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Sombra aquí y sombra allá: así se maquillaban las mujeres en el siglo I d. C.

Un grupo de arqueólogos españoles analiza los restos de maquillaje, perfectamente conservados, en una vieira hace más de 2.000 años. Se trata de una pequeña bola de polvos de color rosa
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Una vieira cerrada. Herméticamente durante más de dos mil años. El hallazgo, en principio, no tendría mayor relevancia, a no ser que el contenido de su interior fueran restos de maquillaje perfectamente conservados. Como lo leen.
El objeto se encontró en 2000 tras unas labores de adecuación y construcción de una nave industrial en el terreno de lo que fue Augusta Emerita, capital de la Lusitania y que permitió sacar a la luz una zona de enterramientos que databa del siglo I después de Cristo. Las conclusiones del este peculiar estuche aparecen reflejadas en un estudio realizado por investigadores del Consorcio de Mérida, la Universidad de Granada y el Instituto de Patrimonio Cultural de España.
En una de las tumbas perteneciente a una mujer había copas cerámicas, husos de hueso que dejaban traslucir las labores textiles a que se dedicaba, así como ungüentarios que alojaban aceites perfumados e infinidad de clavos. Junto a estos objetos se halló la citada vieira, “pecten maximus”, con las valvas intactas.
Una vez abierta se descubrieron restos de cosmética, exactamente una pequeña bola de una concentración de polvo de color rosáceo que, según señala el informe, “estaba parcialmente desmigada en algunos puntos. Ante la naturaleza del hallazgo y su débil consistencia se inició un protocolo de toma de muestras que permitiera, primero, su conservación, y, segundo, que favoreciera un análisis arqueométrico compositivo posterior”.
El análisis al que fue sometida la porción hallada ha permitido asegurar que se trata de “una pequeña bolita rosácea compuesta por laca de granza, ‘’rose madder’’ obtenida a partir del uso del alumbre frío como fijador”.
El informe señala que no era inhabitual sino todo lo contario la utilización de estas conchas para guardar los productos de maquillaje femeninos en la época, “sobre todo, ante el coste y el difícil acceso del soporte estrella, el alabastro, reclutado casi en exclusividad en las canteras de Naukratis en Egipto”.
Habla así de similares recipientes en la ciudad sumeria de Ur datados en el 2500 a. C. y que contenía ya este tipo de pigmentos que rena utilizados en la industria cosmética. Las clases con mayor poder adquisitivo utilizaban cajas de ámbar o de metales preciosos para guardar estos pigmentos.

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