Economía

Los agricultores valencianos: “Esto es sálvese quien pueda”

“Los comercios compran naranjas egipcias, y las nuestras o las compran por 10 céntimos o se tiran”

Imagen de un campo de naranjas en la Comunidad Valenciana
Imagen de un campo de naranjas en la Comunidad Valencianakiketaberner@gmail.comLa Razón

Sara Soler es una joven de Benifaió (Valencia) que se ha hecho conocida en pocas horas al donar la cosecha de naranjas de su huerto por quedarse a última hora sin comprador. “Preferimos regalarlas que tirarlas”, afirma Sara. La historia no ha dejado indiferente al sector ni a los vecinos del municipio. Estos últimos se han ofrecido a comprarle naranjas a la joven y a su madre para que al menos saquen algún beneficio.

Sin embargo, desde el sector citrícola denuncian que “no podemos llegar al punto de regalar nuestras naranjas”. “¿Qué mensaje estamos transmitiendo?”, denuncia el secretario de la sectorial de cítricos de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA), Alejandro Aparici. En su caso, los campos son su medio de vida, por lo que regalar la cosecha no es una opción.

Sin embargo, reconoce que la situación es absolutamente insostenible. “Esto es sálvese quien pueda. A estas alturas el agricultor lo único que quiere es vender la naranja por la que ha estado trabajando todo el año. La cuestión es que estamos muy desunidos. Si yo consigo vender mi cosecha a un precio más o menos bueno, no me preocupa por que mi vecino tenga lo mismo”, admite Aparici.

El principal problema radica en la importación de naranjas egipcias y sudafricanas a precios irrisorios, que son las que llegan a los lineales de los supermercados. De forma que las valencianas, o se compran a un precio muy bajo al final de la campaña para cubrir huecos del mercado, o se envían a la industria, o directamente se tienen que tirar.

Las cooperativas, un modelo obsoleto

Las cooperativas, el refugio tradicional para los agricultores, han dejado de ser ese lugar seguro en el que la venta de la cosecha quedaba garantizada. “Ellas también estas sometidas a las normas del mercado, y no pueden competir con los grandes comercios, que ofrecen muchos más productos y durante todo el año”. La distribución, explica Aparici, les pide a les comercios que tengan materia prima durante todo el año, y de gran variedad, un objetivo que las cooperativas no pueden cumplir. De esta forma, este es un modelo obsoleto.

De esta forma las cooperativas han dejado de cuidar a sus dueños, sus socios, los agricultores. Les recogen la naranja que pueden vender, es decir, muy poca, y el resto se la pagan a un precio muy bajo para evitar problemas con los agricultores.

Pero fuera de estas sociedades puede llegar a ser aún peor. Si es el agricultor el que negocia directamente con el comercio, se pueden dar situaciones como la que cuenta Aparici. La de un negocio que compra la cosecha por 10 céntimos el kilo y obliga al agricultor a firmar un documento en el que asegura que ese precio cubre los gastos de producción, evitando así futuras denuncias.

Cabe recordar que existe una Ley de la Cadena Agroalimentaria para evitar precios abusivos que, como puede observarse, es fácilmente eludible.