«Solo un metro de distancia»: Melodrama contemporáneo
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Autor y director: Antonio Castro Guijosa. Intérpretes: Ana Mayo, Beatriz Grimaldos, Muriel Sánchez y Camila Viyuela. Sala Cuarta Pared, Madrid. Hasta el 1 de febrero.
Con una notable carrera ya a sus espaldas en la dirección escénica, que le permite haber dejado de ser una promesa para convertirse en un sólido valor del presente, Antonio Castro Guijosa debuta ahora, con sorprendente talento, como autor dramático.
El tema escogido para hacerlo –las secuelas del abuso sexual en las personas que lo han padecido– invitaba a pensar que el nuevo dramaturgo quería probarse en el terreno de un drama social que podríamos llamar, independientemente de que los resultados fueran o no excelentes, de factura convencional. Sin embargo, Castro Guijosa «autor» –presumiblemente muy ayudado por el más experimentado Castro Guijosa «director»– ha tenido mucha más osadía de la que cabría esperar para este primer trabajo y se ha aventurado con decisión, saliéndose de las coordenadas del drama social, en un género tan maltratado e incomprendido en el presente como es el del melodrama. Un melodrama, eso sí, muy contemporáneo, enfocado de la única manera que cabría hacerlo hoy para llegar a buen puerto: con verdad y tino a la hora de calibrar las emociones y, además, con capacidad para indagar psicológica e intelectualmente en territorios menos trillados.
Efectivamente, no estamos ante el drama de una mujer que sufrió abusos sexuales en la infancia y se enfrenta a al entramado social, familiar y laboral en un intento de construir su vida, sino ante el melodrama de esa mujer en sus relaciones afectivas con personas de su entorno más próximo a las que quiere saber cómo debería querer. Y digo que la exploración de ese material sentimental es en cierto modo novedoso, desde el punto de vista intelectual, en la medida que el gran tema que se impone sobre los demás es el de la imposibilidad para ponernos en la piel del otro, por más que queramos y lo intentemos, cuando la experiencia vivida por ese otro es tan terrible y tan ajena a la nuestra. Un tema que en «Solo un metro de distancia» –el título no es azaroso– está abordado con hondura y veracidad dramática no solo en el texto, sino también en la dirección, es decir, en la forma de estar expuesto sobre el escenario. Jugando con el concepto psicopatológico de la despersonalización, según el cual un individuo podría percibir su cuerpo y sus actos como si se tratase de un observador ajeno a sí mismo, Castro Guijosa maneja con destreza a su personaje principal reduciéndolo a una actriz o amplificándolo con todo el elenco según lo exija la propia percepción que la protagonista tiene de cada una de las situaciones dramáticas. Como consecuencia, la narración y la representación propiamente dicha de acontecimientos han de alternarse, a veces con mucha rapidez, a lo largo de toda la función, con el plus de concentración y dificultad que eso exige a las cuatro actrices, todas estupendas, para hacer ver al espectador con mucha eficacia que la experiencia de tristeza o sufrimiento es siempre distinta y personal en cada uno, y que, como dice uno de los personajes, «el lugar de otro siempre es de otro».