Medio Ambiente
El aumento de incendios reduce la abundancia y diversidad de las plantas leñosas
En especial en los bosques de coníferas
El primer estudio global, sistemático y cuantitativo de los efectos que los cambios en régimen de incendios producen sobre la vegetación del equipo del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE, UV-CSIC-GVA) indica que la intensificación de los incendios reduce la abundancia, diversidad y buen estado de las plantas, en especial a los bosques de coníferas.
El trabajo, que examina más de dos mil datos, ha sido liderado por el Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), centro mixto de la Universitat de València (UV), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Generalitat Valenciana, confirma esta percepción y aparece publicado en Global Ecology and Biogeography.
Desde el equipo de investigadores señalan que debido al cambio global, muchos ecosistemas están experimentando una perturbación en su régimen de incendios, con un aumento en la frecuencia y severidad de los mismos. "Esto puede alterar sustancialmente las comunidades vegetales, así como la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas".
“Esta investigación aporta, por primera vez, una visión global, sistemática y cuantitativa del efecto de la intensificación de los incendios”, señala el investigador del CSIC en el CIDE y autor principal del trabajo, Juli G. Pausas.
Para realizar este trabajo, los autores aplicaron una metodología de revisión sistemática y metaanálisis que permite analizar muchos datos a partir de fuentes muy diversas; así lograron sistematizar 2.363 casos recogidos en 394 estudios repartidos por todo el planeta, aunque con mayor representación del hemisferio norte.
El estudio evidencia que el mayor riesgo para las plantas lo comporta la severidad de los incendios: “Los efectos negativos son más fuertes con el aumento en la severidad que con el de la frecuencia de los incendios, y son más marcados en plantas leñosas que en herbáceas”, explica el investigador del CSIC en el CIDE, Bruno Moreira, que participa en el trabajo.
Los resultados muestran, además, que ciertos tipos de vegetación son más resistentes a estos cambios que otros: “Los bosques de coníferas y mixtos son más susceptibles a la intensificación de los incendios que los ecosistemas abiertos como pastizales y matorrales, algo relacionado con el posible cambio de incendios de superficie poco intensos a incendios de copa de alta intensidad”, asegura el investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y primer autor del artículo, Roger Grau-Andrés.
Según Pausas, “los matorrales de clima mediterráneo están dominados por regímenes de incendios de copas que históricamente han ardido con alta intensidad, y estos ecosistemas son notablemente resilientes a tales condiciones. Pero, en este caso, un incremento en la frecuencia de las perturbaciones puede llevar también a una disminución de la diversidad”, puntualiza el científico.
Otro ejemplo de amenaza ante los cambios en el régimen de incendios lo ofrece el pino salgareño o Pinus nigra, abundante en la península Ibérica:“Este árbol está preparado para sobrevivir a incendios de baja intensidad gracias a su corteza gruesa, que lo aísla de las llamas, y de sus pocas ramas en la parte baja, que evitan la transmisión del fuego a la copa. Sin embargo, en caso de incendios más intensos o que afecten a todo el árbol, estas protecciones no son suficientes y la planta no sobrevive”, explica Moreira.
Los investigadores destacan que este estudio “proporciona una base científica para ayudar a tomar de decisiones en políticas de conservación de los ecosistemas y de gestión de incendios”, ya que consigue identificar los patrones generales de la respuesta de las plantas ante intensificación de los regímenes de incendios y entender los factores que las determinan.
“Más que una sola política unificada, se trata de entender qué ecosistemas pueden ser más susceptibles, y establecer prioridades de actuación”, sostiene Pausas. “Frente a los ecosistemas más resilientes, en los que la mejor estrategia de conservación puede ser no actuar, los bosques de coníferas precisarían de una gestión adecuada”, añade.
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