Cerebro

Hay gente que vive "empanada" un 20% del tiempo y ahora sabemos por qué

Un estudio ha analizado los momentos en que nuestro cerebro se queda en blanco y no son como pensábamos

Recreación de un cerebro
Recreación de un cerebro más artística que científicaFreepik

Tener un cerebro no nos hace expertos en neurociencia. De hecho, su uso nos revela bastante poco sobre cómo funciona y el “conocimiento popular” es una muestra de ello. Por ejemplo, es posible que hayas escuchado que no podemos dejar nuestro cerebro en blanco o, por el contrario, que solo algunas personas pueden “desconectar” su cerebro. Ninguna de estas afirmaciones es cierta. Lo cierto es que todos nosotros, en mayor o menor medida, vivimos esa experiencia. Su nombre es “mente en blanco”, y ha sido objeto de uno de los últimos estudios publicados en la revista Trends in Cognitive Neuroscience y, tras analizar los resultados de otras 80 investigaciones, han logrado comprender mejor en qué consiste y por qué se produce.

Es posible que parte de la confusión popular venga del mundo de la meditación, donde los neófitos pretenden extirpar quirúrgicamente cada pensamiento de su mente. Por eso es frecuente escuchar que tal cosa no es posible, que la meditación no consiste en frenar los pensamientos, sino en dejar que fluyan, que pasen libremente, entrando y saliendo en nuestra atención. Esto es cierto, por supuesto, pero no significa que la mente en blanco sea imposible, ni siquiera significa que sea imposible vaciarla a voluntad. Porque, aunque es prácticamente imposible dejar la mente en blanco durante largos minutos, cualquiera puede evocarlo durante un instante, aunque apenas sea una fracción de segundo. Ahora bien… ¿qué concluye el artículo sobre esta suerte de “empanamiento”?

Cuantificando el empanamiento

En primer lugar, conviene aclarar qué es la mente en blanco. Para los investigadores de este estudio, podríamos entenderla así: “Durante la vigilia, nuestros pensamientos transitan entre diferentes contenidos. Sin embargo, hay momentos que parecen carecer de contenido que se pueda reportar, a lo que se denomina mente en blanco. Sigue sin estar claro qué representan estos vacíos, lo cual destaca las ambigüedades definitorias y fenomenológicas en torno a la mente en blanco.” Dicho en palabras más llanas (y mucho más imprecisas) es lo que ocurre cuando nos “empanamos” y no logramos identificar qué estábamos pensando durante ese lapso. Una experiencia bastante común.

De hecho, las analizar los estudios al respecto, estos investigadores han podido concluir que, normalmente, pasamos entre un 5 y un 20% del tiempo. Aproximadamente, un tercio del tiempo que dedicamos a dejar que la mente fluya (mind wandering). Porque, como hemos dicho, son experiencias notablemente distintas. De hecho, los científicos han podido determinar que, con la mente en blanco se suele presentar una somnolencia, lentitud y aumento de los errores que no está presente en el mind wandering.

¿Y por qué?

Según han reportado la mayor parte de estudios analizados, estas experiencias de “mente en blanco” tienden a ocurrir hacia el final de tareas de atención sostenida (como los exámenes), en condiciones de privación de sueño o tras realizar un ejercicio físico intenso. Es más frecuente en niños y niñas con trastorno por déficit de atención con hiperactividad y en personas con trastorno de ansiedad generalizada, ictus, lesiones cerebrales traumáticas y el síndrome de Kleine-Levin. Y, aunque parezca una caterva de patologías del todo dispares, supone el primer paso para rastrear el origen (y sobre todo las implicaciones) de la mente en blanco.

En cuanto a la actividad cerebral durante estos episodios, los investigadores detectaron que, antes de que sucediera, se presentaban firmas neuronales específicas en las redes frontal, temporal y visual del cerebro (frente, sienes y nuca, simplificándolo mucho). Durante estas fases, especialmente después de tareas de atención sostenida, observaron disminuciones en la frecuencia cardíaca, el tamaño de las pupilas y la complejidad de la señal cerebral, indicadores típicos de estados cercanos a la inconsciencia. Por otro lado, en la electroencefalografía, se registraron ondas lentas similares a las que están presentes durante el sueño, y disrupciones en el procesamiento sensorial, lo que llevó a describir estos eventos como "episodios de sueño local", donde partes del cerebro parecen entrar en un estado de sueño mientras el resto permanece despierto.

En otros estudios, los investigadores solicitaron a los sujetos que “vaciaran su mente”, ante lo cual, pudieron registrar una desactivación de regiones concretas del cerebro, como el giro frontal inferior, el área de Broca (relacionada con la producción del lenguaje), la corteza motora suplementaria y el hipocampo (relacionado con la memoria a corto plazo y la navegación espacial), sugiriendo un apagado de las funciones relacionadas con estas estructuras o, al menos, una reducción de las mismas.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es difícil saber “por qué” ocurre algo. ¿Cuánto hemos de remontarnos en la cadena causal para sentirnos satisfechos? En cierto modo, si ese cambio de actividad en el cerebro está siendo, al menos, una causa parcial de la mente en blanco, podemos afirmar que empezamos a entender el “por qué”. Sin embargo, harán falta muchos más estudios para entender “por qués” más profundos. Por ejemplo: ¿cumple alguna función biológica que explique su permanencia tras tantos millones de años de evolución? ¿Cómo se relaciona exactamente esa activación con nuestras experiencias de la mente en blanco?

REFERENCIAS (MLA):

  • Andrillon, Thomas, et al. “Where Is My Mind? A Neurocognitive Investigation of Mind Blanking.” Trends in Cognitive Sciences, vol. 29, no. 4, 2025, pp. [n.p.]. Cell Press, https://www.cell.com/trends/cognitive-sciences/fulltext/S1364-6613(25)00034-8. Accessed 24 Apr. 2025.