Botánica

La pregunta que llevas años haciéndote: ¿por qué los girasoles siguen al sol?

Un estudio descubre que esta capacidad, llamada heliotropismo, depende de múltiples factores que se combinan con gran precisión.

Girasoles
Stacey Harmer, de la Universidad Davis de California, analizando la "raíz molecular" de los girasoles. Sasha Bakhter, UC DavisSasha Bakhter, UC Davis

Siempre que se habla de evolución, la mayoría de los laureles se los lleva el reino animal. Pero las plantas también han dado grandes saltos evolutivos. Y algunos de ellos se han convertido en emblemáticos. Más allá de las pipas, lo que ha hecho mítico al girasol es su capacidad para seguir el sol de este a oeste durante el día y volver a mirar hacia el este antes del siguiente amanecer. Pero… ¿cómo lo hace?

De acuerdo con un reciente estudio, publicado en PLOS BIology y liderado por Stacey Harmer, esta capacidad depende de múltiples tipos de fotorrespuestas. Durante millones de años el reino vegetal ha tenido que crear diversas estrategias para reaccionar cuando un vecino bloquea la luz solar, ya que dependen de ellas. La más obvia es crecer mucho y que nadie te pueda bloquear. Otra es parasitar al que ha crecido mucho. Y la del girasol es “mirar fijo a la luz”. Existen varios sistemas moleculares para facilitar tales respuestas, el más conocido de los cuales se llama respuesta fototrópica. En este sistema, la luz azul que cae sobre una planta es detectada por proteínas llamadas fototropinas, que causan la redistribución de una hormona y esto provoca que la planta se doble hacia la fuente de luz.

Pero en los girasoles no es tan sencillo y su capacidad para seguir el sol, llamada heliotropismo, involucraría otros receptores y hormonas. Para responder a esto, el equipo de Harmer comparó los patrones de actividad genética de los girasoles que se inclinan hacia la luz azul en el laboratorio con los girasoles que siguen el sol en el campo.

Sorprendentemente, solo unos pocos genes responsables de la respuesta fototrópica en el laboratorio mostraron diferencias significativas con los de los ejemplares en la naturaleza. Donde sí encontraron diferencias fue en otros sistemas de respuesta a la luz, incluido uno para evitar la sombra que detecta la luz roja lejana, que se activó en el lado oeste del tallo del girasol temprano en el día, cuando el sol está en el este. Este actuaría como una suerte de alarma que alerta al girasol de que su vecino está provocando sombra… lo que significa que hay luz y debe empezar a girar.

Pero, para complicar aún más el panorama, también descubrieron que la respuesta no solo se basaba en la presencia de luz roja o luz azul y que la respuesta, el movimiento, está originado por muchos factores, lo que les permite actuar incluso cuando solo uno de ellos está presente y no depender de una sola respuesta. En pocas palabras: “no poner todas las pipas en una misma cesta”.

“Nos hemos sorprendido continuamente con lo que hemos encontrado al estudiar cómo los girasoles siguen al sol cada día – concluye Harmer en un comunicado -. Nuestro estudio señala que utilizan diferentes vías moleculares para iniciar y mantener movimientos de seguimiento, y que los fotorreceptores más conocidos por causar la curvatura de las plantas parecen desempeñar un papel menor en este notable proceso”.