Cine
Cuando el yihadista es solo un niño
Los hermanos Dardenne realizan un retrato social de esta corriente radical y las pasiones extremas de un adolescente en «El joven Ahmed», su última cinta galardonada con el premio a la mejor dirección en Cannes
En el momento en el que un perro lame la manga del jersey de Ahmed, el joven musulmán de trece años se dirige contrariado al baño para lavarse con rapidez los restos de una saliva considerada impura. El fanatismo religioso de este ciudadano belga adquiere unas cotas de peligrosidad y delirio tales en la última propuesta cinematográfica de los hermanos Dardenne, que intentar arrebatarle la vida a una profesora de árabe no supondrá para él, a pesar de las dosis de inocencia e inmadurez propias de la edad, ningún conflicto moral significativo. «Hemos intentado en todo momento filmar a Ahmed como lo que es. Un niño. El actor en este caso nos ayudó mucho a que nuestra intención resultara efectiva. Todavía tiene las manos regordetas, corre de manera torpe y lleva unas gafas redondas con las que resulta imposible parecer una amenaza. Tenía que estar adoctrinado, radicalizado, sí. Debía desear matar también. Pero necesitábamos dotarle de algo que obligara al espectador a quererlo. Y eso lo conseguimos a través de la vulnerabilidad, calidez y bondad que transmite su físico», señala Luc Dardenne para explicar la contradicción que puede suponer ver a un niño con esa dulzura natural en el rostro desposeída de maldad comportándose con una perversidad pasmosa en el ejercicio de convivencia con el diferente.
En un limbo
La dupla con más solera del cine francés apuesta en «El joven Ahmed» por un retrato pormenorizado de una historia familiar que actúa como herramienta de denuncia de los gérmenes de un problema tan extendido en Europa como es el yihadismo. Curioso resulta sin embargo el limbo contextual que se produce desde el inicio de la cinta sobre los motivos que incitan al yihadista a pensar y sentir de la manera que lo hace. Algo que Luc aclara de la siguiente manera; «El problema es que ya había en Francia varias películas, unas siete y ocho aproximadamente, que habían profundizado en la raíz de los radicalismos. Pensamos en hacer otra cosa. En mostrar cómo puede salir de esa obcecación. Reflejar los motivos que pueden llevarle a cambiar de idea. Medir la profundidad del fanatismo iba acompañado de un reflejo explícito del trabajo que llevan a cabo los educadores sociales o los maestros. En el caso de Ahmed no hay razones económicas ni sociales. Cuando le conocemos ya está seducido por la religión. Y esto nos bastaba». Y precisamente porque no hay motivos aparentes, resulta interesante entrar en el juego de las pasiones terrenales que permanecen dormidas en Ahmed para comprender cómo funciona la mente de alguien que no ha dejado de ser un niño.
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