Series

La verdad que no te están contando en The Last of Us

Hablamos, posiblemente de una de las mejores series del año pero hace falta aclarar un par de conceptos científicos

The Last of Us
The Last of UsHBO Max

The Last of Us está causando furor. Los seriéfilos y los gamers están más que satisfecho con el resultado de sus creadores, Craig Mazin y Neil Druckmann. Ya es considerada la mejor adaptación de un videojuego que se ha hecho nunca y los fans se dedican a cazar las escenas y diálogos que han pasado tal cual del juego a la serie. Por si esto fuera poco, su elenco también está siendo cubierto de halagos. Y es que Bella Ramsey, Pedro Pascal y Anna Torv protagonizaron un capítulo piloto magistral, lleno de información, ritmo y tensión que atrapó a 4,7millones de espectadores durante la premier, convirtiéndolo en uno de los mayores estrenos de HBO. Nadie pretende cuestionar esto, pero también es verdad que toda obra de ficción con tintes científicos corre el riesgo de confundir a la gente.

Es evidente que no existe un hongo como el de la serie, pero en ella se hacen referencias que podrían pasar por correctas y eso significa que conviene desgranarlas. Sin ir más lejos, en los primeros minutos se indica que los hongos no infectan a los seres humanos. Posiblemente se trate de una simplificación deliberada para acelerar el diálogo, porque, en realidad, sí que existen las infecciones por hongos en nuestra especie. Así que, empecemos desenredando esta pequeña madeja.

Un hongo afortunado

El pie de atleta y el resto de tiñas que podemos contraer, la cándida, hay hongos que afectan a las uñas y otros que, en pacientes con un sistema inmunitario comprometido, pueden colonizar sus vías respiratorias desencadenando una neumonía. No obstante, la clave es esta última: las infecciones por hongos suelen ser superficiales y leves salvo que nuestro sistema inmunitario no esté funcionando como debe. En animales con un sistema inmunitario menos sofisticado, como los insectos, los peces o los anfibios, los hongos son más problemáticos y eso es lo que realmente quieren decir en la serie.

En esa misma conversación, un científico sugiere que si un hongo muta y logra saltar a seres humanos puede causar estragos en la sociedad, convirtiéndonos en seres sumisos y alterando nuestro comportamiento. No es un escenario imposible si lo dejamos ahí, pero son suposiciones sobre suposiciones. Podríamos compararlo con el cuento de la lechera, en el que hay que sobrevivir a varios condicionantes encadenados para que se dé el escenario imaginado.

No solo ha de saltar un hongo a nosotros, sino uno capaz de extenderse rápido, sin dar señales de su presencia hasta que sea demasiado tarde, que no podamos tratarlo con ningún antimicótico conocido y que no solo logre saltar a nosotros con una serie de exitosas mutaciones al azar, sino que, en una tirada de dados mucho más improbable, tenga la suerte de mutar de tal modo que produzca las sustancias adecuadas para “hackear” nuestro complejísimo cerebro. Por poder también puede entrar un zorro por la ventana de mi casa, en un cuarto piso en medio de Madrid, y robarme una zapatilla. El caso es que, es tan improbable que no me preocupa lo más mínimo.

Hormigas zombis

En la serie se habla de otro hongo que es capaz de convertir a las hormigas en zombis. No es del todo incorrecto, pero explicarlo así puede dar lugar a algunos malentendidos. El nombre del hongo al que se refieren es Ophiocordyceps unilateralis y en realidad hay otros que afectan a diferentes especies de insectos, como el género Cordyceps, que afecta, entre otros, a orugas de China. De hecho, el nombre del hongo protagonista de The Last of Us se llama así, córdiceps, inspirado en estos adorables seres del reino Fungi. Ahora bien, el hongo no tiene conciencia ni voluntad, no entiende lo que hace ni traza un plan para mover a la hormiga como si fuera un títere. Sus órdenes son mucho más sencillas, suele alterar el organismo de su hospedador de tal modo que busquen las partes más altas de una planta y, una vez allí, haciendo que sus mandíbulas se cierren para siempre.

