Micología

El hongo negro de Chernóbil que desafía las reglas de la biología

Se aprovecha de la radiación para crecer y reproducirse. Algo que no se había visto hasta ahora.

Chernóbil
Muestras de Cladosporium sphaerospermum cultivadas en patataMedmycoMedmyco

En las ruinas del reactor número 4 de Chernóbil (uno de los lugares más radiactivos de la Tierra) algo inesperado prospera: un hongo negro que no solo sobrevive, sino que parece alimentarse de la radiación. Se trata deCladosporium sphaerospermum, una de las decenas de especies fúngicas encontradas en la zona de exclusión, que empezó a llamar la atención de los científicos por su sorprendente adaptación.

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Desde los años noventa, investigaciones lideradas por la microbióloga Nelli Zhdanova identificaron más de 37 especies de hongos en el interior del reactor (muchas de ellas negras, cargadas de melanina) pero ninguna causó tanto revuelo como C. sphaerospermum.

Lo extraordinario no es solo que sobreviva: esto también es cierto de otras especies resistentes. Lo que fascina es que su crecimiento se acelera cuando está expuesto a radiación ionizante, y que sus hifas parecen orientarse hacia la fuente radiactiva, como si la radiación fuera su alimento. Científicos han descrito este comportamiento como radiotropismo.

Más allá de la resistencia, algunos investigadores proponen una hipótesis audaz: que estos hongos están usando la radiación como fuente de energía, en un proceso similar a la fotosíntesis. A este proceso lo han bautizado como radiosíntesis. En lugar de absorber la luz del sol mediante clorofila, estos hongos usarían la melanina (el pigmento que les da su color) para captar radiación ionizante (rayos gamma, partículas) y convertirla en energía.

Los estudios iniciados por Ekaterina Dadachova y Arturo Casadevall en 2007 mostraron que cuando hongos melanizados como C. sphaerospermum eran expuestos a la radiación, su velocidad de crecimiento aumentaba aproximadamente un 10 % respecto a condiciones sin radiación. Este hallazgo sugiere que la melanina no actúa solo como escudo protector que evita el daño celular, sino como un transductor de energía, potencialmente habilitando rutas metabólicas que usan radiación como fuente. En palabras de los investigadores: la radiación ionizante “es aproximadamente un millón de veces más energética que la luz blanca usada por las plantas” en la fotosíntesis.

Sin embargo, y es importante resaltarlo, hasta hoy no se ha demostrado una fijación de carbono dependiente de radiación ni una ruta metabólica clara al nivel de ATP (la energía celular). Es decir: la radiosíntesis sigue siendo hipótesis.

Pero, si se confirma esa capacidad, los usos prácticos podrían ser revolucionarios. Algunas posibilidades ya están siendo exploradas. Por ejemplo, podría utilizarse como blindaje biológico: una fina capa de estos hongos podría servir como escudo contra radiación. En un experimento en la Estación Espacial Internacional (ISS), se mostró que C. sphaerospermum reducía algo la radiación en su entorno inmediato.

Pese a los avances, aún hay misterios. No hay una ruta metabólica demostrada que pruebe que la radiación se convierte directamente en recursos bioquímicos útiles (como con la fotosíntesis vegetal). El concepto de radiosíntesis sigue sin tener verificada su fase final: fijación de carbono e intercambio energético comprobado.

También se sabe que no todos los hongos negros reaccionan igual. Por ejemplo, de 47 especies de hongos melanizados recogidos en Chernóbil, solo 9 crecieron hacia fuentes de cesio-137, y no todas mostraron aumento de crecimiento bajo radiación.

Con esto en mente es lógico que muchos científicos adopten una postura cautelosa y aun así este descubrimiento tiene algo de lo más fascinante que ofrece la biología: la sorpresa. Nos recuerda que, incluso en medio del desastre más radical, como una catástrofe nuclear, la vida no siempre se doblega; a veces evoluciona nuevas estrategias. Y esto cambia la definición de "ambiente habitable" se expande.

Así, por ahora y con cautela, podemos decir que Cladosporium sphaerospermum es uno de los organismos más asombrosos que conocemos: de los pocos que pueden vivir y hasta prosperar gracias a lo que para nosotros sería veneno absoluto. Si los estudios confirman la radiosíntesis, habrá que rehacer los manuales sobre genética, metabolismo y límites de vida. Pero aún es pronto para ello.