células “variantes” (isótopos) del carbono y del nitrógeno que suelen ser resultado de procesos de fotosíntesis. Por otro lado, sabemos que al menos los cleptoclastos están haciendo la fotosíntesis, porque se han detectado residuos del proceso en células donde ni siquiera están estos orgánulos, como las del sistema reproductivo. Es más, parece que, al ser privadas de luz, se reduce notablemente la fertilidad de estos moluscos, por lo que es de esperar que estén teniendo algún papel importante en su ciclo reproductivo.

Por desgracia, todavía queda mucho por descubrir sobre estos seres en parte alga y en parte animal, pero la complejidad de criarlos en cautividad y sus cada vez más escasas poblaciones hacen difícil seguir indagando. En una especie tan pequeña se esconden muchos secretos, algunos de los cuales podrían hablarnos de la misma naturaleza de la vida, de las complejas ramas que a veces atraviesan de lado a lado el árbol de la evolución y, por supuesto, de las puertas que la biomedicina y la ingeniería genética están por abrir.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Robar cloroplastos no solo implica integrarlos en el cuerpo, sino mantenerlos funcionantes. Para ello, parece que la Elysia chlorotica es capaz de introducir en su propio ADN fragmentos del ADN de las algas que come. Fragmentos que, concretamente, tienen un papel fundamental en la síntesis de proteínas que estos cloroplastos necesitan para sobrevivir. Algunos estudios sugieren que Elysia hace tan bien este trabajo que sus cloroplastos aguantan con vida más de lo que lo hacen en las algas de las que proceden. Conocer mejor cómo hace esto puede ayudarnos a revolucionar la ingeniería genética.

REFERENCIAS (MLA):