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Agujeros negros

Este agujero negro es como 36.000 millones de veces nuestro sol: guarda un poderoso secreto

Un agujero negro colosal, a 5.000 millones de años luz, redefine los límites conocidos del universo

Vista polarizada del agujero negro supermasivo Sagitario A* del centro de la Vía Láctea Sinc

En las profundidades del cosmos, a unos 5.000 millones de años luz de nuestro planeta, un equipo de astrónomos ha descubierto un agujero negro que podría ser uno de los más masivos jamás detectados hasta la fecha. Este hallazgo, situado en la galaxia SDSS J1148+1930, presenta una extraordinaria magnitud, una característica considerable que desafía algunas de las categorías establecidas para estos fenómenos cósmicos.

Las mediciones preliminares estiman que este coloso posee una masa equivalente a 36.300 millones de veces la de nuestro Sol. Una cifra que, para ponerla en perspectiva, contrasta considerablemente con el agujero negro central de nuestra Vía Láctea, que apenas alcanza los 4,3 millones de masas solares. Este nuevo cuerpo celeste se acerca sustancialmente al límite teórico práctico de lo que un agujero negro podría llegar a ser en el universo actual, rozando los 50.000 millones de masas solares. Incluso se piensa que el universo podría estar dentro de un agujero negro.

El astrofísico Thomas Collett, de la Universidad de Portsmouth en el Reino Unido, ha declarado públicamente que este ejemplar se encuentra "entre los diez agujeros negros más masivos jamás descubiertos, y muy posiblemente el más grande". Collett ha subrayado la robustez de las mediciones obtenidas gracias a una nueva y eficaz metodología, la cual aporta una certeza mucho más fiable en la determinación de su masa comparada con otras estimaciones más indirectas.

Un gigante dormido en el cosmos

El descubrimiento ha sido posible gracias a una rara alineación cósmica conocida como "Lente Cósmica del Caballo", un fenómeno de lente gravitacional que permite estudiar objetos distantes magnificados, según Sciencealert. Los investigadores, liderados por Carlos Melo-Carneiro de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul en Brasil, pudieron detectar este agujero negro porque es un agujero negro dormido, es decir, no está en una fase activa de acreción de material. Su presencia se infirió exclusivamente a partir de su inmensa atracción gravitatoria y el efecto que ejerce sobre su entorno.

En un sistema de lente, el grado de distorsión lumínica revela la intensidad del campo gravitatorio del objeto en primer plano, lo cual está directamente ligado a su masa. Dado que la masa de los agujeros negros supermasivos es proporcional a la de sus galaxias anfitrionas, este método ofrece una vía para calcular la masa de los agujeros negros en los centros galácticos. Además, se emplearon observaciones a largo plazo de los movimientos estelares, una técnica conocida como cinemática estelar, que sirvió para confirmar la presencia y determinar la magnitud de su campo gravitacional.

Lo que hace a SDSS J1148+1930 particularmente importante es su naturaleza de galaxia fósil. Este tipo de galaxias se formaron por la fusión gradual de múltiples galaxias más pequeñas a lo largo de miles de millones de años, lo que incluye también la coalescencia de sus respectivos agujeros negros centrales. Los científicos creen que este proceso culminó en el gigantesco agujero negro observado, proporcionando una clave fundamental para comprender cómo crecen los agujeros negros supermasivos hasta alcanzar tamaños tan colosales.

Los hallazgos de esta investigación han sido ya publicados en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, aportando nuevas perspectivas sobre uno de los grandes enigmas de la astronomía: cómo estos gigantes cósmicos se forman y evolucionan en el vasto universo.