Opinión
Alicante, Casa Carbonell, mi abuelo y Juan Vidal
Tras la dana del 29 de octubre, hay otra reconstrucción pendiente, la huella en la psique que dejará ese fatídico día
Mi abuelo Santiago Agulló era psiquiatra, con pe; de pequeña me llamaba la atención esa curiosa forma de pronunciar la palabra. El cartel, gris oscuro con letras grabadas en rojo, colgaba en la puerta del segundo derecha de la Casa Carbonell; en el número 1 de la Explanada de Alicante para ser exactos.
Nació en 1903; era un hombre inteligente, muy inteligente. Tocaba el bolero «Lágrimas negras» al piano de oído, diseñaba muebles y hablaba idiomas, cuando el inglés era chino para los españoles, además de haber terminado su carrera en Alemania, y tenía un gran sentido del humor. Quizá como válvula de escape para sobrellevar su trabajo -pasaba consulta también en el ambulatorio de la calle Gerona- sus chistes tenían a los «locos» -sus «locos»- como protagonistas.
En casa, su mujer, mi abuela Matilde, les abría la puerta en ese palacio que era y es la Casa Carbonell; obra del arquitecto Juan Vidal, vecino de ellos -un hombre alicaido que era muy amigo de mi abuelo- y de Enriqueta Carbonell, la dueña del edificio -que perdió la sonrisa al enviudar joven, muy joven.
Así, en mi familia hemos convivido con las enfermedades mentales cuando eran tabú y se estigmatizaba sin piedad a quienes las padecieran. Y hemos tenido siempre un instinto protector hacia «los locos» porque una enfermedad mental conlleva sufrimiento.
Cuando leo en la prensa que hay otra reconstrucción pendiente tras la gran riada del 29 de octubre se me encoge el corazón. Y es la huella en la psique que, en muchos casos, dejará de por vida ese fatídico día.
Al llegar el temporal «Alice» que, en un día como el 9 ‘Octubre, ha puesto en jaque a la Comunidad Valenciana, la luz roja del pánico se encendió en nuestras cabezas. Y con el mismo pitido estridente del Es-Alert que sonó en los teléfonos móviles en Alicante el jueves.
Pues eso, que aprendí de mi abuelo Santiago que todos somos vulnerables y sensibles. Y que los estigmas son solo eso, estigmas.