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Científicos señalan los dos mejores alimentos para cultivar en caso de Apocalipsis

El estudio evaluó la resistencia de diferentes cultivos, el espacio necesario y su capacidad nutritiva.

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Un meteorito, una bomba o el propio cambio climático, pueden provocar un invierno nuclear con condiciones extremas de falta de luz y temperaturas mucho más fríos. En este escenario cultivar nuestros propios alimentos sería imprescindible, pero ¿cuáles son los mejores candidatos?

Un equipo de científicos de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, se ha hecho esta pregunta y la respuesta es muy sencilla, aunque quizás no tan apetecible: espinacas y remolacha son las mejores opciones. Y luego trigo y zanahorias.

Estas son las conclusiones del estudio, publicado en PlosOne y liderado por Matt Boyd que analizó cientos de estudios para determinar los cultivos óptimos para plantar después de una catástrofe global, como una guerra nuclear, pandemias extremas o tormentas solares. Su objetivo era encontrar la manera más eficiente de alimentar a una persona utilizando la menor cantidad de tierra posible.

“La investigación en realidad no se inspiró en el entorno geopolítico actual – explica Boyd -. Pero ha resultado ser muy relevante, obviamente, para el entorno geopolítico actual”.

En el estudio, el equipo de Boyd analizó cómo la población de una ciudad mediana podría sobrevivir gracias a la agricultura en caso de un desastre global. El estudio examinó dos escenarios en caso de desastre: qué cultivar en la ciudad y sus alrededores en condiciones climáticas normales, y qué cultivar en caso de un invierno nuclear.

El cultivo óptimo para una ciudad templada en condiciones normales resultó ser una humilde legumbre: los guisantes. “Los guisantes son un alimento rico en proteínas. Crecen bien en entornos de agricultura urbana - añade Boyd -. Si quieres alimentar a alguien, cultivar guisantes minimiza la cantidad de tierra necesaria para alimentarlo”.

Sin embargo, las plantas de guisantes no son resistentes a las heladas. En caso de un invierno nuclear, que podría ser causado por una guerra nuclear, la erupción de un supervolcán o el impacto de un gran asteroide, la luz solar se vería bloqueada debido al hollín y a todo lo que se ha arrojado a la estratosfera. Esto, a su vez, provocaría temperaturas más bajas y dificultaría la fotosíntesis de las plantas.

En ese escenario, una combinación más resistente de espinacas y remolacha es una mejor opción, según los investigadores. Los autores del estudio llegaron a estas conclusiones, en parte, utilizando los datos de un metaanálisis de investigaciones sobre agricultura urbana que analizó el rendimiento de diferentes cultivos en docenas de ciudades de todo el mundo. Los guisantes, por ejemplo, alcanzaron la cima en condiciones normales porque requieren 292 metros cuadrados de tierra para satisfacer las necesidades calóricas y proteicas de una persona durante un año, mientras que una combinación de repollo y zanahorias requería 777 metros cuadrados, casi el triple de tierra.

En los terrenos a las afueras de la ciudad, el estudio descubrió que las patatas son ideales para un escenario climático normal, y una combinación de 97% de trigo y 3% de zanahorias es la proporción óptima durante un invierno nuclear, ya que tienen una mayor tolerancia a las temperaturas más frías.

Boyd señaló que existen varias incógnitas que podrían afectar el rendimiento de los cultivos en el mundo real. La calidad del suelo es una variable importante, ya que un suelo de menor calidad produciría menos cosechas. También asumió un escenario en el que los sistemas hídricos seguían fluyendo, “pero se pueden imaginar escenarios de catástrofe global con obstáculos y problemas adicionales”, añade Boyd. Tampoco prevé que la gente solo coma guisantes durante todo un año, sino que plantar los cultivos más eficientes minimiza la cantidad de tierra necesaria para alimentar a una población.

Según los autores, este estudio podría servir como primer paso para las ciudades que buscan implementar la agricultura urbana resiliente en sus políticas de uso del suelo. “Las decisiones que podrían parecer óptimas desde una perspectiva, quizás económica, no lo serían tanto si también se incluyen otras como la resiliencia, la seguridad y el bienestar", concluye Boyd.