Evolución
Descubren el origen de nuestro amor por la bollería
Los neandertales y los denisovanos también estaban especialmente hechos a digerir carbohidratos, como nosotros
Nos encantan los carbohidratos: pasta, pan, patatas, arroz, galletas… Pero, si podemos disfrutarlos es porque somos mutantes. No todos los animales son tan eficientes aprovechando estos alimentos y, aunque pueda parecer que no son los más saludables del supermercado, recordemos que, en realidad, los carbohidratos también se encuentran en las legumbres, la leche, frutas… Lo que no estaba tan claro es cuándo nos volvimos tan eficaces digiriendo carbohidratos. ¿Fue con la agricultura? ¿Sucedió antes? ¿Un neandertal podría comerse una hamburguesa de lentejas con chutney de mango? Pues según un estudio que acaba de publicar la revista Science, la respuesta a eso último es: sí, podría.
La investigación en cuestión ha sido realizada por la Universidad de Berkeley y han logrado determinar la antigüedad de las mutaciones que empezaron a transformarnos en el devorador de hidratos de carbono que somos ahora. Los resultados apuntan a que las mutaciones en cuestión comenzaron mucho antes de lo que creíamos, hace, al menos 800.000 años y eso significa que no serían exclusivas de nuestra especie, los Homo sapiens, pues solo tenemos unos 300.000 años. Tuvieron que empezar antes, cuando nuestros antepasados todavía no se habían separado de los antepasados de otros icónicos hominimos: los neandertales y los denisovanos.
La amilasa
Todo este estudio orbita en torno a la amilasa, una molécula capaz de romper los carbohidratos en moléculas más sencillas. De hecho, ese es el primer paso en la digestión del famoso carbohidrato llamado “almidón” y sucede en nuestra boca. El almidón está presente en el arroz, la pasta, el pan…, engorda las salsas y, lo que es más sorprendente, podemos percibir su degradación cuando se encuentra con la amilosa. Introduce un trozo de pan en tu boca y retenlo mientras la saliva actúa. Pasados unos pocos minutos notarás cómo el bocado se va haciendo más dulce. Eso es porque la amilasa está rompiendo al almidón en maltosas que, simplificándolo mucho, son parejas de glucosas unidas entre sí y, como sabemos, la glucosa es un azúcar.
Pues bien, la cantidad de amilasa que somos capaces de producir viene determinada por el número de copias de su gen que hay en nuestro ADN. Cuantos más genes relacionados con la producción de la amilasa haya en nuestro genoma, más produciremos y mejor digeriremos los hidratos de carbono. De hecho, no todos tenemos el mismo número de copias y, entre otros motivos, eso influye en nuestras digestiones. La pregunta es… ¿cuándo se empezó a “copiar y pegar” nuestro gen AMY1 (que así se llama).
800.000 años atrás
Hasta ahora se habían publicado varios estudios que databan algunas expansiones del AMY1 durante los últimos milenios. Por ejemplo, hace unos meses en Nature se publicó que los humanos promedio habíamos pasado de cuatro a siete copias de AMY1 durante los últimos 12.000 años, que es aproximadamente el tiempo que lleva existiendo la agricultura, aunque buena parte de estas expansiones se han concentrado en los últimos 4.000 años.
El problema es que extraer conclusiones de tiempos más remotos es complicado, entre otros motivos porque el AMY1 está en una zona de nuestro genoma muy repetitiva y, (simplificándolo un poco) como si tuviéramos que contar el número de casas adosadas a través de una pequeña mirilla… a veces es difícil orientarte entre tanta copia idéntica. Sin embargo, ampliar la mirilla para tener una vista panorámica ayuda y eso, salvando las enormes distancias que hay entre la analogía y la realidad, es lo que ha hecho el equipo de investigadores. Concretamente mediante técnicas de secuenciación de lectura larga frente a las clásicas de lectura corta, logrando así un gran detalle.
Las casas adosadas de tu ADN
Así pues, los investigadores analizaron el genoma de 68 humanos antiguos, incluyendo una muestra de 45.000 años encontrada en Siberia. Analizando el material genético los expertos pudieron concluir que la primera de esas expansiones de AMY1 se remontaba más de 800.000 años y que estaba presente en otros humanos no Homo sapiens que también descendieron de aquellos antepasados comunes de hace 800.000 años, como pudieron ser los neandertales y los denisovanos.
De hecho, sabemos que esta expansión es una adaptación relativamente sencilla y que incluso los animales domésticos han sufrido esta mutación a medida que pasaban generaciones a nuestro lado. En cualquier caso, gracias a este estudio ahora comprendemos mejor la semilla de uno de los rasgos más profundamente arraigados en nuestra cultura: el culto a los carbohidratos.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Los hidratos de carbono no son malos por sí mismos, todo depende de su cantidad y de nuestros hábitos de vida. Hacer ejercicio moderado tras cada ingesta ya ayuda a lidiar con buena parte de los problemas que estos acarrean, como el famoso pico glucémico tan relacionado con el desarrollo de diabetes. Si llevamos una vida sedentaria los hidratos de carbono tal vez no sean la mejor opción para llenar nuestro plato, pero eso no significa que debamos retirarlos por completo de nuestra dieta, sobre todo, si pretendemos cambiar nuestra rutina a una más saludable, por ejemplo, empezando a hacer ejercicio.
REFERENCIAS (MLA):
- "Reconstruction of the Human Amylase Locus Reveals Ancient Duplications Seeding Modern-Day Variation." Science, 17 Oct. 2024, [embargoed].
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