Dinosaurios

La sangre caliente no nos librará de una extinción

Un nuevo estudio revela pistas químicas acerca de la tasa metabólica de los dinosaurios

Representación de las tasas metabólicas de varios animales, de izquierda a derecha: un reptil marino, tres dinosaurios no avianos y un ave.
Representación de las tasas metabólicas de varios animales, de izquierda a derecha: un reptil marino, tres dinosaurios no avianos y un ave.Jasmina WiemannCreative Commons

La paleontología ha tenido que aprender a hacer lo máximo con lo mínimo, y de este trabajo de optimización ha nacido la imagen que tenemos de los dinosaurios. O, mejor dicho, las imágenes que tenemos de los dinosaurios, porque a lo largo de los años, nuestra percepción de ellos ha ido cambiando. Empezaron siendo reptiles lentos y escamosos, con colas pesadas y cerebros inferiores, bestias que se arrastraban penosamente por la tierra y que, visto así, merecían extinguirse. Poco a poco fueron estilizando su silueta y la era del dinosaurio sobrio dio paso a una temporada de reconstrucciones más… creativas. Trompas, jorobas, golas y otras tantas estructuras blandas de las que no teníamos la menor prueba fósil, pero que ayudaban a adornar las pinturas a todo color de los paleoartistas del momento.

El devenir de los acontecimientos contribuye a mantener la idea de que la historia funciona por bandazos y términos medios, pasando de un polo a otro y encontrando su equilibrio en algo comedido. Y, en cierto modo, eso es lo que puede parecer que sucedió en este caso, pero estaríamos equivocándonos y poniendo el foco donde no debemos. Cierto es que todo pasó de sobriedad a floripondios para terminar en un equilibrio, pero lo importante no es esa escala, sino la del rigor. Como decíamos al principio, solo teníamos que aprender a escuchar lo que los restos nos estaban contando y ajustarnos a ellos, los dinosaurios de carnaval eran algo más rigurosos que las descerebradas moles de carne que les precedieron y, a su vez, las reconstrucciones actuales son incluso más rigurosas que las anteriores. Ese es el desarrollo que nos interesa, nos lleve al extremo o el término medio que nos lleve. Pues bien, un reciente estudio ha logrado dar un paso de lo más interesante en esta misma línea. Según él, los dinosaurios eran “reptiles” de sangre caliente.

Paleoquímica

Hace tiempo que se van acumulando evidencias a favor de esta hipótesis y, aunque el término “reptil” no es del todo riguroso ni científico, vamos a aceptarlo por mor de la sencillez. Históricamente hemos formulado todo tipo de especulaciones acerca del metabolismo de estos seres. Una de ellas planteaba que su sangre fría y sus corpachones tan difíciles de calentar o refrigerar solo con la temperatura del entorno los habrían vuelto tremendamente vulnerables a cambios climáticos, empujándolos a la extinción. La sangre fría (ectotermia) habría sido su debilidad. Aunque, como decíamos, ha habido numerosos trabajos contradiciendo ese planteamiento de la sangre fría, todavía no hay un consenso claro al respecto, ya que no solo se contempla la opción de la endotermia (capacidad de regular su temperatura ellos mismos), sino la mesotermia (una condición intermedia).

Lo innovador de este estudio, lo que hace que cambie el juego por completo, es que no se basa en la anatomía de estas bestias antediluvianas, sino en los restos de su bioquímica que todavía permanecen legibles en la roca. En vida, por su cuerpo corrieron sustancias químicas que les permitían cumplir infinidad de funciones biológicas, igual que sucede con nosotros. Si hubieran sido capaces de autorregular su temperatura, algunas de ellas debían haber estado implicadas en este proceso. La cuestión era si esas sustancias se pueden conservar reconocibles durante los 66 millones de años que nos separan. Y si la cuestión es esa, la respuesta es sí, por poco intuitivo que parezca. Es difícil que los tejidos blandos fosilicen, por eso no solemos tener piel ni músculo, y podríamos pensar que, por lo tanto, es difícil que fosilicen las sustancias químicas, pero algunas de ellas reaccionan con la estructura geológica del fósil a medida que se forma y dejan su impronta. Eso es lo que buscan los paleontólogos expertos en geoquímica y eso es lo que encontraron al examinar una serie de fósiles de dinosaurios: el rastro de una molécula teóricamente relacionada con los procesos de regulación de la temperatura corporal.

Las conclusiones

Ahora es cuando viene el giro, porque lo que parecía la conclusión es, a su vez, un argumento para llegar a nuevas conclusiones. Vayamos por partes: si es cierto que los dinosaurios eran capaces de controlar su temperatura interna, ya no podemos relacionar con eso su extinción. Y, por lo tanto, ese no sería un elemento diferenciador entre ellos y nosotros. El asteroide que los mató, o mejor dicho, las consecuencias del impacto que puso punto y final a la era de los dinosaurios no avianos, hasta donde sabemos, podría habernos afectado a nosotros en tanto que la ectotermia no parece haber sido el factor protector que nos gustaría pensar.

Por supuesto, esta última conclusión no tiene la robustez del resto y hay otras interpretaciones igualmente válidas, pero nos hace tomar conciencia de que las especies que se han extinto no eran sobrias y estultas, sino relativamente bien adaptadas a su medio, bastante parecidas a nosotros.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • El paleoarte no es solo arte, también es ciencia, y las reconstrucciones deben estar basadas en la mejor evidencia posible y el consenso científico. La creatividad tiene su lugar, pero no sin límites.

REFERENCIAS (MLA):

  • Jasmina Wiemann et al. “Fossil biomolecules reveal an avian metabolism in the ancestral dinosaur”. Nature.