Anatomía

¿Por qué se castraba a los cantantes de ópera en el siglo XVIII?

Los “castrati” gozaban de un estatus superior al de las sopranos de la época.

Escena de teatro donde un hombre, de pie, afeita a otro sentado en una silla
El barbero de Sevilla, ópera bufa compuesta por Gioachino Rossini, en la Ópera del Teatro Nacional de SerbiaMiomir PolzovićCreative Commons

Allá por el año 1600 se componían las primeras óperas tal y como las conocemos ahora. Con ellas creció la demanda de voces agudas, y a su vez el prestigio de las cantantes soprano. Al igual que ellas, los niños pequeños también alcanzaban tesituras agudísimas. Tanto es así que, desde mediados del siglo XVII, surgió la práctica de castrar a los cantantes antes de la pubertad para preservar su voz infantil hasta la edad adulta. A los cantantes castrados se les conocía como “castrati” (plural en italiano de “castrato”), y durante el siglo XVIII alcanzaron un estatus superior al de las sopranos de la época.

El objetivo de esta aberración era evitar que ocurriera el cambio de voz típico de la pubertad masculina. De la práctica, realizada principalmente en Italia, se nutrían las cortes reales, iglesias, óperas y auditorios de toda Europa. La castración era ilegal, y estaba prohibida bajo el canon eclesiástico bajo amenaza de excomunión. Pero eso no parecía impedir que se efectuaran unas 4 000 castraciones al año, según el compositor e historiador de la época Charles Burney, también dentro de la propia Iglesia. En cambio, la ilegalidad sí dificultaba que se supiera dónde se realizaban las castraciones: el propio Burney se vio en dificultades para documentar la práctica, y a día de hoy no sobreviven muchas descripciones.

Tampoco se conservan apenas grabaciones de castrati. La única conocida es la de Alessandro Moreschi, miembro del coro de la Capilla Sixtina, realizada entre 1904 y 1906. A pesar de las limitaciones tecnológicas de la época, sí se pueden extraer algunas características de esta voz tan singular. Es una voz muy aguda, de tesitura comparable a la de una soprano (o, quizá, una mezzo-soprano, el escalón inferior), y capaz de mantener una nota durante un minuto o incluso más. Analizando los efectos de la castración en el cuerpo de los cantantes, esta combinación de habilidades cobra sentido.

Cuerdas vocales de niño en un cuerpo de adulto

En la pubertad, la testosterona provoca que las cuerdas vocales masculinas se alarguen. Mientras que antes de la pubertad miden entre 17 y 35 mm, después miden al menos 28 mm y pueden llegar a alcanzar los 92 mm, con un aumento medio del 63 %. Además, el tejido de las cuerdas vocales se vuelve más grueso, lo que, unido al alargamiento, crea una voz más grave. Las hormonas del crecimiento también desencadenan un aumento del tamaño de la faringe, las cavidades nasal y vocal, y el tórax, lo cual favorece la resonancia y potencia típica de las voces masculinas.

Sin embargo, si se extirpan los testículos antes de la pubertad, no se producen los cambios asociados a la testosterona. Pero el cuerpo crece con normalidad o, incluso, se vuelve más alto que la media, ya que le falta la hormona somatostatina que inhibe a la del crecimiento. Entonces, las cuerdas vocales de talla infantil se compaginan con el pecho, la faringe y la potencia muscular de un adulto para crear la voz propia de un castrato.

Pero no bastan las características físicas que provoca la castración para lograr esa voz. En realidad, según documenta Burney, tan solo unos pocos de los niños castrados se convertían en cantantes de primera línea. Solo a través de un entrenamiento muy específico se consigue bajar la laringe y estrechar el tracto vocal por encima de la glotis para potenciar los sonidos muy agudos. Por eso, a pesar del entusiasmo con el que algunas familias humildes entregaban a sus hijos para ser castrados, muchos nunca llegaban a ganar el anhelado salario de un cantante de ópera y se quedaban en el coro de cualquier iglesia italiana.

Peligro para la salud

En cualquier caso, la falta de garantías sobre la carrera artística de los castrati era solo uno de una larga lista de problemas asociados a esta práctica. En los siglos XVII y XVIII, sin anestesia ni antisépticos, la operación era dolorosa y peligrosísima. A los niños se les drogaba con una cantidad indeterminada de opiáceos que, en ocasiones, acababa con su vida. Otras veces se les sedaba presionando sobre la yugular y, según los manuales de la época, la operación solía consistir simplemente en extirpar los testículos enteros sin muchos miramientos.

Además, la falta de hormonas en la edad adulta conllevaba serios riesgos para la salud, riesgos que se pueden deducir del conocimiento médico actual pero que, además, se han confirmado gracias a la exhumación y análisis de uno de los castrati más famosos del Clasicismo: Gaspare Pacchierotti. Tras la castración, la densidad de los huesos decrecía progresivamente, provocando osteoporosis.

Además, Pacchierotti tenía las cervicales muy erosionadas. A través de resonancias magnéticas realizadas a otros cantantes sanos se ha sabido que cantar notas muy agudas implica estirar las cervicales superiores de manera muy pronunciada. Por eso era de esperar que un castrato, cuya carrera dependía de alcanzar registros agudísimos, sufriera lesiones en las cervicales, como efectivamente se confirmó en la exhumación.

El declive

Por suerte, la Ilustración cambió los ideales sobre lo natural. El producto artístico que había supuesto la voz de los castrati se comenzó a considerar algo ajeno a la naturaleza, opuesto a la voz tanto masculina como femenina. La popularización de la ópera bufa remató la transformación de los criterios estéticos, y a finales del siglo XVIII el prestigio de los castrati decayó en picado.

El declive de popularidad facilitó que la castración se dejara de efectuar, y en los conservatorios actuales sería impensable imaginar esta práctica. Con todo, una pizca de nostalgia parece pervivir, ya que el estudio donde se analiza la exhumación de Pacchierotti concluye así: “Hoy solo queda adivinar cómo habrían sonado los grandes cantantes del pasado, pero podemos imaginar que de todos los castrati, si pudiéramos escucharlos, Pacchierotti sería el que más nos agradaría”.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque ya no se somete a los cantantes de ópera a la castración, algunas personas pueden convertirse en “castrati naturales”. Son personas que padecen anomalías hormonales, sea desde el nacimiento (como en los síndromes de Klinefelter o Kallmann) o por otras causas físicas o médicas en edades tempranas. Estas anomalías pueden emular los efectos vocales de la castración sin someterse a la operación física. También existen hombres adultos que alcanzan tesituras de soprano utilizando la técnica del falsete, sin requerir alteraciones hormonales.

REFERENCIAS (MLA):