
Espacio
Confirman que hubo un noveno planeta que dio origen a la Luna
Un nuevo estudio de la Max Planck sugiere que Tea, el planeta que dio origen a la Luna, venía del sistema solar interior

La Luna es una gran fuente de titulares. A fin de cuentas, se un satélite bastante grande que no nos da tregua. La luz que refleja es clave para comprender los ciclos de algunos animales, hace posibles las mareas y, de hecho, la vida en sí misma al estabilizar el movimiento de la Tierra. Llama la atención de profanos y científicos e inspira investigaciones de todo tipo que, poco a poco, van perfilando la naturaleza de nuestro compañera. ¿De dónde viene? ¿Cuál es su edad? ¿Cómo era antes? ¿Cuánta agua alberga? Incluso, cuando creemos conocer la respuesta a una de estas preguntas, es cuestión de tiempo que llegue una nueva investigación que ajuste su ubicación de origen, le sume años, suponga otro pasado o calcule que está más hidratada de lo que pensábamos.
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Ahora, un estudio del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar acaba de acotar bastante el origen de la Luna o, mejor dicho, del planeta que dio lugar a la Luna tras colisionar con nosotros. Su nombre es Tea, como la titánide de la mitología griega y, en realidad, es una hipótesis que ya cumple 50 años desde que fue publicada, por primera vez, por William K. Hartmann y Donald R. Davis. Aquella idea feliz que redactaron para la revista científica Ícarus ha ido cobrando relevancia a medida que sumaba indicios en su favor. Ahora, los expertos la consideran como una de las principales explicaciones acerca del origen de la Luna (sino la principal). El estudio del Max Planck que acaba de ser publicado en Science no solo respalda esta idea, sino que ha podido rastrear el origen de Tea y concluyen que, probablemente, era uno de nuestros vecinos planetarios.
Una historia de detectives
Pero ¿cómo determinar el origen de un satélite? No podemos rebobinar los acontecimientos ni explorar el cosmos en busca de indicios que nos hagan comprender cuál era su lugar antes de chocar con nosotros. Sin embargo, la respuesta es mucho más prosaica. Al igual que en cualquier novela de detectives tras el éxito de Sherlock Holmes, la tierra en los zapatos de alguien puede ser clave. Su color y textura dan pistas acerca de su composición con un simple vistazo y, si esa composición es suficientemente atípica y coincide con la de el lugar del asesinato, probablemente ese alguien con zapatos sucios sea el asesino. “La composición de un cuerpo archiva toda su historia de formación, incluido su lugar de origen”, añade Thorsten Kleine, director en el MPS y coautor del nuevo estudio.
Imagina ahora que pudiéramos conocer la composición con mucha más precisión y que, en lugar de deducirla por su color y textura, supiéramos qué elementos la componen exactamente: cuánto hierro, cuánto silicio… Pues lo que han hecho los científicos del Max Planck es, incluso, más sofisticado. No solo han podido determinar los elementos que componen las muestras lunares que tenemos, sino la proporción presente de las diferentes “variedades” de cada uno de estos elementos. Porque no todos los átomos de hierro son iguales, esas “variedades” se llaman isótopos y, si conocemos la proporción de diferentes isótopos de cada uno de sus elementos, tendremos una especie de huella dactilar química, unas marcas propias que nos darán mucha información sobre su origen, sobre todo, si las comparamos con otras marcas que conocemos. Por ejemplo: las nuestras.
Dos caras de la misma moneda
Sin embargo, lo importante no es que los científicos del Max Planck hayan hecho un análisis de los isótopos de la Luna. Eso no tiene nada de especial y, antes que ellos, lo hicieron muchos otros grupos de investigación. Lo importante es el grado de precisión que han alcanzado con su análisis. Su análisis de los isótopos de hierro tiene una precisión sin precedentes y han podido analizar 15 rocas terrestres y seis lunares en busca de similitudes y diferencias. Aunque, más que diferencias, encontraron todas las similitudes posibles. A juzgar por los isótopos la Tierra y Tea eran, como habían apuntado estudios previos de menor precisión, sorprendentemente parecidas. Tanto que podemos concluir que, como indica Timo Hopp, científico del MPS y autor principal del nuevo estudio: “El escenario más convincente es que la mayoría de los bloques de construcción de la Tierra y Tea se originaron en el Sistema Solar interior. Es probable que la Tierra y Theia hayan sido vecinas.”
En el mismo estudio, los investigadores señalan que, probablemente, Tea se encontraba más cerca del Sol que de la Tierra por lo que, aunque no hubiera sido el planeta más cercano a la Tierra, no estaba muy lejos comparado con las inmensas distancias que nos separan de los gigantes gaseosos de nuestro sistema solar. Aunque, como decíamos al principio, habrá que seguir analizando estos detalles en busca de indicios nuevos que, poco a poco, afinen lo que creemos saber o, quién sabe, los desmonten por completo.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Nuestra luna es clave para la existencia de la vida tal y como la conocemos, ya que, entre otras cosas, permite que existan mareas como las que experimentamos y estabiliza los movimientos de la Tierra. Por eso es tan interesante que esté presente casi desde la misma formación de nuestro planeta. Sin embargo, no existe ninguna asociación entre las fases de la luna y los partos o los ingresos en pabellones de psiquiatría. Esas asociaciones no corresponden al mundo de los datos, sino de la fabulación.
REFERENCIAS (MLA):
- Hopp, Timo, et al. “The Moon-forming Impactor Theia Originated from the Inner Solar System.” Science, vol. 20 Nov. 2025, doi:10.1126/science.ado0623.
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