El gallinero

El PPCV se suma a la fiesta

No me sorprende la deserción, sí el sadismo de su rapidez

La crisis del Partido Popular, grave donde las haya, también afectó al PP valenciano, desde donde se desvelaron las miserias de la política, quizá de la vida misma. Los mayores deudores de Pablo Casado fueron desfilando con sus cuchillos cachicuernos por la efigie blanquecina de quien había sido su valedor y a quien todo lo deben. Tienen la eximente, eso sí, de que no podía ser de otra manera «o te matamos o nos matas a todos».

No me ha sorprendido el desenlace, aún no resuelto a la hora de escribir estas líneas, pero sí la celeridad con la que el PPCV hizo pública su deserción solicitando el Congreso extraordinario. Tanto me sorprendió, que el rincón franciscano que llevo en mi interior llegó a percibir una retorcida e imposible interpretación «¿será que lo piden porque cuentan con la mayoría de la Junta Directiva para defender la continuidad de Casado?». Efectivamente, era mi rincón franciscano, ese que nunca debe exhibirse en política, como demostró el «sadismo» exhibido por la pléyade de desertores.

El relevo de Pablo Casado y Teodoro García Egea no debería afectar a la cúpula del PPCV. Carlos Mazón y María José Catalá son, hoy por hoy y tras la inversión realizada en ellos, el mayor activo electoral. Ahora, afrontan el reto de recomponer la convulsión de estos días y tratar de contrarrestar la hasta ahora imparable ascensión de Vox que, según una encuesta que conoció ayer mismo mi amigo Rogelio, la formación de Abascal superaba con creces al PP si se celebraran elecciones generales en estos días. Así es la vida.