
Neurociencias
“La conciencia, el mayor desafío de la ciencia en el siglo XXI”
El neurocientífico Ignacio Morgado recorre en su último libro, El espejo de la imaginación, el camino entre la conciencia y la imaginación.

Es, sin lugar a dudas, una de las voces más reconocidas a nivel global, del estudio del cerebro. Se trata de Ignacio Morgado, catedrático de psicobiología y autor de numerosos libros vinculados a nuestra comprensión del cerebro… Y lo que aún nos falta por comprender. Una suerte de océano anatómico: gran parte de él aún guarda misterios. Una parte de esta Terra ignota es El espejo de la imaginación (editorial Ariel), el último libro de Morgado y un mapa para explorar el futuro del cerebro.
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El libro no es un tratado académico ni un ensayo literario, pero respira de ambos mundos: una travesía científica contada con metáforas precisas, datos sólidos y un pulso narrativo que se repite en sus obras previas.
El lector entra en materia a través de una idea que articula todo el libro: la consciencia no como un director de orquesta, sino como un instrumento más modesto y, al mismo tiempo, el más fascinante. Morgado lo formula con claridad quirúrgica: “La metáfora que propongo… es el espejo”, un espejo que “no es un agente independiente”, sino un dispositivo que devuelve información al cerebro para que “el verdadero agente causal, que no es otro que el propio cerebro”, pueda modular su acción. La consciencia, en esta mirada, deja de ser una fuerza misteriosa para convertirse en una forma de retroalimentación biológica que permite ajustar la conducta con una flexibilidad que ningún algoritmo ha conseguido imitar.
Para este experto, ese espejo no solo refleja: condiciona lo que somos capaces de imaginar. Morgado lo expresa sin rodeos: “Aunque nos parezca que los pensamientos y la imaginación […] no tienen fronteras, sus límites nunca dejan de ser los que nos impone el cerebro humano”. El libro vuelve una y otra vez sobre esta idea: la imaginación no es una lámpara mágica, sino un laboratorio que funciona con materia prima muy concreta (memorias, emociones, experiencias sensoriales) y que reorganiza todo eso en nuevas combinaciones. La anécdota del sueño de Mendeléiev, una visita a Morfeo que le permitió ver el orden y la precisión de la tabla periódica, sirve para ilustrar un mecanismo fascinante: durante la vigilia razonamos; en el sueño, el cerebro reestructura información casi a su antojo, “extrayendo reglas difíciles de apreciar durante la vigilia”.
De ahí nace una de las tesis más interesantes del libro: que creatividad o intuición no son un chispazo misterioso, sino el resultado de procesos inconscientes poderosos. Morgado lo deja claro: "El procesamiento inconsciente […] ha dado lugar a conceptos mentales como intuición, creatividad y estado de flujo”. Lo que solemos interpretar como “inspiración” quizá sea, en realidad, el cerebro haciendo su trabajo sin pedir permiso.
El autor también se toma el tiempo de recorrer las grandes teorías contemporáneas de la consciencia (de Giulio Tononi a Christof Koch pasando por David Chalmers) y lo hace sin caer en tecnicismos vacíos. Lo interesante es que, sin hacerla, nos planta la semilla de una pregunta en el cerebro: ¿Cómo es posible que la interacción de varios miles de millones de neuronas acabe produciendo ese sentimiento de ser yo?
Pero no es la única pregunta y esto es importante: en una era en la que tenemos acceso a todas las respuestas, la capacidad de hacer nuevas preguntas es lo que nos permitirá avanzar. Y Morgado parece ser un especialista en ello: ¿Estaría usted dispuesto a admitir que la percepción consciente… no es más que una ilusión intrascendente? Que un neurocientífico ponga el vértigo sobre la mesa sin anestesia es, hoy, un gesto valioso.
Personalmente (y esto es una opinión individual) las secciones que hablan de la imaginación desde las neurociencias, son las más profundas. En una época en la que la IA se lleva toda la atención, la capacidad de nuestra mente para crear nuevos mundos, es vital.
Para Morgado, la imaginación no está en un supuesto don, sino en la combinación de memoria, flexibilidad cognitiva y la capacidad de ficcionar. “Saber quiénes somos depende del recuerdo”, afirma Morgado, y de cómo esos recuerdos “se funden y se relacionan entre sí depende en gran medida nuestra capacidad imaginativa”. La imaginación, en este sentido, se puede cultivar: ampliando experiencias, leyendo narrativas que expandan el repertorio, reinterpretando nuestros propios recuerdos, aceptando la ficción como una herramienta para pensar el mundo.
El espejo de la imaginación es, en última instancia, un libro que se atreve a mirar "al mayor desafío de la ciencia del siglo XXI" (la conciencia) sin esconder su complejidad. Su mayor virtud quizá sea esta: logra que un tema filosófico como la conciencia se vuelva accesible sin perder su profundidad. Morgado escribe con la paciencia de un científico y la intuición de alguien que sabe que algunas preguntas sobreviven precisamente porque no tienen respuesta.
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