Amamantando la vida

Síndrome postvacacional: ¿Cómo afecta a los bebés la vuelta a la rutina?

Tras el verano, los bebés echan de menos a sus padres y es normal que muestren ciertas actitudes

Cintia Borja

Las vacaciones son una época de desconexión y relax, en la que nos alejamos de las preocupaciones y quehaceres diarios. Pero como todo en la vida, tienen un principio y un fin y la vuelta al hogar nos retorna a la rutina, al trabajo y a los horarios, disponiendo, sea dicho de paso, de menos tiempo para estar con nuestros pequeños.

Por lo que estas molestias que pueden sufrir algunas personas durante el proceso de adaptación entre un periodo de vacaciones y la vuelta a la actividad, denominado síndrome postvacacional, también pueden experimentarlas los bebés y manifestarse más “nerviosos”, “ansiosos” “confusos” e incluso “agresivos”. En fin, una especie de jet-lag, que sufren con mayor intensidad especialmente cuanto más pequeños son, que no pueden comprender que tras disfrutar de estar muchas horas junto a los padres deban volver a la “normalidad”, un cambio estrepitoso, que no requiere tan solo de adaptarse a diferentes rutinas, sino también a sufrir la ausencia de sus padres.

La memoria del bebé es limitada, de corta duración e inconsciente, cuanto más pequeños son más circunscrita está al ambiente y a las rutinas diarias, gradualmente a medida que crece, almacena más recuerdos que ira guardando y recordará durante más tiempo, especialmente aquellos eventos que hayan tenido un impacto en su bienestar y en sus emociones.

Entre los cero y seis meses, el bebé es capaz de reconocer a las personas que ve con mayor frecuencia, puede almacenar información que le llega a través de los sentidos como sonidos y olores, sintiéndose tranquilo ante aquellos que le son familiares. Poco a poco a medida que crece, consigue identificar los pasos dentro de una rutina, por ejemplo ¡Sabe que después del baño le toca ser amamantado y dormir!

Posteriormente, entre los seis y doce meses se desarrolla su memoria, primero la memoria a corto plazo, por ejemplo, puede reconocer un lugar que no le haya sido agradable, algo que notamos mucho los sanitarios, ya que muchos bebés lloran al entrar a nuestra consulta. También entre los cuatro y siete meses, percibe que las cosas continúan estando, aunque no las pueda ver, es decir, si le escondes un juguete ya no se queda asombrado, sino que lo busca.

Aunque todavía no entiende el concepto de tiempo, y no sabe que mamá y papa volverán a por él/ella después del trabajo, siendo natural que se sienta inquieto y alterado ante vuestra ausencia, porque los bebés viven en el presente, no se plantean el futuro y tampoco tienen conciencia de haber vivido un tiempo pasado. No será hasta alrededor de los 8 meses, cuando empiezan a tener conciencia de las secuencias de eventos, es decir una comprensión de que ciertas cosas preceden a otras, para posteriormente más o menos sobre los 15 meses comprender los pasos de una rutina: primero esto, luego esto, finalmente esto.

Para que se desarrolle el concepto de tiempo, el niño/a necesita primero desarrollar la memoria semántica, necesita adquirir cierta expresión lingüística para poder expresarse y comunicarse, y atesorar recuerdos de acontecimientos importantes a largo plazo. La memoria a largo plazo no se dará hasta alrededor de los veinticuatro meses, momento a partir del cual puede expresarse con mayor fluidez y puede recordar sentimientos relacionándolos con situaciones que le fueron agradables o no.

Aunque el no poder expresarse de forma entendible no quiere decir que los más pequeños no sean vulnerables a los cambios, y que no sufran la ausencia de los padres. Es evidente que no todos los niños/as reaccionan de la misma forma y con la misma intensidad ante algunos cambios de rutina, ya que la capacidad de adaptación en un ambiente nuevo depende de la forma de ser de cada niño/a, de su sensibilidad y sobre todo de cómo se desarrollan las pautas de su adaptación, de su edad, de los vínculos afectivos establecidos y de la ayuda, apoyo y comprensión que reciba de sus padres.

