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Científicos proponen crear una “sombrilla” de 10 millones de toneladas contra el cambio climático

Un nuevo estudio plantea la posibilidad de disparar grandes cantidades de polvo al espacio para que nos protejan de la luz solar

Sol sobre el desierto
Sol sobre el desierto PexelsPixabay
  • Todo el mundo ha oído hablar sobre el cambio climático y, a la amplia mayoría de personas les preocupa en cierta medida. Hay algunos a quienes incluso les genera algo recientemente bautizado como “ecoansiedad”. En resumen: cada vez estamos más concienciados acerca de uno de los principales problemas ecológicos del planeta. Sin embargo, si preguntas ahí afuera cuántas medidas conoce la gente contra el cambio climático, nos encontraremos con listas sorprendentemente cortas. Muchos mezclarán en el mismo saco las medidas para luchar contra la pérdida de biodiversidad o el acúmulo de residuos plásticos que, aunque guardan cierta relación, no son estrictamente medidas contra el cambio climático.

Simplificándolo mucho, nos encontraremos con dos grandes grupos de medidas: por un lado, las que tratan de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (como el dióxido de carbono) y, por otro, las que intentan retirarlos de la atmósfera. Conocemos mejor a las del primer grupo, entre las que se encuentran reducir el uso de combustibles fósiles como el carbón o el petróleo, moderar nuestro consumo energético, etc. Las segundas suelen asumir que no podemos llegar a unas emisiones nulas sin que el sistema colapse y que, por lo tanto, también conviene reducir sus concentraciones en la atmósfera retirando parte del que inevitablemente generamos y generaremos, como hacen las plantas durante la fotosíntesis, captando dióxido de carbono y fijándolo en sus tejidos. Entre estas medidas están el cuidado de los bosques y los océanos y el diseño de sumideros de dióxido de carbono artificiales. Ahora bien, aunque estas sean las soluciones mayoritarias, no son las únicas, y un nuevo estudio ha planteado una opción de lo más inquietante: bloquear el Sol.

El efecto invernadero

Posiblemente debamos empezar recordando cómo funciona el efecto invernadero. ¿Cómo funciona el dióxido de carbono de la atmósfera? La respuesta tiene varias capas de complejidad y, si empezamos por la más sencilla (y manida) encontraremos una interesante contradicción. Se suele decir que el nombre de “efecto invernadero” ya nos da una pista y que, lo que ocurre, es que la radiación del sol atraviesa la atmósfera terrestre, calienta el planeta y no puede volver a escapar porque los gases de efecto invernadero hacen que rebote de nuevo a la superficie, como ocurre con los plásticos de un invernadero. Podríamos decir que es una simplificación adecuada sobre cómo actúan estos gases, pero así no es exactamente como funcionamiento de un invernadero. Estas estructuras de plástico o cristal no es que retengan los rayos de sol en su interior, sino que contienen al aire recalentado que, sin la cubierta del invernadero, ascendería y sería sustituido por aire más fresco. No obstante, es la analogía clásica que le ha dado su nombre y nos ayuda a visualizar el proceso.

En concreto, en el caso del efecto invernadero, la radiación que queda atrapada es la infrarroja, que es el tipo de “luz” que transmite el calor, una “luz” invisible, menos energética que los colores que capta nuestro ojo, pero que está ahí como parte del llamado espectro electromagnético. De hecho, si queremos entender un poco mejor cómo funciona este calentamiento, deberemos pensar en las características de las moléculas de los gases implicados. Para retener la radiación infrarroja, estas deben estar cargadas eléctricamente, o que al menos estén distribuidas de manera desigual a lo largo de su estructura, como ocurre con el agua. Ni el oxígeno ni el nitrógeno cumplen estas características, y son los principales gases de nuestra atmósfera, pero los gases de efecto invernadero son tan eficientes que, a pesar de su baja concentración relativa, acaban siendo suficientes como para recalentar el planeta. Por otro lado, hay algo más que afecta en todo este proceso: hechos que retroalimentan el recalentado. El más famoso es el de la fusión de los casquetes polares: al aumentar la temperatura el hielo se funde y la superficie del planeta se oscurece, haciendo que retenga más calor (como una camiseta negra bajo el Sol), esto aumenta la temperatura que funde más hielo.

La sombrilla de 10 millones de toneladas

Un nuevo artículo de Benjamin C. Bromley, Sameer H. Khan y Scott J. Kenyon publicado en la revista científica PLOS Climate ha propuesto una manera complementaria de luchar con el cambio climático que busca atajar el problema sin enfocarse en los gases de efecto invernadero. A fin de cuentas, estos gases no generan calor por sí solos, son los rayos del Sol los que calientan nuestra atmósfera por lo que… ¿Y si bloqueáramos el Sol? Los investigadores proponen disparar unos 10 millones de toneladas de polvo (según su porosidad) al espacio para situarlas en una órbita estable entre la Tierra y el Sol (posiblemente en el punto 1 de Lagrange). De este modo, la nube podría apantallar un 1,8% de la luz solar, lo que equivaldría a tener 6 días menos de luz al año y, de ese modo, que las temperaturas se moderaran.

Para conseguirlo plantean dos alternativas. En una de ellas lanzaríamos el polvo en cohetes desde la Tierra, en el otro crearíamos un sistema para dispararlo desde la superficie de la Luna, aprovechando así el material que hay allí. Nombran también la posibilidad de capturar un asteroide, pero no se detienen mucho en esta alternativa. El problema de todo esto es que, por ahora, es puramente teórico. Cuesta imaginar cómo extraer 10 millones de toneladas de polvo y, lo que es peor, de donde ir obteniendo repuestos periódicos para compensar el polvo que salga de la órbita estable y se vaya perdiendo en el espacio. No obstante, el mayor problema es otro, y es que el cambio climático es un proceso complejísimo que no solo consiste en el aumento de las temperaturas. Aunque los modelos que han hecho estos investigadores parecen halagüeños, no podemos estar seguros de cómo afectará realmente un cambio tan drástico. ¿Qué implicará en otros fenómenos meteorológicos extremos? ¿Cuánto podremos controlar realmente la homogeneidad de la nube? Todas estas cuestiones nos traen de vuelta a la realidad y nos recuerdan que esta descomunal sombrilla es, por ahora ciencia ficción

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Posiblemente estos científicos vean su propia propuesta con escepticismo. Es probable que su idea no sea estudiar esta solución en concreto, sino lanzar ideas bien calculadas al aire y que eso estimule la búsqueda de soluciones.

REFERENCIAS (MLA):

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