Actualidad
Neurocientíficos se amotinan contra el sistema
Un grupo de editores de una revista científica se han despedido en masa como protesta
En este mundo hay todo tipo de negocios extraños, pero uno de ellos se lleva la palma porque, siendo perfectamente legal, no siempre lo parece. Es un mercado extraño, de nicho y poco conocido, pero que mueve una cantidad de dinero entre el cine y la música. Un negocio tan rentable como Apple, Google o Amazon. Hablamos de las publicaciones científicas. Tal vez te parezca poco interesante, pero concédenos al menos lo que queda de párrafo. Las revistas le cobran miles de euros a los científicos por publicar una investigación hecha con dinero público y luego les vuelven a cobrar si quieren acceder a su propia investigación. Y, por si fuera poco, editores y revisores no suelen cobrar absolutamente nada. ¿A dónde va todo ese dinero, pues?
Quien quiera dedicarse a la investigación científica sabe que la academia medirá su valía a partir de sus publicaciones: su número, la importancia de la revista en la que estén publicadas, cuántas veces las han citado otros investigadores. Es la manera de acceder a un trabajo, de consolidarlo y, por lo tanto, de llegar a fin de mes y formar una familia. Así que, en cierto modo, todo el sistema científico actual depende de estas revistas y, quien no pase por el aro de sus extravagancias, simplemente no tendrá futuro. Es lo que en ciencia se conoce como “publica o perece”. Pues bien, los editores de una de las mayores revistas científicas sobre neurociencia han decidido tomar medidas y su respuesta está sacudiendo el mundo científico.
El negocio perfecto
Hace tiempo, las revistas científicas solo existían en formato físico y, lógicamente, eso implicaba un gasto de maquetación, impresión y distribución. Toda esa mano de obra era cara y, evidentemente, no todas ofrecían la misma calidad, ni la misma visibilidad para sus autores. Los costes eran altos y se cubrían a través de varias fuentes. Por un lado, los propios investigadores que necesitaban publicar sus investigaciones para que constara su existencia en algún lado, tenían que pagar una tasa. Por otro lado, las universidades y particulares que quisieran estar al día de las investigaciones científicas de su campo (esto es: todas ellas) también debían pagar una suscripción bastante cuantiosa.
Dicho de otro modo: una universidad tenía que pagar a gente para investigar y luego pagar a una revista para que esa investigación tuviera oficialmente valor mientras la revista comerciaba con el resultado intelectual de la investigación y, por si fuera poco, posiblemente volvieran a pagar a la revista para tener acceso a su propio artículo mediante suscripción. Y, si decimos todo esto en pasado es porque algunas revistas han cambiado el modelo de negocio. Ya no cobran suscripción porque la ciencia ha de ser abierta y el conocimiento es de todos (sobre todo si ha sido obtenido mediante fondos públicos). Estas revistas “Open Science” eran propiedad de las mismas empresas que las revistas tradicionales y, para compensar la pérdida de ingresos que suponía no ofrecer suscripciones, aumentaron el coste que suponía para los investigadores publicar sus trabajos.
Algunos ejemplos
The Lancet Neurology cobra unos 6.300 dólares por publicar, Nature Neuroscience 11.690, y la que hoy nos ocupa, NeuroImage 3.450. Puede parecer un precio razonable para cubrir la maquetación, las ilustraciones, la revisión y la edición de los textos. Sin embargo, resulta que estas revistas acostumbran a pedir a los científicos un formato muy específico de artículo, por lo que son los investigadores quienes se encargan de ilustrarlo y maquetarlo bastante según los cánones de la revista. En cuanto a los editores, en la mayoría de las revistas no cobran por su trabajo, tan solo engrosan su currículum para ser más competitivos en el hostil mercado laboral de la ciencia. De hecho, no es tanto un extra como algo que se da por hecho que has de hacer si dedicas tu vida a investigar. Finalmente, los revisores corren una suerte parecida.
Con todo esto en mente, los editores de la revista NeuroImage han intentado negociar que no subieran los precios de publicación, los cuales han aumentado notablemente en los últimos años. Llegaron a presentar un ultimátum amenazando con despedirse en bloque y, parece ser, que finalmente han tenido que cumplir su palabra. La revista se ha quedado sin editores, una medida de protesta absolutamente inusual en un sector como este, donde la palabra “vocación” suaviza cualquier aspereza.
La noticia ha corrido rápidamente entre otros investigadores y podría ser uno de los primeros indicadores de cambio en un sistema de investigación científica claramente viciado. Por ahora lo que está claro es que los antiguos editores de NeuroImage crearán su propia revista sin ánimo de lucro. Puede que la polémica acabe diluyéndose, como tantas otras, pero ¿ocurrirá lo mismo con las que están por venir?
QUE NO TE LA CUELEN:
Existen repositorios donde los científicos pueden publicar sus investigaciones y que conste su existencia, pero no tienen el mismo peso en su currículum. Estas webs tienen una gran cantidad de ventajas, pero no resuelven el problema actual de las publicaciones científicas y, por extensión, el de la propia ciencia contemporánea. No parece sencillo que todo esto cambie de rumbo, pero es un paso, como muchos otros que se han dado en el pasado. A fin de cuentas, han de existir otras formas de avalar la calidad del conocimiento científico producido que no caigan en perversiones del sistema.
REFERENCIAS (MLA):
Sanderson, K. (2023) “Editors quit Top Neuroscience Journal to protest against open-access charges,” Nature [Preprint]. Available at: https://doi.org/10.1038/d41586-023-01391-5.
✕
Accede a tu cuenta para comentar