Ahora el hongo solo tiene que proyectar un tallo fuera de la hormiga y liberar sus esporas al aire, llegando mucho más lejos. Es una estrategia impresionante, pero se limita a dos comandos muy concretos en cerebros tan simples que normalmente ni siquiera llamamos cerebros, si no ganglios. En la serie, los humanos infectados reaccionan ante todo tipo de estímulos externos, se coordinan y tienen la velocidad de reacción necesaria para luchar. Nada de ello se parece a los casos de infecciones por hongos que conocemos en otras especies.

Telepatía fúngica

Otro detalle que ha encantado a los espectadores es la manera en que se coordinan los infectados por el córdiceps. Según cuentan en varias ocasiones, el hongo extiende una especie de raíces llamadas “micelio”, a través de las capas más superficiales de la tierra. Funcionan, más o menos, como una extensión de los sentidos de los infectados, alertándoles cuando un micelio detecta la presencia de una presa o cuando hay algún peligro. El micelio existe realmente, aunque no es tan espectacular. Se trata de una maraña de hilillos conocidos como hifas, claves en la reproducción sexual del hongo y en otras funciones. El caso es que, a veces, este micelio llega a conectar varios hongos e incluso interactúa con plantas del entorno, formando grandes raigambres bautizadas como las redes micorrícicas comunes.

Se ha dicho que estas redes funcionan como grandes cerebros, siendo sus hifas algo así como neuronas por las que viaja información. Estas, supuestamente, ayudarían a redistribuir nutrientes entre las plantas del entorno, se alertarían de peligros y, en definitiva, permitirían la comunicación. Hasta aquí vemos los paralelismos con la serie, sin embargo, estas afirmaciones son más ficción que ciencia. De hecho, un reciente artículo en la revista Nature alerta sobre cuánto se han popularizado estos conceptos especulativos de los que no tenemos apenas pruebas científicas. La red micorrícica común existe, aunque no está tan extendida como solemos pensar, no alerta de peligros y, si bien permite cierto intercambio de nutrientes, también tiene otros efectos negativos sobre las plantas.

Por supuesto, nada de lo que hemos dicho afecta en lo más mínimo a la calidad de la serie. Tiene todo el aspecto de que esta producción se convertirá en una de las más aclamadas del año y, posiblemente, pase a la historia como una serie que revisitar de vez en cuando. Porque las ficciones están para eso, para fantasear y alejarnos del rigor del día adía, para explorar nuevos escenarios en los que disfrazar nuestras preocupaciones y anhelos para, tal vez, preguntarnos las mismas cuestiones terrenales de siempre, pero desde la distancia que nos ofrece la mascarada.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque solemos emplear ambos términos como si fueran el mismo, existen diferencias entre un zombi y un infectado. Las películas, videojuegos, series y libros que se crean en torno a ellos son casi idénticas, pero hay una distinción clave. El zombi es un individuo que ha muerto y, por algún motivo normalmente mágico (aunque no siempre), vuelve a ponerse en pie. Los infectados son personas que, normalmente por un microorganismo (con algunas excepciones), cambian su comportamiento estando vivas. Ambas pueden transmitirse de unos individuos a otros y, quien se infecta o zombifica pierde su personalidad, volviéndose (en mayor o menor medida), una suerte de autómata. En el caso de The Last of Us, por ejemplo, estamos hablando de infectados, no de zombis.

REFERENCIAS (MLA):

  • AlbertaJustine Karst, et al., Positive citation bias and overinterpreted resultsleadto misinformation on common mycorrhizal networks in forests Nature Ecology& Evolution 10.1038/s41559-023-01986-1 http://dx.doi.org/10.1038/s41559-023-01986-1
  • Evans,Harry C et al. “Ophiocordyceps unilateralis: A keystone species for unravelingecosystem functioning and biodiversity of fungi in tropical forests?.”Communicative & integrative biology vol. 4,5 (2011): 598-602.doi:10.4161/cib.4.5.16721 https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22046474/