Curiosidades

Ver películas de miedo para calmar la ansiedad: el beneficio más desconocido del cine de terror

Este género cinematográfico ha ido sumando adeptos con el paso de las décadas, hasta coronarse como uno de los indispensables, sobre todo en estas fechas

Jack Nicholson en "El resplandor"
Jack Nicholson en "El resplandor"Getty Images

A las puertas de Halloween, miles de personas buscan activamente asustarse con maratones de cine de terror. Desde zombis hasta asesinos en serie, el miedo se convierte en una fuente de placer y curiosidad que mantiene al género como uno de los más rentables del mundo. Pero ¿por qué disfrutamos con aquello que nos hace temblar? Científicos de distintas universidades están empezando a resolver el viejo enigma del placer por el horror.

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Mark Miller, investigador de las universidades de Monash y Toronto, recuerda que ya Aristóteles se asombraba de esta contradicción humana: huimos de lo peligroso, pero nos sentimos atraídos por ello. "El terror nos permite tocar lo horrible en un entorno seguro", explica. En otras palabras, ver monstruos en la pantalla puede ser una forma de entrenar nuestra mente para gestionar la incertidumbre de la vida real.

El terror como entrenamiento emocional

La investigación psicológica de los últimos años apunta a que las historias de miedo actúan como un simulador emocional. Nos enfrentan al peligro sin riesgo, fortaleciendo nuestra capacidad de anticipar amenazas. Para algunos expertos, este proceso puede incluso reducir la ansiedad cotidiana. Lo que parece puro entretenimiento podría ser, en realidad, una forma de autocuidado.

El psicólogo estadounidense Coltan Scrivner, autor de Morbidly Curious, ha identificado tres grandes perfiles de aficionados al género. Los "adictos a la adrenalina" buscan la descarga física del miedo; los "puños blancos" valoran el aprendizaje de superar su temor; y los "afrontadores oscuros" utilizan el horror como espejo para lidiar con sus emociones o con la violencia del mundo real.

Historias para entender el peligro

Scrivner cree que el origen de esta atracción es tan antiguo como el lenguaje. Desde las tablillas babilónicas de la Epopeya de Gilgamesh hasta los éxitos de taquilla actuales, las historias de monstruos y demonios cumplen una función evolutiva: ayudarnos a conocer y anticipar el peligro. "Es adaptativo entender los riesgos del entorno", sostiene el psicólogo.

Miller añade que esa exposición controlada al miedo mantiene activa nuestra mente anticipatoria, mejorando nuestras estrategias frente a la incertidumbre. Por eso, el terror no solo nos sobresalta: también nos enseña. Ver una película espeluznante puede afinar, sin que lo notemos, nuestras herramientas emocionales.

De hecho, algunos investigadores plantean que el terror podría tener un lugar en la psicoterapia. Si se elige bien la historia, el espectador puede aprender a regular su miedo y a convertirlo en una forma de placer controlado. Lejos de ser dañino, el escalofrío puede volverse terapéutico: una forma de enfrentarse, con valentía y curiosidad, a los temores del mundo real.