Medicina

Antidepresivos para tratar el cáncer de cerebro más frecuente y agresivo: La última propuesta desde Suiza

Un estudio recientemente publicado en Nature Medicine propone un nuevo uso para la Vortioxetina, un antidepresivo aprobado en 2013

Ilustración del tumor cerebral maligno más frecuente, el glioblastoma
Ilustración del tumor cerebral maligno más frecuente, el glioblastomaSohyon Lee y Berend SnijderETH Zúrich

A todos nos estremece escuchar la palabra cáncer, pero hay algo incluso más aterrador: cáncer de cerebro. Entre los más de 100 tipos de tumores cerebrales que existen podemos encontrarlos de todas las clases, más o menos malignos, y entre tanta variedad, el glioblastoma destaca como el más agresivo de todos. Para hacernos una idea, la mitad de las personas diagnosticadas con este cáncer muere en menos de un año tras el diagnóstico y, por si fuera poco, no solo es el más agresivo, sino el tumor cerebral maligno más frecuente en adultos. Concretamente, casi la mitad de los casos de tumores cerebrales malignos diagnosticados corresponden a glioblastomas. La realidad es que cada año, 30 personas de cada millón de habitantes son diagnosticadas con glioblastomas y, hoy en día, no existe una cura.

Sin embargo, con un poco de suerte la situación podría cambiar en los próximos años. Un grupo de investigadores de la Universidad de Zúrich parecen haber encontrado una posible cura donde menos lo esperaban. No se trata de una nueva molécula. No es un fármaco de última generación ni una tecnología puntera. Es un antidepresivo y, para colmo, uno aprobado en 2013. Podríamos incluso atrevernos a decir que es un viejo antidepresivo. Las noticias son buenas, pero aún pueden mejorar, porque al ser una molécula ya aprobada para su comercialización y que se ha mostrado segura durante más de una década, los ensayos clínicos necesarios para aprobar su uso en pacientes de glioblastoma serán mucho más rápidos que si empezáramos de cero.

El gran problema con el cáncer

Encontrar una cura para el cáncer es prácticamente imposible porque, para empezar, no existe tal cosa como “el cáncer”. Los cánceres, en todo caso, son un grupo de enfermedades que tienen en común la multiplicación descontrolada de células cuyo aspecto y funciones, poco a poco, se van desvirtuando. Eso significa que poco tiene que ver un cáncer de páncreas con otro originado en los pulmones, por ejemplo. Incluso dentro de un mismo órgano, las células que se ven afectadas pueden ser totalmente diferentes. Con la enorme cantidad de células distintas que hay en nuestro cuerpo es de esperar que exista un número de cánceres incluso superior, pues una misma célula puede mutar de maneras diversas. Ahora imagina la cantidad de líneas de investigación necesarias para curar todos los cánceres.

Por ese motivo, la mayor parte de aproximaciones terapéuticas suelen ser tratamientos bastante genéricos, que cortan más allá de los límites del tumor gracias a la cirugía, quimioterapias que envenenan especialmente a las células que más se dividen (como son las tumorales) o radioterapias que hacen lo propio, solo que en zonas más localizadas. Durante las últimas décadas han ido apareciendo tratamientos más específicos, como la hormonoterapia, que están enfocados a mutaciones concretas de un tipo específico de cánceres. Sin embargo, a los cánceres cerebrales se suma una complejidad más: llegar hasta el cerebro. Nuestro sistema nervioso central está aislado del resto del cuerpo por la llamada barrera hematoencefálica, que impide el paso de la mayoría de los fármacos. Encontrar una molécula que pueda atravesarlo es un problema extra, pero, a la vez, ha sido la clave de esta investigación.

Fuerza bruta

A veces las investigaciones en farmacología están dirigidas con una precisión quirúrgica, eligiendo directamente la molécula sospechosa de tener los efectos buscados. En otras, en cambio, los primeros pasos se parecen más bien a una pesca de arrastre, probando una infinidad de moléculas hasta que una da el resultado más o menos esperado. En este caso ocurrió algo similar. Los investigadores partieron de unas 130 sustancias diferentes. En común tenían ser neuroactivas (antiparkinsonianos, antidepresivos, antipsicóticos…) porque suelen ser sustancias capaces de atravesar la dichosa barrera hematoencefálica y, aunque las células que se multiplican en el glioblastoma no son neuronas como a las que afectan estos tratamientos, sino células gliales, que forman la mitad olvidada de la población celular de nuestros cerebros.

En cualquier caso, tras probar las 130 sustancias en el tejido tumoral de 40 pacientes de glioblastoma, los investigadores pudieron determinar que algunas sustancias tenían un efecto prometedor, especialmente los antidepresivos y, para ser más exacto, la vortixetina fue el más efectiva de todos. Resultados que pudieron repetir en ratones con glioblastoma, logrando buenos resultados al combinar su administración con la de tratamientos ya aprobados. El siguiente paso será empezar a investigar con humanos y puede que, con suerte, los antidepresivos nos regalen la clave para enfrentarnos a estos voraces tumores cerebrales.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Uno de los investigadores principales, Berend Snijder, ha querido aclarar que “Hasta ahora, solo ha demostrado ser efectivo en cultivos celulares y en ratones”. Y añade que “Aún no sabemos si el medicamento funciona en humanos ni qué dosis se requiere para combatir el tumor, por lo que los ensayos clínicos son necesarios. Automedicarse sería un riesgo incalculable”.

REFERENCIAS (MLA):

  • "High-Throughput Identification of Repurposable Neuroactive Drugs with Potent Anti-Glioblastoma Activity." Nature Medicine, 10.1038/s41591-024-03224-y. Published using computational simulation/modeling and research on human tissue samples.