Neolítico
La aparición de la agricultura en Europa no fue como te la han contado
Un nuevo estudio de la Universidad de Ginebra sugiere que la agricultura llegó a Europa lentamente y por la hibridación con poblaciones de Anatolia
El conocimiento popular está plagado de mitos. Historias que simplificamos hasta, prácticamente, convertirlas en fábulas. El cambio del mito por la razón en la Antigua Grecia, el paso del trueque al uso de la moneda… Eventos que no solo no ocurrieron como nos cuentan, sino que, en cierto modo, ni siquiera ocurrieron. La llegada de la agricultura es, posiblemente, uno de los casos más conocidos. Puede que, aunque con más palabras, hayas leído que la agricultura sustituyó rápidamente a la recolección por las evidentes ventajas que proporcionaba, imponiéndose por su propio peso. La realidad, según confirma un estudio de la Universidad de Ginebra, podría ser muy diferente.
Investigadores de la Universidad de Ginebra (UNIGE), en colaboración con la Universidad de Friburgo y la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia, acaban de publicar en la revista científica Science Advances un artículo sobre el tema. En él, analizan el ADN de individuos que vivieron en Europa hace 9.000 años, momento en que la agricultura ya estaba bien presente en nuestro continente. Y, a pesar de lo que pudiéramos pensar, los resultados no mostraban una sustitución rápida y radical de un modo de vida por el otro, sino una convivencia muy prolongada.
Modelos y genes
Los investigadores de Ginebra no se limitaron a observar patrones genéticos, sino que construyeron simulaciones por ordenador que reproducen cómo se expandían las poblaciones. En esas simulaciones incorporaron posiciones geográficas, parámetros biológicos como tamaños poblacionales, tasas de reproducción y patrones migratorios, y variables de interacción como tasas de mestizaje y competencia por recursos. En palabras del investigador Mathias Currat: “Generamos miles de escenarios genéticos, que luego comparamos con datos de 67 individuos prehistóricos de regiones donde los dos grupos habían coexistido. Aplicando métodos estadísticos, pudimos estimar los parámetros demográficos más probables”.
Esa puesta en escena virtual desmonta la versión simplista de una difusión agrícola puramente cultural, basada solo en la imitación de vecino en vecino. No fue únicamente cuestión de copiar técnicas; estas técnicas se propagaron también por hibridación social y biológica con poblaciones de anatolia, que ya habían desarrollado la agricultura. Cuando llegaban grupos con la habilidad de sembrar y domesticar, introducían prácticas, saberes y genes en las poblaciones receptoras y, en cierto modo, la agricultura se expandía dentro de la comunidad gracias a matrimonios, contactos prolongados y la transmisión intergeneracional de modos de vida.
Otros estudios
De hecho, otro estudio publicado hace unos meses en Nature Communications analizó el acervo genético de un grupo de europeos de hace 5000 años. Entre ellos, el famoso “Hombre de hielo”, Ötzi. Estos presentaban aproximadamente un noventa por ciento de ascendencia anatolia y un diez por ciento de herencia de cazadores recolectores europeos, proporciones que hablan de una hibridación entre los lugares referidos por el estudio de la Universidad de Ginebra.
El paulatino éxito de plantar grano
La síntesis de datos y modelos aporta además una explicación de por qué la mezcla aumentó con el tiempo. En cada etapa del avance por la llamada ruta del Danubio hacia el noroeste de Europa, la mezcla con cazadores recolectores fue inicialmente escasa, pero creció localmente, lo que sugiere procesos de integración lenta y acumulativa.
La ventaja demográfica estimada de los agricultores, de aproximadamente cinco veces el tamaño efectivo de las poblaciones cazadoras, junto con la movilidad superior de algunos individuos que realizaron saltos migratorios de larga distancia, facilitó la ocupación de territorios nuevos sin necesidad de una sustitución inmediata. Ese mosaico demográfico deja señales detectables. Arqueológicamente aparecen conjuntos con rasgos mixtos y continuidad en asentamientos.
Los resultados invitan a revisar la metáfora de la colonización homogénea. El avance agrícola se entiende mejor como un proceso de incorporación: los agricultores no solo colonizaban espacios vacíos, sino que se integraban y eran integrados. Como resume Alexandros Tsoupas, “Nuestros resultados muestran que la transición neolítica no estuvo marcada por una confrontación violenta o una sustitución completa, sino por una prolongada coexistencia con crecientes niveles de mestizaje.” Esa coexistencia prolongada permitió matricular prácticas agrícolas en sociedades locales, al tiempo que las poblaciones receptoras aportaron continuidad cultural y rasgos genéticos propios; forjando una historia más compleja, pero también más realista.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Esto no significa que, en algunas comunidades, la llegada de la agricultura no pudiera haber sucedido de forma abrupta, tal vez por esa imitación del vecino de la que hablábamos en el artículo. Lo que dice la investigación de la Universidad de Ginebra es que, en cualquier caso, esta no fue la norma.
REFERENCIAS (MLA):
- Currat, Mathias, et al. “In the Neolithic, Agriculture Took Root Gradually.” Science Advances, vol. 11, no. 34, 20 Aug. 2025, doi:10.1126/sciadv.adq9976.
- Croze, Myriam, et al. "Genomic Diversity and Structure of Prehistoric Alpine Individuals from the Tyrolean Iceman’s Territory." Nature Communications, vol. 16, no. 6431, 2025, https://doi.org/10.1038/s41467-025-61601-8