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Cine

Estreno

Netflix se cuela en el «Hogar» de Mario Casas

El actor, junto a Javier Gutiérrez, Bruna Cusí y Ruth Díaz, estrena una cinta de los hermanos Pastor que ahonda en la falsa felicidad del consumismo

El personaje de Mario Casas (izda.) verá como el de Javier Gutiérrez se lleva por delante la vida que había construido QUIM VIVES

Si fuéramos malpensados, defenderíamos que Netflix habría orquestado una campaña (extensible a las demás plataformas) para recluirnos en casa y devorar casi compulsivamente, una detrás de otra, cada película y serie de su catálogo. Hacernos dependientes de esa «caja tonta» que ahora, más que nunca, nos enseña aquello que ocurre dos metros más allá de lo que vemos por la ventana. En pleno epicentro de la pandemia, Netflix nos recuerda que son tiempos de quedarse en casa y presenta el «Hogar» de los directores Álex y David Pastor. Más directo imposible. Sin embargo, no es más que un capricho del destino. Ya les hubiera gustado a ellos estrenar, como estaba previsto, en el Festival de Málaga. Igual que ha sido una coincidencia el lanzamiento de «El hoyo» dentro de todo este percal. La ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia nos encierra, junto a Iván Massagué, en un «centro de autogestión vertical» en el que saldrán los instintos más primarios y donde la supervivencia no depende de uno mismo, sino de la compasión que tengan los que vayan por delante de ti. Vamos, una metáfora de lo que se ha convertido ir al súper a día de hoy; especialmente a hacerse con uno de esos rollos de papel higiénico que cotizan al alza.

En «Hogar», la conexión con el presente llega de otra forma. No tanto por el encierro (solo el de sus protagonistas durante la presentación a la Prensa de la ficción) como por la crítica al consumismo desaforado. «Esta película viene al pelo», cuenta Javier Gutiérrez. «No solo por llamarse “Hogar” en tiempos en los que nos piden que nos confinemos y nos quedemos en casa, sino porque habla del despiadado mundo en el que vivimos. Ese que nos obliga a comprar compulsivamente y que no deja lugar al ser humano. Ahora nos estamos dando cuenta del excesivo tiempo que dedicamos al trabajo y a las cosas superficiales y que debemos centrarnos en los pequeños aspectos de la vida», explica el actor a través de la webcam de su salón. No en vano, su personaje, con el que comparte nombre, es uno de esos fabricantes de sueños que nos han traído hasta aquí, un publicista al que todo se le vuelve en contra. «Su sueño se desvanece como un castillo de naipes y termina convirtiéndose en su peor pesadilla».

Tras un año en el paro, el protagonista se ve obligado, junto a su familia, a dejar un piso que ya no se puede permitir. Hasta que descubre que conserva un juego de llaves de su antigua casa. Empieza, así, a espiar a la pareja que ahora disfruta de ella y poco a poco, se infiltrará en la vida de los nuevos propietarios decidido a recuperar lo perdido, aunque eso signifique destruir a quien se ponga en su camino. Ese no es otro que Tomás, interpretado por un Mario Casas que intenta justificar, en parte, a ese parado desesperado: «No deja de ser el producto de una sociedad». Mientras que para los directores es «el sueño de la clase media española transformado en pesadilla». De esta manera, la cinta «reflexiona sobre el deseo generado por la publicidad, la búsqueda de la felicidad a través del consumismo y el estatus como barómetro para medir la realización personal». El que no es un triunfador es poco menos que un desecho. «Las comodidades de la sociedad capitalista se convierten rápidamente en necesidades imprescindibles, los lujos se hacen irrenunciables. Y su pérdida se convierte en una afrenta personal, en una derrota, una humillación incluso», continúan los Pastor.

Intromisión furtiva

Nace la película del propio instinto de los directores. De sentir ese mismo impulso del protagonista. Acababan de hacer una mudanza y se quedaron con un juego de llaves, y fue entonces cuando echaron a volar la imaginación para crear «Hogar». No fue igual, pero a Gutiérrez también le ocurrió algo parecido, explica: «Hice una visita a la casa en la que viví de pequeño y me aventuré a entrar en el portal y a llegar hasta el trastero en el que jugaba de pequeño. La sensación fue muy curiosa. Era furtivo, por un lado, pero, a la vez, me conectaba con el niño que fui, aunque no tenía un plan B por si salía un vecino a preguntar», ríe desde el encierro.

Se puede considerar afortunado el equipo del estreno de hoy. No llegaron a Málaga por cuestiones víricas, pero sí tienen la oportunidad de llegar en día y hora a su lanzamiento definitivo en Netflix. Bien lo sabe Casas: «Somos de los pocos privilegiados por poder emitir el trabajo».

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