La capacidad de adaptación es inferior cuanto más pequeño sea el bebé, y el nivel de necesidad de sus padres, especialmente de la madre, va a ser a su vez mayor, siendo normal que tengan miedo a caras, sonidos, espacios y olores que le son nuevos y posiblemente distintos a los vividos en la etapa vacacional, por lo tanto, natural que se extrañen y lloren ante algo que les es desconocido.

Dicho esto, vamos a intentar explicar cómo pueden afectar los cambios en la rutina de nuestros hijos /as tras la vuelta a la “normalidad” después del periodo estival y las vacaciones.

La pérdida de rutinas durante el verano y las vacaciones es bastante normal, y suelen afectar de forma diferente a cada niño/a, como ya se ha mencionado, según su temperamento, por lo tanto, paciencia y que no cunda el pánico, tratar de entender a vuestro bebé si se agravan los problemas de sueño, alimentación, y las pataletas se intensifican.

Probablemente si tu bebé tiene un temperamento activo se despierte más a menudo a lo largo de la noche y vuelva a demandar mamar con más frecuencia, especialmente porque el bebé nota que su entorno es diferente al que estaba acostumbrado, que la cama no es la que había estado durmiendo estos días atrás, y le cuesta más adaptarse por lo que, posiblemente, demande la presencia de sus padres para tranquilizarse, debéis tener en cuenta que acaba de pasar una temporada en la que ha estado todo el día con vosotros, no es fácil que de pronto se acostumbre a pasar muchas horas sin veros.

Es habitual que cuando la madre regrese, se intensifiquen las conductas de apego en el bebé, y demande estar en brazos de mamá y tomar más teta, dado que ello supone estar juntos y los brazos de mama y la teta son una inyección de oxitocina capaces de calmar al bebé más desconsolado. Ármate de paciencia si se niega a comer o come menor cantidad de lo que antes comía, ahora su preferencia eres tú.

La actitud de los padres es importante, podéis afrontar esta recta final de las vacaciones de una forma positiva, ayudando a vuestro pequeño/a con el periodo de adaptación unos días antes de finalizar las vacaciones, porque resultara más complicado retornar a la rutina anterior de un día para otro, lo conveniente es adaptar al bebé a los ritmos y rutinas unos días antes de su vuelta a la escuela infantil o de vuestra incorporación al trabajo, para que se vaya amoldando poco a poco.

Acostumbrarlo a rutinas fijas, realizar siempre las mismas acciones, ayuda al bebé a asimilar y saber que va a suceder, si tu bebé es más mayorcito, puedes obtener una mayor implicación, si le anunciáis lo que va a suceder, “ahora vamos a tomar un baño, luego comemos y tomas teta antes de dormir”.

Eso sí, el paseo diario es ineludible, los bebés deben de salir a la calle todos los días, el paseo les calma y les relaja, al igual que dedicar tiempo a vuestra vuelta para jugar con el bebé, muchos bebés en estos momentos demandan más a menudo no porque tengan hambre sino porque reclaman el contacto con mamá, estar contigo le transmite confianza, y contribuye con ello a reforzar a la larga su autoestima.

No entiende lo que está sucediendo, porque ya no estáis todo el día con él/ella y puede que sea todavía muy pequeño para expresar sus sentimientos, por lo tanto, es normal que este enojado, llore y demande de tu presencia constantemente como hemos visto, su memoria solo le permite recordar las cosas a través de la repetición de manera igual o parecida.

Para el bebé, los padres son sus raíces, quienes puede ofrecerle la confianza para superar cambios que para nosotros son normales, pero no para él. Necesita de una dosis de amor extra en estos momentos sin privarle de ciertos privilegios, me refiero a los brazos y a la teta de mama. En definitiva, en manos de los padres esta llenar sus primeros años de buenos recuerdos y experiencias, un crédito de confianza que le acompañara de por vida.