Sanidad
Trabajadores esenciales, los grandes olvidados tras sufrir efectos secundarios de la vacuna de la covid
“Mi vida se paró en seco. Solo pido que encuentren la solución para recuperarla”
El 28 de abril se celebra el Día de la Salud Laboral, una fecha que la Asociación de Trabajadores Afectados por la Vacuna de AstraZeneca (ATEAVA) quiere aprovechar para hacerse oír. Muchos de ellos son profesores, policías o vinculados al sector sociosanitario y por su condición de trabajadores esenciales recibieron “tempranamente” una vacuna contra la covid “bajo el argumento de que teníamos mayor riesgo de exposición y de transmisión a otras personas”.
Consideran que la mayor parte de los efectos secundarios que han padecido “son fruto de esta premura, ya que con el tiempo las autoridades españolas desaconsejaron vacunar con AstraZeneca, por el riesgo que ello entrañaba a personas cuyos perfiles compartimos”.
Ahora reivindican que la patología que sufren sea reconocida como una enfermedad laboral, que el Sistema de Farmacovigilancia Española realice un seguimiento de sus casos, “cosa que no se ha venido haciendo hasta la fecha y que sesga, por tanto, los datos que periódicamente se publican” porque no se tiene en cuenta su evolución.
Exigen que se registre a todas las personas que han desarrollado efectos secundarios y se les reconozca como “hecho causante de su sintomatología la vacunación”, y que de ellos se puedan derivar “efectos administrativos, legales y laborales que sean necesarios para una adecuada atención”.
Insisten en dar mayor transparencia a los casos de afectados para que se sepa los números de lote con los que se vacunó a las personas que han desarrollado efectos secundarios graves, estadísticas sobre edad, sexo o patologías previas, entre otras.
También reclaman la creación de unidades específicas de estudio y tratamiento sanitario para todos aquellos cuya sintomatología no tiene, a día de hoy, un diagnóstico claro y, como consecuencia no logran una total recuperación.
ATEAVA remarca que su postura no tiene nada que ver con los antivacunas ni con los negacionistas. Se vacunaron porque sabían que la covid es un virus peligroso y lo único que exigen es una atención por parte de las Administraciones Públicas que aún no han recibido.
“Mi vida se paró ese día”
El caso de Celia, una veterinaria de Castellón, es un ejemplo de la situación que viven estas personas. Al día siguiente de recibir la vacuna no pudo ir a trabajar. Presentaba los síntomas normales. A los dos días, creyó que estaba recuperada y volvió la clínica. “Empecé con episodios debilidad, temblores, cansancio, cefaleas intensas. Me despertaban por la noche y no remitían con nada. También tenía sangrado espontáneo de encías”. Acudió a Urgencias y descartaron posible trombo.
“Fui empeorando cada día, iba a rastras, hasta que el día 15 abril (se vacunó el 29 de marzo), me empecé a encontrar muy mal y tuve el tiempo justo para aparcar. Sentía que en cualquier momento me iba a desplomar. Entré en la clínica, me senté en un sillón. Casi ni recuerdo cómo llegué. Mi jefa, al ver que no salía y que había entrado sin decir nada, empezó a llamarme, pero yo no podía responder. Me encontró sin casi poder hablar ni moverme, palidísima y con mucosas grises. Llamó al 112 pidiendo una ambulancia mientras una médica que conoce le daba instrucciones sobre cómo actuar. En urgencias me realizaron todo tipo de pruebas, y me solicitaron otras, así como la remisión a especialistas. Me dieron la baja. Ese día mi vida se paró en seco. Los síntomas no mejoraron, y apareció la disnea y dolor torácico, por lo que se requirió de nuevo de la atención de urgencias para realizar más pruebas diagnósticas. A partir de ahí se empezaron a sumar síntomas y empezaron las múltiples visitas y pruebas médicas”.
Ha pasado más de un año desde entonces y sigue sumando síntomas nuevos. “Cefalea, disnea, fatiga (respiratoria y muscular), dolor torácico, opresión en el pecho, debilidad, astenia extrema, niebla mental, mialgias, artralgias, taquicardia, palpitaciones, sangrado espontáneo e inflamación de encías, parestesias/rampas, temblores internos, alteración en la termorregulación, episodios de pérdida de sensibilidad, reactivación ganglionar, sequedad y prurito ocular, episodios de visión borrosa, tos, espasmos esofágicos, alteraciones digestivas e intolerancias alimentarias, eccemas intermitentes, amenorrea, disfonía, mareos, contracturas musculares…”
A todo esto se suman crisis que duran de dos a tres horas en que los que se queda sin poder moverse. “Tengo hormigueo en extremidades, parestesias, rampas, fatiga, debilidad extrema, malestar general, frío extremo, palpitaciones, mialgias más intensas, a veces disnea y dolor torácico... Mi cuerpo es como si estuviera cubierto de cemento y no lo puedo mover. A veces, tengo crisis de fatiga extrema (disnea)”.
A esto se le suma que ha desarrollado efectos adversos a fármacos que antes no tenía. “Mi mayor objetivo era entrenarme para poder aguantar la jornada laboral, dado que para mí, mi trabajo es mi vida”. Las limitaciones que padece le han obligado a trasladarse a casa de sus padres y tan solo le queda ahora confiar en que los médicos estudiarán su caso y darán con la solución para volver a su trabajo.
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